☆ TREINTA Y OCHO

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—Minho hyung —llamó, tirando de la sudadera negra del nombrado.

—¿Mhmh?

—Me duelen los pies.

—¿Y qué quieres que haga, que mágicamente me convierta en una silla? —los ojitos del rubio brillaron y por sus labios se asomó una sonrisa inocente.

—¿Puede hacerlo? ¡Cómo en los cuentos! —saltó de la emoción.

—Niño, esto no es un cuento, es la realidad —alzó su mano y golpeó sin fuerza la frente del menor. Siéntate en el piso, qué tanto lío.

—El piso está sucio... ¿cuánto falta para que abran? Mi pancita ruge —palmeó su estómago a la vez que balanceaba el peso de su cuerpo hacia la otra pierna, dejando descansar una.

Minho suspiró. Hace media hora bajaron del taxi, y pequeño detalle que no se dió cuenta: la confitería abría a las diez y apenas son las nueve y treinta.

Sinceramente, no sabía porque había hecho eso, ni siquiera gastaba el dinero para ir a su casa en taxi después de los entrenamientos, y lo vino a gastar todo en un viaje lejos del centro de Seúl, solo por un impulso.

Un estúpido impulso que le estaba gustando. A pesar de que lo estaba escuchando quejarse una y otra vez.

—¿Cuánto falta?

—Solo pasaron cinco minutos desde que preguntaste. Falta media hora. Sé paciente, porque yo ya estoy perdiendo la calma.

Jisung bufó. Sus piecitos dolían, justo ese dia había ido con unas nuevas zapatillas, que no eran para nada cómodas, pero si muy bonitas, ahora sentía como sus pies estaban siendo perforados por el suelo. Minho notó lo inquieto que estaba así que se quitó su sudadera y la dejó sobre el escalón de la entrada, sentándose él primero mientras le hacía una seña para que el rubio haga lo mismo.

—Pero se ensuciará...

—Tengo que lavarla de todos modos.

—Hyung sucio —espetó en un susurro, sentándose a su lado y sintiendo como sus pies se aliviaron enseguida.

—Te escuché, pero voy a hacer como que no pasó nada.

—¿Cómo siempre lo hace, no?

—¿Tienes ganas de pelear, enano?

—No soy enano.

—En vez de comer tantos dulces deberías comer yogurt, eso ayuda al crecimiento.

—Habló el que fuma.

Minho apretó su mandíbula, dispuesto a sacar un cigarrillo y tirarle todo el humo en la cara. Y como lo deseó, ahora mismo estaba prendiendo uno, para darle una larga calada, sintiendo encima suyo la mirada juzgadora de Jisung, así que le aventó el humo para borrársela. El rubio tosió, no era exagerado, esta vez si que le había entrado el humo en su garganta.

—Ya, ya, no es para tanto —dijo, tratando de que la tos pare, golpeando su espalda.

—Lo odio.

Minho sonrió.

—No es novedad.

Lo observó de reojo sacar un libro bastante grande, y cuando lo abrió no supo si reír o irse corriendo. Había traído esos libros para colorear, ahora solo quería ver si trajo todas esos lápices y fibrones que tenía en su escritorio, pero solo sacó el estuche que traía normalmente a clase y de allí un par de lápices que comenzó a usarlo para terminar el dibujo de un gato con botas.

—¿Traes eso siempre? —preguntó cuando la duda se instaló en su cabeza.

—Nop, es que corría el rumor que el profesor de química faltaba hoy, y como Félix tiene que asistir al taller de artes y Jeongin a su clase, iba a estar solito, entonces lo traje. Tan mal no resultó, porque estoy aquí, aburrido.

—No está tan mal... tienes que aprender a disfrutar del aire, no entiendo como siempre tienes que hacer algo.

—Disfruto del aire, si no fuese así, no me hubiera bajado del taxi. Solo es que tengo que entretenerme, porque siempre me gusta hacer algo.

Minho asintió, tomando nota mentalmente. Se recostó sobre la pared, teniendo al frente una vista directa hacia Jisung, viéndolo casi sin pestañear cómo coloreaba. El rubio estaba tan concentrado que tampoco pestañeaba, tratando de no salirse de las líneas como el mayor dijo. Y es que, a veces sí se salía de las líneas, pero su psicóloga había dicho que era parte del proceso de aprendizaje. Antes, si que se solía molestar porque no podía controlar su fuerza y terminaba saliéndose del límite, hasta que lo charló y supo que era común. Podía decirle esto a Minho, para que pudiera dejar de burlarse, pero no era necesario.

Si quería burlarse, que lo haga. Pues más razones le daba para alejarse de él

Pero no podía.

No podía alejarse de Minho por más que su mente quisiera, su corazón le pertenecía y lo sabia Lo sentía con todas sus fuerzas, lo había atrapado como en esos dramas, incluso peor.

Lo quería mucho.

Por otro lado, Minho maldijo internamente, ¿cómo diablos iba resistirse a ese puchero que estaba formando sus labios? Hasta brillaba por el labial. Necesitaba sentirlo contra sus labios y el sabor a sandía entrando en su boca lentamente. Pero claro, debió fumar en el baño de la escuela y que, por casualidad, Jisung entrara en el momento justo para hacerle el típico sermón de siempre.

¿Cuándo dejó que un simple niño tuviera semejante control sobre él?

Tiró el cigarrillo y lo pisó con su pie perezosamente. Tensó su mandíbula al notar como de un puchero había pasado a un pequeño pico. Apartó la vista, recordando el "no besitos" de su parte. Sus ojos se concentraron en como los autos pasaban con extrema rapidez y en como uno de ellos frenó en seco, haciendo que el chirrido sea tan estruendoso que perforá sus oídos. Pero no fue el casi accidente que lo alarmó, sino en como Jisung cubrió sus orejas, tratando de no escuchar nada, a la vez que mecía su cuerpo de adelante para atrás, totalmente asustado.

—Hey, hey... —se acercó a el y le quitó el libro que estaba en sus piernas para girarlo y ver su rostro.

Las lágrimas se escurrían de sus ojos, mientras apretaba aún más sus manos contra sus oídos, viendo totalmente distorsionado como las personas que iban al volante discutían por quién tenía la culpa.

—Jisung, tranquilo, no pasa nada...

Trató de calmarlo, pero no sabía qué hacer, ni siquiera sabía qué era lo que le estaba pasando. No sabía si era un simple susto o el comienzo de un ataque de pánico. Respiró hondo y apartó sus manos de las del menor para llevarlas por debajo y tomar su cuello con delicadeza, logrando que lo mirara.

—Todo está bien. Respira... inhala... exhala.

Su voz sonaba asustada, más porque no sabía qué era lo que estaba haciendo con exactitud, pero mientras hacia el mismo ejercicio junto a Jisung, él también se calmaba.

Cuando pensó que ésto había terminado, el rubio abrazó el cuerpo fornido del mayor, en busca de protección. Y Minho solo se encargó de oler su cabello, maldiciendo por lo bien que se sentía tenerlo de esa forma.

━ 𝑰𝒏𝒇𝒂𝒏𝒕𝒊𝒍 ✧ 𝑴𝒊𝒏𝑺𝒖𝒏𝒈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora