☆ CINCUENTA Y TRES

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Le dolían los pies. 

Pensó que no sería tan cansador dar vueltas y vueltas, ya que estabaacostumbrado a jugar partidos largos en los que tenía que saltar y correr, esdecir, gastar más energía. Pero estaba más que claro que Jisung equivalía aun campeonato entero de básquet y futbol juntos. 

Su energía era sumamentesospechosa para él, pero si le llegara a preguntar qué era lo que consumía,probablemente le diría que eran las cinco cucharadas de azúcar que le poníaen la chocolatada. Aunque ahora que lo pensaba, vio que el menor preparabaesa bebida sin azúcar, así que estaba más preocupado que antes. 

Ya era el quinto suspiro que largaba, estaba oscureciendo, tenía frio, hambrey Jisung estaba tan frenético, feliz, que no quería arruinarle el momento,además que aún no encontró ese puesto en donde venden las diademas. 

Jisung aceleró el paso, prácticamente arrastrando a Lee cuando sus ojos porfin percataron la presencia de una señora que conocía perfectamente. 

—¡Levante los pies, hyung! —reprochó, sin mirarlo, solo quería llegar alpuesto de la señora. 

—¡Lo estoy haciendo! —quería maldecir, pero si lo hacía en frente suyo, nosería algo bueno para él. 

La idea era subir a un par de juegos y comer algo, no dar vueltas infinidadesde veces y hasta aprenderse de memoria los puestos y sus respectivosprecios. Sin embargo, no se arrepentía, es más, se entretenía al pensar en quesi fuera otra persona la que estuviese en el lugar del rubio, probablemente yale hubiera golpeado unas dos veces. O mínimo dejarlo plantado. 

—¡Jisunggie! —habló la señora con una sonrisa, levantándose de su puestoal igual que su hijo mayor. 

—¡Noona! —soltó la mano de Minho para poder abrazar a la señora quehace tanto no veía. 

—Pasó tanto tiempo... Yunho, saluda —le dijo a su hijo, quien saludó tímidohacia el rubio, borrando la sonrisa enseguida. 

Pues Minho lo estaba viendo de arriba a bajo con un semblante que dabamiedo y eso puso al muchacho nervioso.Jisung hizo un gesto muy característico de él: sonrió. 

Lee alzóexageradamente sus cejas, queriendo preguntarle de donde lo conocía, perola emoción que tenía el menor en este momento, logró que todos los rastrosde celos se fueran. Se veía tan lindo cuando tenía en frente las cosas que legustaban. En este momento, la señora le estaba mostrando muchas diademasespecialmente hechas para él.Tomó una con entusiasmo y se acercó a Lee para susurrarle. 

—Minho hyung, ¿le gusta mis orejitas? —preguntó, señalando la diadema ensu cabeza. 

—No. Te ves jodidamente infantil —espetó. 

Los ojos de Jisung se entristecieron enseguida, ¿por qué actuaba así? Se loreprocharía mas tarde, ya que su atención fue a parar a lo que Lee estabahaciendo: le sacó la diadema de la cabeza y buscó otra, para dejarla en elmismo lugar. 

—Con esta te ves más precioso. 

No le importó las miradas, solo quería que sus mejillas se colorearan de unlindo color carmesí, para completar una bella imagen que recordaría porsiempre. 

Y así sucedió, cuando terminó de acomodar su rubio cabello quehabía quedado algo desordenado por ser algo descuidado al colocar ladiadema.Sus mejillas pintadas de un color carmesí, el brillo labial que le dejaba másrosados los labios, y la diadema que era conformada por piedritas brillosasde distintos colores, de diferentes tamaños. Formaban delicadamenteflorcitas y hojas que, sumando la belleza de Jisung, quedaba como la octavamaravilla del mundo.Su octava maravilla del mundo. 

━ 𝑰𝒏𝒇𝒂𝒏𝒕𝒊𝒍 ✧ 𝑴𝒊𝒏𝑺𝒖𝒏𝒈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora