30. L'affare

584 86 76
                                    

30. L'affare

REGINA

Ryan se queda dormido más fácil con mis caricias en su cabello, sus mechones dorados más suaves y fuertes que antes de que llegara a su vida. Aprecio lo feliz que se ve, incluso estando inconsciente, antes de besar su frente y tomar su móvil de la mesita de noche.

Lo configuré con control parental antes de regalárselo, cualquier interacción con redes sociales e internet es acorde a su edad; sin embargo, mi ceño se frunce revisando Whatsapp.

Joe: ¡Responde pequeña sabandija!

De inmediato asocio el nombre a Joe Ruiz, ex de Sarah y dueño del cuchitril en donde vivían, a pesar de que el tipo tiene de foto de perfil una moto barata. No hay mensajes previos lo que me indica que posiblemente Ryan borró la conversación.

Mis dientes rechinan al pensar que lo está acosando. Siento el impulso de despertarlo para que me explique qué demonios significa esto, pero conociéndolo, podría cerrarse más.

Desconfiada, saco capturas de pantalla, las envío a mi número personal y bloqueo al tipo. Le di la noche libre a Rivers con Bianca por lo que comentaremos el tema luego. Encuentro mi habitación vacía. Busco mi móvil personal y reenvío las capturas a Julius y Mashiro para que investiguen. A Claire le pido que recupere la conversación e intervenga los teléfonos.

La información es poder.

Ese tipo es hombre muerto si me entero que es el maltratador de Ryan. La perra que tiene por madre debió protegerlo y no lo hizo. Mis palmas pican por retorcer un pescuezo. Demandarla hasta por el aire que respira no me parece suficiente.

Cierro los ojos y tomo una profunda bocanada de aire.

—Savage, ubícame a Alonso —ordeno.

Necesito distraerme o acabaré enviando a Hank de cacería.

—Está en la cocina.

Me muestra la imagen de la cámara de seguridad en mi móvil. Che diavolo? Alonso apura un vaso lleno de lo que presumo es Pepsi, engulle mis quesos de maridaje y unos embutidos que no sé de dónde diablos salieron, mientras se prepara un enorme sándwich grasiento. Apenas y respira entre los bocados. En la encimera hay un envase vacío de helado y otra caja de pizza parecida a la que cenamos hace un rato.

Me apresuro a bajar.

Se pone de pie de forma abrupta en lo que me nota. Sus ojos tristes cargados de frustración impiden que pueda decirle algo venenoso sobre el colesterol. Traga antes de hablar, sus mejillas ruborizadas.

—Prometo reponerte todo mañana —musita con culpa y empieza a recoger las viandas de queso importado de Italia.

—No me preocupa la comida, me preocupas tú. —Llevo las manos a mi cintura—. Los atracones no son sanos.

Soy honesta aunque duela.

—Estoy ansioso —Me ofrece de su sándwich, niego y lo acaba en tres mordiscos.

Evito arrugar la nariz.

—Existen otras formas de aplacar la sensación. —Acaricio su brazo.

Menea la cabeza y se lava las manos.

—Me estoy desesperando, Regina.

Su tono dolido me deja fuera de lugar.

—Cambié mi estrategia y efectuaremos el lunes —murmuro—. Me gustaría interceptar a Eleazar mañana mismo, pero no es prudente.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora