☆ TREINTA Y TRES

4.1K 596 360
                                    

No pestañaba, no hacía alguna mueca ante el humo de la comida que se estaba introduciendo por sus fosas nasales. No estaba comiendo, solo pasaba el tenedor superficialmente sobre el espagueti, para ver si las ganas de comer volvían.

Haber venido fue un error. Claro que era la casa en donde habitaba sus padres, y él tenía que vivir allí, pero desde que cumplió los dieciocho, vivía más en la casa de Changbin que en donde estaba ahora. Solo venía a almorzar o a cenar cuando su madre se lo pedía, y casi siempre era cuando su padre estaba fuera de la ciudad, y claramente, hoy no era uno de esos días.

El hombre estaba sentado en la punta, degustando la comida que la cocinera hizo, especialmente por la presencia del único hijo de la familia y a pedido de Hyerim, la señora de la casa.

—Me imagino que estás estudiando —musitó el hombre mientras se limpiaba su mentón, pues una gota de salsa había caído por allí.

—Si.

—Entonces quiero verlo reflejado en tus notas, ¿de acuerdo? No quiero que pierdas otro año. Todos dirán eres un inepto y que no puedes agarrar dos hojas para memorizarte unos cuántos párrafos.

No respondió, solo largó un suspiro y soltó el tenedor, logrando que el impacto del metal contra la porcelana blanca, perforara sus oídos.

—Quizás no debas enfocarte en lo que dirán las personas, te sacará más canas de las que ya tienes.

—Minho —retó su madre.

—Me vuelves a faltar el respeto así, y juro que saldrás con un dedo menos —amenazó para que comience a tener miedo.

Más del que ya le tenía.

Pero a Minho no le importaba, ¿acaso él se iba a quedar callado? No, ni aunque eso le cueste unos cuantos golpes, un dedo, o incluso la vida.

Comenzó a recordar el porqué se fue de esa casa. Su madre era necia, ella podría divorciarse tranquilamente, pero estaba más que claro, incluso para Minho, que su madre dependía de ese hombre. No con dinero, sino con amor. Esa mujer lo amaba tanto que quién sabe cuántas infidelidades perdonó.

Minho lo sabía y eso le daba más bronca, que él se aprovechaba de su inocencia, de su bondad. Y se preguntó que tan igual era a su padre.

—Me voy.

—Pero no has comido nada... —la voz de Hyerim sonó triste.

—Déjalo. Que se muera de hambre, bastante le damos y ni siquiera nos agradece.

—No tengo hambre, mamá -dio por finalizada la conversación.

Salió de la casa, sintiendo como el viento congelaba su sangre, sorprendiéndole el hecho de haber salido sin un solo golpe. Minho sabía a la perfección el temperamento de su padre, y por eso, le encantaba jugar con él.

Sus pies chocaban contra el pavimiento, estaba cansado, pero aún no quería ir a la casa de Changbin, así que decidió perderse por ahí, hundiéndose en sus pensamientos, o procesando lo que había pasado en la mañana. De, literalmente, hacerle perder el tiempo de clases, para encerrarlo en un salón y preguntarle como estaba por el golpe que le dio Wonwoo cuando meses atrás se reía sin ganas con él.

Odiaba que Jisung provocara eso en él. Era como si su mente, cuando estaba en paz, estaba él y no salía más hasta que cerrara los ojos y se dormía, pero al día siguiente siempre lo veía, y todo se volvía repetir.

Lo odiaba. Pero odiaba más el hecho de que no podía odiar a Jisung.

Y sin querer, sin tener conocimiento, ya estaba parado frente a una puerta que conocía, solo esperaba que su madre no lo echara por la repentina aparición. Golpeó la puerta fuertemente, y como no obtuvo respuesta pasado los cinco minutos, decidió golpear de nuevo, más fuerte, como si fuese un desquiciado.

—¿Q-Quién es? —escuchó una voz por detrás de la puerta, esta temblaba.

—Soy Minho, ¿puedes abrir?

—¿Has venido por mis órganos? —preguntó sin tono de broma, pues los golpes de la puerta, sí que le habían espantado.

—No, yo solo vengo a... En realidad no sé a qué vine, solo quiero me abras.

Y como quería, la puerta fue abierta, para encontrarse a un Jisung en pijama, sin maquillarse y despeinado. Estaba totalmente dormido.

—¿Q-Qué hace aquí? ¿Por qué golpeó así de fuerte? Pudo mandarme un mensaje o llamarme.

—¿Te asusté mucho? —probablemente, antes hubiese reído a carcajadas ante esta escena tan infantil, pero ahora, solo quería abrazarlo.

Sin embargo, se quedó en su lugar, aguantando las ganas.

—Pase.

Jisung abrió un poco más la puerta, dejándole espacio para que entrara. Minho, al dar el primer paso, sintió ese ambiente acogedor como la primera vez que entró. Le encantaba estar allí, era como si la paz misma reinara en esa casa.

Y ahora estaba en una batalla consigo mismo al preguntarse si era la casa o la presencia de Jisung, desde que llegó.

—¿Estás solo? —preguntó mientras se sacaba el abrigo y miraba una foto de un niño que tenía las mismas mejillas de Jisung, por eso suponía que era él. Con su madre y un hombre que no reconocía en lo absoluto, pero también supuso que era su padre.

—Si, mamá regresa mañana.

—Oh... ¿Durmiendo tan temprano? —señaló con su dedo índice el pijama.

—Mañana es un dia muy ocupado y necesito muchas energías —dijo con una notoria sonrisa.

—¿Ah, sí? —Jisung asintió cabizbajo al notar como Minho comenzó a acercarse—. ¿A dónde irás?

—Iré al parque de diversiones con Innie y Lixie... ¿Le gusta el parque, hyung?

Olvidó la cercanía del mayor y levantó su cabeza. Quería ver los ojos brillantes de Minho, quería verlos y perderse en ellos al menos un momento hasta caer en la realidad.

—Nunca fui.

—¿Cómo que nunca fue? Me ofende —Minho rió.

—No me llama la atención.

—¡Pero si es precioso! Tiene juegos, tiene feria, ¡Y lo mas importante, mucha comida! —Minho rió por segunda vez—. Me encantaría poder invitarlo, pero ya sacamos las entradas... ¿Si lo invito, iría?

—Depende.

—¿Depende de qué?

—¿Nosotros solos o con tus amigos?

Jisung iba a responder, pero la timidez llegó a él como balde de agua fría. Y allí estaba, tratando de no caer en esa pregunta.

—Tramposo —rodó los ojos y los alejó del pelinegro, pero estos volvieron con asombro, luego de que Minho posara una mano en su cintura.

—¿Quieres saber una cosa? —el rubio asintió, un poco inseguro—. Me vuelves loco.

Jisung lo miró extrañado, con su ceño fruncido, tratando de entender esas tres palabras. O más bien el sentido.

—No entiendo... volverte loco, ¿de qué forma?

—Adivínalo.

Jisung iba a bajar su cabecita para poder pensar, pero el pelinegro posó una mano sobre su mentón y lo alzó, arrebatándole el tiempo para procesar lo que acabó de pasar, ya que enseguida apoyó sus labios sobre la boca del menor. Esta estaba sin brillo labial, pero aún sabía a sandia.

Era jodidamente espectacular.

━ 𝑰𝒏𝒇𝒂𝒏𝒕𝒊𝒍 ✧ 𝑴𝒊𝒏𝑺𝒖𝒏𝒈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora