40. ¿Pasado sepultado?
REGINA
Italia, veintidós años atrás.
El piso bajo mis pies es lodoso y ensucia mis zapatos rojos mientras corro entre las vides. Escucho los pasos de Fabrizio acercarse y me apresuro. Decido entrar en un enorme arbusto sabiendo que no me encontrará porque tiene demasiadas espinas. Esquivo varias, evito dañar mi piel pero otras rasgan mi camisa roja.
Unos minutos después, escucho a Fabrizio perseguir a Nino, luego protesta alegando que hizo trampa. Siento alivio notando que se frustran buscándome. Me distraigo trazando dibujos en la tierra con una ramita para no aburrirme esperando. Quiero ganar el tiramisú que apostamos.
Respingo cuando se escucha un trueno.
—¡Nos rendimos, Regina! ¡Sal! ¡Tú ganas! —grita Fabrizio a una distancia considerable.
Sonrío victoriosa.
Salgo de mi escondite, pero la emoción me hace olvidar las espinas y acabo haciéndome raspones muy dolorosos en los brazos. Lágrimas se acumulan en mis ojos y aprieto mis puños, no quiero llorar delante de mis amigos que corren hacia mí.
—¿Estás loca? —espeta Fabrizio preocupado y me revisa—. ¿Por qué te metiste ahí?
—Les gané. —Mi barbilla tiembla al levantarla.
—¿Duele mucho? —insiste.
—Un poquito —miento.
—Mi tío se enojará. —Nino retrocede horrorizado—. Me voy. No quiero que me castiguen.
Fabrizio lo fulmina mientras corre en dirección contraria pero vuelve a concentrarse en mí.
—Nino tiene razón —lamento—. Vete también antes de que alguien nos mire. No quiero que tu papá o tú se metan en problemas con el mío. Ya sabes cómo se pone.
Su padre y el tío de Nino son trabajadores del señor Emanuele, por lo tanto, como mi papi es el capataz del viñedo, nadie quiere verse involucrado con las lágrimas de la hija de uno de los jefes.
Son mis únicos amigos y saben cómo divertirse. No quiero perderlos. ¿Con quién voy a jugar? Mis compañeros de escuela son tontos y me tratan mal.
Se oye otro trueno y percibo que la temperatura desciende por las corrientes de aire que me ponen la piel de gallina. Fabrizio se quita el suéter sucio de tierra, quedando en camiseta, y me lo entrega. Su cabello negro es menos intenso que el mío, sus ojos color miel son bonitos, tiene la piel morena y tostada por el sol. No vamos al mismo salón porque es un año mayor que yo.
—Escuché a mi hermano decir que viene una tormenta. Esto te cubrirá del frío y ayudará para que nadie te vea los raspones. Iremos a mi casa para que mi mamá te limpie la herida. Estará encantada si le digo que te invité a cenar. —Sacude la tierra de su mano en su pantalón antes de tomar la mía—. Vamos antes de que se infecte.
Niego y le devuelvo su suéter.
—No puedo. Tu mamá acabará llamando a la mía.
Me suelta, comprendiendo mi apuro con pesar.
—Te escapaste otra vez —musita
—Lo siento. Nos vemos otro día para que me des mi helado. —Beso su mejilla y corro hacia mi casa.
Papá se fue de viaje a la Toscana para asesorar al capataz de otra hacienda del señor Emanuele. Cada vez que eso sucede, mamá aprovecha para salir con sus amigas por largas horas, incluso hay veces en que regresa después de medianoche. Es sigilosa para que nadie más se entere, pero yo lo hago. No le digo a papá porque no quiero que ella se enoje, da miedo cuando lo hace; además, me explicó que es normal en la vida de una mujer adulta y más cuando su esposo trabaja demasiado.
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Resiliente Fulgor ©
RandomBilogía Reina. Tomo II ¿Dominar el mundo? Quizá sea un objetivo muy ambicioso para el ciudadano promedio, pero para Regina Azzarelli, no. Su reputación quedó destruida después de un desfalco, muchos creyeron que fue suficiente para sacarla del juego...