26. Una leaderessa.

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26. Una leaderessa.

ALONSO

Me despierto desorientado con el corazón retumbándome en el pecho peor que un tambor. Jodida pesadilla. Aprieto los párpados. Veo imágenes borrosas de mi hermana tirada en el suelo... sangre... luego Nathaniel y Otto... Algo se aferra a mí, abro los ojos y, aunque no veo nada, recuerdo que no estoy solo en la oscuridad.

Regina duerme profundamente sobre mi pecho. Está agotada. Horas atrás nos devoramos sin control en su despacho. La abrazo disfrutando el peso de su cuerpo desnudo sobre mí. El aroma a coco de su cabello eclipsa mi inquietud, su respiración golpea contra mi cuello y siento la suavidad de sus manos en mi piel.

Las cortinas están cerradas por lo que es imposible detallarla. Sólo un psicópata duerme así. Cierro los ojos y trato de conciliar el sueño de nuevo... hasta que entiendo que es inútil y salgo cuidadosamente de la cama. Tanteo sobre la mesa contigua buscando mi móvil, pongo la linterna y alumbro el camino al baño.

¿Será que la vampiresa posee visión nocturna y no me lo ha dicho?

No tengo ánimos para contestar los mensajes de Luther pidiéndome prestado el Batimóvil, menos los de mis seguidores preguntando por qué estoy desaparecido de mis redes. Lena me matará pero sólo me he puesto al día con las clases online.

La música y el sexo se convirtieron en mis analgésicos para el dolor.

Es cobarde de mi parte pero todavía no quiero afrontar el vacío en mi apartamento. Ya tengo la laptop aquí. Vladimir buscó mi saxofón y Regina ofreció que usara la parte de la casa que encontrara más cómoda para conectarme con mis alumnos. Esta noche atenderé a la misteriosa personita que recomendó siendo Armagedón.

La reina del misterio no me dio detalles.

Falta poco para que den las cinco de la mañana. Me duele saber que no podré llevar a mis sobrinos a la escuela. Nos hemos comunicado por videollamadas. No sé cómo les daré la noticia sobre la pérdida de Otto.

Todavía escuece.

Desde mi época universitaria, me acostumbré a ser perseguido por él durante las mañanas. Suspiro profundo, tragando el nudo en mi garganta y bajo las escaleras para ir a la cocina. Se siente raro deambular en esta casa tan grande y lujosa. Los pasillos no están oscuros pero sí desola...

—Buenos días, Alonso.

Me sobresalto.

Giro y veo a Bianca esbozando una sonrisa amable. Tranquilo, soldado. ¿Por qué estoy tan nervioso?

—Buenos días —murmuro.

—¿Te apetece desayunar? Regina suele comer a esta hora.

—Sigue dormida —digo y alza las cejas—. Iré por agua y luego a entrenar. Mi estómago no se despierta tan temprano.

Sólo quiero quemar la frustración llevando mis músculos al límite.

—No te quito más tiempo. Me alegra que Regina pueda descansar contigo. —Sacude su mano en despedida—. Le haces bien.

¿Todavía sufre de insomnio?

Tomo una botella de agua de la nevera y bajo al sótano. Regina me informó que las otras puertas en el área de estar son un sauna, un cuarto de servicio y un gimnasio. Me sorprende ver que hay un tubo de pole dance no muy lejos de una pared espejo.

Uso únicamente un pantalón deportivo, tanteo la pantalla en la pared hasta que consigo poner Get Low de Butch U en los altavoces. Comienzo mis estiramientos antes de subir a la cinta de correr. Prefiero hacerlo al aire libre, mas no tengo ganas de salir a explorar el vecindario o... correr solito sin Otto.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora