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"Mantén a tus enemigos cerca y a tus amigos aún más cerca, pues el acero más frío tiende a venir de quienes pregonan una falsa amistad"

El ambiente en la habitación de Alessandra comenzaba a turbarse, todo debido al trato tan duro que Athenea, la madre de Alessandra tenía hacia su hija. La de cabellos de estrellas tan solo miraba al suelo, apretando los puños y la mandíbula, conteniendo la rabia de ser tratada siempre de la misma manera por su madre.

Meredith, que no daba crédito a ese trato solo observaba como su amiga, aquella tan temida y respetada en el nido, agachaba la cabeza sin más, sin defenderse, el sentimiento de impotencia comenzaba a inundar su ser, pero si algo había aprendido era a no meterse en los asuntos de los demás sin ser invitada, por lo que se dedicó a observar, escuchar y callar.

- Ves hija, podrías aprender algo de tu amiga y así ser menos...- Dijo Athenea señalando a Alessandra con algo de desprecio.

Alessandra seguía sin reaccionar simplemente bajaba la mirada y se mantenía callada, aguantando una rabia inmensa, la frustración y el dolor de no ser suficiente para alguien que debía quererla de manera incondicional. Meredith en ese momento estaba a punto de hablar, de dejar de morderse la lengua porque al final terminaría envenenándose por callarse lo que pensaba de aquella mujer.

Antes que nadie más hablase, Corvus apareció por allí también, había bajado al comedor a buscarlas pero al no encontrarlas se preocupó y decidió subir a las habitaciones. En cuento llegó se sorprendió de ver a Athenea allí hablando con las chicas que no parecían tener un buen momento.

- Athenea, cuanto tiempo sin verte ¿Qué tal estás? - Dijo Corvus saludándola con respeto y algo de cariño.

- Oh mi querido Corvus, como me alegro de verte, mírate ya eres todo un Cuervo - Saludó con énfasis Athenea al chico.

Meredith volvió a no dar crédito, la mujer que hasta hace un momento estaba humillando a su propia hija, ahora estaba siendo la madre que debía con otra persona, con Corvus nada más y nada menos, miró a su amiga preocupada esperando que al fin se defendiese. Alessandra miró hacia Corvus como quién veía a su héroe.

- ¿Qué te trae por el Nido? ¿Vienes como Athenea o como Capellán? - Preguntó con una sonrisa Corvus, una que normalmente fingía por respeto.

- Un poco de ambas la verdad, ya os contarán más tarde y de paso a enterarme como le va a mi hija - Comentó de manera altiva Athenea.

- Pues te alegrará saber que ya está realizando misiones, de momento llevamos dos solamente y en ambas a destacado como el...- Explicaba Corvus antes de ser interrumpido.

- Espero que esa torpe no os causase muchos problemas - Intervino rápidamente Athenea al enterarse de aquello.

Meredith en ese momento abrió los ojos, ya no de sorpresa, si no, más bien de incredulidad por lo que acababa de decir, en es momento, la castaña se giró hacia la mujer con el ceño fruncido y con una rabia inmensa. Corvus, que intentaba darle el crédito a su amiga que merecía no tuvo tiempo de volver a hablar cuando Meredith intervino.

- Disculpe Sra. Ravenmoon pero me parece que usted no debería hablar de lo que no conoce o no tiene ni idea, Alessandra es una persona increíble que no le teme al combate, a proteger a los demás cuando están en peligro, además de ser una mentora muy estricta pero sabia...En ambas misiones me ha salvado la vida, ha demostrado con creces de que pasta está hecha y está claro que no proviene de usted, así que no sé exactamente de quién habla pero Alessandra no es ninguna salvaje ni un animal ni mucho menos ninguna torpe, ella es querida y respetada por todos por méritos propios - Dijo Meredith estallando de rabia y acercándose a su amiga para cogerla de la mano intentando darle todo su apoyo.

Desierto de SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora