"Es en aquellos más inesperados, en quienes encontramos las alianzas que más nos sorprenden".
No habían pasado ni dos horas desde el encuentro con el insecto cuando de pronto los gritos de otra víctima llaman la atención del vigilante nocturno, que sin haberse podido quitar la sangre de su anterior enemigo, corre a gran velocidad hacia el lugar de donde proviene la llamada de auxilio.
-No puede ser verdad, no bajo mi guardia...- las palabras del vigilante se iban perdiendo a medida que avanzaba por los callejones-.
En mitad de un callejón, a medias iluminado entre la luz que reflectaba la luna y lo que debiera ser la luz anaranjada de una farola casi sin fuerza, se podían ver dos figuras, una de un hombre de gran tamaño, con una camisa blanca, vaqueros negros y botas del mismo color, sus ojos rojos brillaban convirtiéndose en un faro, su boca abierta dejaba ver una fila de dientes puntiagudos que se asemejaban a sierras de marfil. En el suelo, aterrorizada, una chica de cabello castaño, no muy alta, ojos castaños y con atuendo parecido al de una musa pero con el distintivo de un esclavo.
-Apartate, monstruo- fue lo único que le dirigió quien acudió al grito de auxilio.
-Esto no es asunto tuyo, guardián, ella pertenece a mi amo- dijo el hombre de ojos rojos
-Ella no sufrirá daño alguno bajo guardia- replicó con voz taimada la figura de negro
Tras decir aquello, hizo un movimiento con su brazo izquierdo colocando la capa tras de sí, dejando ver su espada, la cual agarró por la vaina con su mano izquierda, el mango con la derecha y clavó su mirada en el contrario. A su vez, el Homlecus, perteneciente a la rama de los hombres pirañas, se colocó mirando hacia el vigilante, con la boca abierta de manera que parecía aún mayor que antes.
El vigilante cargó sobre el Homlecus a la vez que desenfundaba su espada con fuerza, pero los dientes del contrario pararon el arma mientras que sus brazos agarraban el brazo derecho del vigilante con fuerza. La presión se hacia cada vez mayor hasta que la mano del vigilante terminó por soltar el arma que fue escupida por el homlecus hacia la joven. Agarró al hombre vestido de negro por el cuello para partírselo, obviando el resto de armas que se encontraban al alcance del brazo izquierdo de este.
-Hora de morir, pajarraco.- Dedicó el monstruo a su presa.
En un movimiento casi acrobático, el vigilante pasó sus piernas alrededor del cuello de su enemigo, desenfundó como pudo una de sus dagas de la bota y asestó una y otra vez, todas las punzadas que pudo, en el brazo que le sostenía por el cuello hasta que fue liberado.
Mientras aquel combate se libraba ante la joven, esta se quedó observando la espada que ahora se encontraba a sus pies. El terror en ella se desvanecía con el instinto de supervivencia hasta que fue el valor quien tomó el control de su cuerpo, agarró la espada y sin pensarlo más la clavó en el torso del Homlecus, perforando su pulmón.
-¡Maldita esclava!- aquel monstruo mitad pez y mitad humanoide agarró a la joven por el cuello haciendo que agarrase el brazo de aquella cosa, entre gritos ahogados que sonaban como susurros, pataleando a su vez con tan buena suerte que golpeó la hoja de la espada haciendo que este la soltase por el dolor.
-¡Vas a pagar por esto, asqueroso ganado!- su voz sonaba con tanta ira que enmascaró el dolor que sentía al sacarse la espada y tirarla al suelo mientras se acercaba hacia la joven, que a su vez, intentaba escapar desde el suelo yendo hacía atrás -Por favor no...- antes de que aquella situación llegase a más, un borrón negro golpeaba al homlecus con una honda de un tono gris, dejando al vigilante delante de la chica y al monstruo, más o menos, a unos cinco pasos más allá.
-No sé quién eres, pero gracias por esos segundos...- La voz del vigilante sonaba seria pero con un toque melódico que la joven no esperaba, y que por tanto, junto a la imagen de alguien de gran tamaño también, con aquellas vestimentas, la dejó intrigada -Esta noche cenarás con tus dioses, Homlecus- en aquel momento el vigilante convergió sus brazos en una " x " colocando las palmas abiertas en paralelo a cada lado de sus ojos que se pusieron totalmente oscuros.
El Homlecus cargó hacia ellos, obviando la gran cantidad de sangre que ya había perdido, con la boca tan abierta que pareciese que se había desencajado la quijada, dejando ver de nuevo sus afilados y puntiagudos dientes de marfil, perfectos para desgarrar cualquier tipo de cuerpo de carne y hueso.
En el momento en el que solo quedaba un paso, la chica reaccionó pensando que al vigilante no le daría tiempo a reaccionar y alzó su mano en dirección al pez humanoide, creando algo parecido a un escudo que sorprendió a ambos combatientes.
-¿Qué? No sé como lo has hecho, pero bien pensado-el vigilante le dedicó aquellas palabras a la castaña, casi sonriendo bajo su máscara de pájaro-.
El vigilante, extendió sus brazos que se iluminaron con una especie de luz morada y negra -adiós engendro de pez deforme- movió sus brazos dos veces cada uno, cortando con la luz que desprendían, al Homlecus que comenzó a deshacerse mientras se quemaba con unas llamas del mismo color que envolvían los brazos del vigilante.
Aquel extraño se acercó a la joven, quitándose su capa oscura y cubriendo a la joven, que no fue capaz de articular palabras.
-Arriba- la agarró con suavidad de las manos ayudándola a levantarse del suelo y apartándose unos pasos.
-Gra... Gracias por ayudarme- su voz sonó temblorosa, temiendo que aquel extraño en realidad le quisiera dar caza también. La castaña desvió la mirada hacia un lado, agarrando la capa con ambas manos para cerrarla más sobre ella.
El vigilante comprendió en aquel momento que el miedo se había convertido en el estado natural de alguien, que por desgracia, había sido maltratada -Mi nombre es...- en aquel momento recordó que nunca se había presentado a nadie que no fuese de su clan y por tanto le dio el nombre por el que era conocido -Es Corvus ¿Y tú? ¿Tienes nombre chica misteriosa?- al decir aquello se quitó las gafas, dejando ver unos ojos de color morado brillante que poco a poco comenzaron a cambiar a un tono marrón apagado con una línea negra alrededor del iris, sus ojos tenían una suave caída lánguida pero no muy pronunciada, los párpados y cuenca estaban pintadas de un tono negro suave, mientras que el borde de sus párpados estaban pintadas de un negro intenso.
-Me... Me llamo Meredith...- siguió sin mirar al vigilante del todo, aún agarrada a la capa, escondiéndose todo lo que podía. De pronto la joven se tambaleó un instante, haciendo que su cuerpo se apoyase contra la pared mirando ahora al contrario como podía. En aquel momento, Corvus se acercó rápidamente hacia ella -hey ¿Estás bien? Seguramente te has quedado sin energía- al instante la castaña se terminó de desmayar yendo hacia delante, quedando contra el cuerpo de Corvus que la tomó en sus brazos, pasando los brazos de ella alrededor de su cuello, dejando que la cabeza de la joven quedase recostada sobre su pecho -No... me hagas... daño... por favor- la palabras de Meredith sonaron casi sin fuerza antes de quedar totalmente desmayada -tranquila, ya nadie te hará daño nunca más... Te lo prometo- respondió Corvus con un tono suave.
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Este capítulo queda dedicado a una de las personas que sería, durante mucho tiempo, importante aunque ya no tengamos trato, quedando así Meredith basada en ella. Gracias M, por apoyarme en su momento para que escriba y disfrute de crear mundos donde vivir aventuras.
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Desierto de Sombras
FantasyEn un mundo donde los seres humanos viven tranquilos, hay quien vela por ellos en secreto desde hace demasiado tiempo. Ellos son los clanes que guardan al mundo de aquellas pesadillas, sueños y fantasías que tan solo creemos que son cuentos para dor...