☆ OCHENTA Y CINCO

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Minho pasó su brazo alrededor de los hombros del menor, protegiéndolo de alguna manera, mientras avanzaban por los pasillos del supermercado para ir hacia el auto. 

Una vez fuera, sintió como el cuerpito de Jisung tembló y no pudo evitar dejar algunas caricias para que al menos parara un poco. Abrió la puerta del auto, para que el rubio entrara y una vez sentado, se encargó de ponerle el cinturón. 

—¿No haremos galletitas? —preguntó en un susurro, tomando el brazo que antes fue apretado con suma fuerza por Yunho. 

—Pensaba ir a otro supermercado a comprar. 

—¿Y mis guantesitos? Había encontrado unos... Y de gruñosito, seguro los dejé caer cuando él me tomó del brazo. 

Minho quería matarlo. Destrozar su estúpida cabeza contra el pavimento, sin importarle nada. Quería que Yunho desapareciera. Negó, tratando de evitar esos pensamientos que solo hacían aumentar su ira. 

—Haremos las galletitas, bebé —afirmó, colocándose en cuclillas para ver el rostro del rubio—. ¿Puedes esperarme aquí cinco minutos? Iré por tus guantes y por los ingredientes, ¿de acuerdo, enano? 

Jisung asintió. 

¿Debía dejarlo solo? Su rostro aún tenía lágrimas, estás no paraban de salir y hacían el mismo camino que algunas lágrimas ya secas. 

—L-Lo espero, hyungcito... ¿puede ponerme los Ositos Cariñositos? —señaló con su pequeño dedo índice la pantalla del tablero. 

—Descargué nuevos capítulos, pensé que te gustaría —Jisung asintió—. Daré la vuelta para colocarlo —avisó y no obtuvo respuesta. 

Y Jisung respondía hasta cuando respirabas. Cerró la puerta, esperaba no pasarse de fuerza y azotarla, no quería asustarlo, lo que quedaba el resto del día, era literalmente mimarlo y, cuando todo esté bien, convencerlo de hablar con su madre al respecto. 

—Iré ahora, ¿si? —dijo, dándole los últimos clicks a la pantalla y esperó a que la imagen de la animación aparezca. 

—Vaya hyungcito, que me están dando ganas de abrazarlo, y cuando eso pasa, no quiero soltarlo —Minho sonrió. 

—Está bien, ¿no necesitas algo más? —el rubio negó—. Llámame si eso cambia. 

Jisung quería responder, pero cuando las palabras quisieron salir, Minho ya estaba en camino hacia el supermercado. 

¿Se habrá enojado?Fue la pregunta que rondaba por la cabecita de Jisung. Subió sus piernas al asiento, luego de quitarse sus zapatillas, y se abrazó a sí mismo, sintiendo como las lágrimas inundaban su rostro de nuevo, no por esa pregunta, sino por las que comenzaron a atacar su débil mente. 

¿Por qué Yunho hyung no entendía? ¿Por qué tenía que ser tan malo? ¿Porqué llegar a este punto y obligarlo a hacer algo que no quería? 

Al principio no entendía por qué Yunho se comportaba así, pero poco a poco lo fue comprendiendo. 

¿Entonces, por qué él no podía comprender que no lo quería? Que nunca llegaría amarlo como ama a Minho.

 Él no entendía. 

No sabía lo que era ser autista, que las cosas insignificantes para otras personas, como el no hacer la tarea en el horario ya establecido, era sumamente importante y esencial cumplir como ya estaba pensado. 

Yunho no entendía. 

No sabía que los dulces le gustaban mucho, tanto que le hacían doler la pancita. No sabía que prefería la chocolatada, y que el té lo tomaba cuando se sentía mal. 

Yunho no entendía. 

Que le gustaban las series para niños, las princesas, las barbies. Maquillarse sin sentir vergüenza y vestir colorido

Yunho no entendía, que Minho entendió primero. Lo aceptó tal cual es. Con algunos problemas en sus inicios, pero conforme fue pasando el tiempo, Lee había crecido como persona. 

Yunho no entendía. No entendía que Minho no lo obligaba a hacer cosas que no le gustaran. No lo obligaba a beber té, a cambiar sus horarios, incluso, se adaptó a ellos. 

Yunho no entendía. 

Minho miraba los Ositos Cariñositos con él, pintaba con él, y ansiaba sus dibujitos como si fuesen los regalos más apreciado que alguien pudiese tener. 

Yunho no entendía que amaba a Minho con todo su corazón. 

Todos sus pensamientos se esfumaron cuando vio pasar al chico que lo tomó bruscamente del brazo. Miraba para todos lados, como si estuviese buscando algo y Jisung entró en pánico. Su corazón comenzó a palpitar, el aire a faltarle y su cuerpo tembló por el miedo que le infligía verlo. 

Se quitó el cinturón y corrió a ver si las trabas de las puertas estaban puestas, pero no era así. Colocó las delanteras primeras y luego fue a los asientos traseros. Una vez puestos, corroboró si la puerta se podía abrir, y pudo respirar cuando sintió que estaba a salvo. Volvió al asiento delantero y se abrazó a sí mismo, de nuevo, con miedo. 

Sus ojos seguían cada paso que aquel chico daba y largó todo el aire que estuvo conteniendo cuando por fin se fue. Cerró sus ojitos, hasta sus manos ardían por haberlas pellizcado en un intento de no tener un ataque de pánico. Inhaló y exhaló varias veces, pero unos golpes en la ventana del conductor lo asustó como nunca se había asustado en su vida. Sin embargo, en cuanto vio a Minho, fue rápidamente a destrabar la puerta y abrirle, al igual que no tardó en darle un fuerte abrazo. 

—Estás asustado, ¿qué pasa? ¿Por qué no me llamaste? —Minho sintió una extraña fuerza y necesidad con la que Jisung lo abrazaba, además de que su cuerpo temblaba—. Carajo, no debí dejarte solo... 

—Hyung, hyung, hyung, hyung —repitió, sintiendo como el frio del pavimento inundaba su cuerpo, por sus pies descalzos. 

—Aquí estoy, bebé —le brindó varias caricias, haciéndolo sentir bien enseguida—. ¿Estuviste asustado así todo el tiempo en el que yo no estuve? Me hubiese quedado... 

—N-No, es que... Yunho, pasó por aquí y me dio miedo, fui rápidamente a colocar las trabas de las puertas —las lágrimas inundaron de nuevo su rostro y su voz se quebraba cada vez que quería mencionar algo—. Y-y casi te-tengo un ataque de pánico... hyungcito, quiero ir a casa, po-por favor. 

—Iremos, pero antes, necesito que respires, ¿sí? Mira lo que te traje —dijo, buscando algo en la bolsa, y cuando lo tuvo, se lo entregó a Jisung, y notó como sus ojos brillaron—. Ahora tendrás las manos calentitas. Mira siempre donde los dejas, aunque, no tengo problema en comprarte más, pero no estoy diciendo que los pierdas... ¿me estás escuchando? 

La sonrisa de Jisung era enorme y Minho pensó desde hace cuanto no sonreía así, dándose cuenta que odiaba verlo triste, por que no era su niño. Los guantes de Gruñosito le habían alegrado, al menos unos minutos. El rubio saltó feliz y lo abrazó fuertemente. 

—Te amo con todo mi corazoncito, Min. 

Confesó, sin poder ver cómo los ojos del mayor brillaron en demasía. 

—Te amo también, enano con manos pequeñas. 

Y Jisung sonrió, amando aquel nuevo apodo.

━ 𝑰𝒏𝒇𝒂𝒏𝒕𝒊𝒍 ✧ 𝑴𝒊𝒏𝑺𝒖𝒏𝒈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora