48. Cleopatra.

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48.Cleopatra.

ALONSO

Regina ha estado actuando de forma extraña desde que volvimos de Venezuela. Casi no la vi en los últimos días porque llegaba tardísimo a dormir y se iba después de desayunar. Quizá otros no lo noten, pero mi sentido arácnido detecta que está manejando un nivel altísimo de estrés.

Me explicó que hubo pequeñas discrepancias con el gobierno de ese país. Leí sobre la corrupción del lugar y espero que no se involucre en cosas turbias, bueno, es madam Azzarelli, sé que la moral de mi novia es gris, pero... sólo no quiero que esté en problemas.

Lo genial es que anoche logré que desconectara de todo y se concentrara en recibir placer. Fue fabuloso ver cómo se relajó. En la tarde, después de que Ryan le cante cumpleaños y ya que se quedará en casa con Bianca, Regina se va al Sekhmet para prepararse mientras a mí me toca hacerlo en el hotel de lujo donde nos quedaremos en la noche.

Hospedaje que costeo yo.

Me siento indestructible usando loriga, clámide roja, corona de laurel sobre mi cabeza y portando una espada de plástico. El código de vestimenta es acorde a la fiesta con temática egipcia; sin embargo, bien se sabe que los romanos se relacionan con la cultura y las raíces de la cumpleañera.

Las afueras del hotel se encuentran atestadas con autos deportivos y costosos. La mayoría de los invitados pertenecen a la élite internacional. Palmeo la espalda de Nathaniel cuando paso a su lado en el estacionamiento. Mis gladiadores ya se están formando para partir y escoltar a los sirvientes que llevarán las ofrendas.

—Meta la panza y enderece la postura, soldado —indico firme a mi hermano.

—No tengo panza —replica divertido y se pone el casco—. No sé por qué critican tanto a los escoceses, si esta falda te hace sentir las bolas fresquitas.

Paso una mano por mi rostro.

—Por favor, dime que te pusiste ropa interior.

Sonríe ladino.

—El monstruo del lago es muy grande para andar libre.

Niego mirándolo con advertencia.

Repasamos una última vez las instrucciones, acaricio la cabeza de los caballos blancos, y subo a la biga cuando Vladimir me avisa por el auricular. Los músicos van adelante tocando la marcha de victoria. Detrás de mí, Nathaniel y el resto de robustos modelos figuran como mi tropa de tenaces gladiadores. Los sirvientes cargan cestas con presentes que serán repartidos entre los invitados. Llegamos a la playa por un camino de piedra flanqueado por antorchas, hasta la zona adecuada para nuestra entrada triunfal. Atravesamos unas columnas y cada ojo curioso se posa en nosotros. Un grupo de egipcios nos reciben, y bajo de la biga en medio de una lluvia de aplausos.

Reconozco a varios rostros importantes de la política. Dorothy me explicó que son invitados estratégicos. Por otro lado, están las estrellas, cantantes, actores y modelos. Luego vienen los empresarios de gran prestigio con el suficiente poder para influenciar en nuestro día a día.

El lugar está decorado con grandes pirámides, esfinges, columnas, monumentos, hologramas de animales exóticos, un montón de mesas y grandes carpas. Se respiran el aroma salado inherente a la playa, los inciensos y las especias que destilan los bufés culturales. Los musculosos meseros sin camisa vienen y van con bandejas llenas de platos y copas.

Nathaniel no pierde segundos en saludar a varias mujeres que se nos acercan. Veo a otras codear a sus amigas para que nos miren.

—Esas bellezas no nos quitan los ojos de encima. ¿Te importa si voy a alegrarles la noche?

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora