20. Senza paura di fallire.

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20. Senza paura di fallire.

REGINA

Italia, veinticuatro años atrás.

Mantengo mi vista clavada en mis manos hechas puños. Una sensación intensa recorre mis venas. Mi enojo es incontrolable y sólo quiero romper algo. Estoy sentada en una de las sillas del pasillo frente a la oficina del director por culpa de Baldo. No me arrepiento de lo que hice. Volcó su jugo sobre mis cuadernos, escupió en mi merienda y se burló de mi palidez. Es un grandísimo tonto.

Espero que el hada de los dientes no le traiga nada.

La puerta se abre.

Mamá me mira con severidad y me encojo en la silla. Cualquier emoción es sustituida por miedo. Hago una mueca cuando toma mi mano con brusquedad y me hala fuera de la escuela.

—¿Me expulsaron? —pregunto en voz baja.

No contesta.

Cada vez que intento decir algo, me calla con su mirada escalofriante. Tomamos un taxi para ir a la hacienda, el viaje es silencioso y tenso. Caminamos por un sendero de tierra que lleva a la pequeña casa aledaña a los terrenos vinícolas del señor Emanuele. Mamá abre la boca sólo para saludar a los trabajadores que nos topamos.

Apenas entramos y cierra la puerta, enreda su mano en mi cabello y me arrastra a mi habitación ignorando mis disculpas. Me arroja al suelo haciendo que mis rodillas se raspen y desaparece, mas no cierra la puerta ¿Estoy castigada? Me levanto temiendo que mi escultura de arcilla dentro de mi mochila se haya roto.

Con manos temblorosas saco el caballo que hice para mi papi. Respiro con alivio. Está entero. Quiero sorprenderlo cuando regrese de su viaje. Sin embargo, mamá vuelve y me jalonea con fuerza, haciendo que el caballo resbale de mis manos y se quiebre. Rápido presiona mi cara con vigor contra el colchón.

El primer golpe con un cinturón me arranca un grito.

—¡NO, POR FAVOR! —Pataleo.

—¡Te lo ganaste! —Me vuelve a pegar, el dolor es pulsátil—. No te expulsaron porque no permitiré que nos avergüences. Te convertiste en un animal salvaje y adivina a quién responsabilizan. —Hinca sus uñas en mi cuero cabelludo, me saltan mares de lágrimas con los golpes que intercala entre las palabras—. Pasquale estará muy decepcionado de ti. No entiendo por qué te da tanta atención.

—¡Papá me ama!

Otro golpe. Uso falda y el cinturón se me clava en la carne. Trato de zafarme pero me sujeta con mayor salvajismo.

—¡No lo mereces! ¿Cómo crees que se sentirá cuando se entere que te fuiste a los golpes con un niño inocente, lo mordiste y le sacaste un diente?

No quiero que papi me odie.

—Perdóname —susurro sin fuerzas—. Para, mamá, por favor —suplico después de otros cuatro espantosos azotes.

Sus ojos verdes están inyectados en sangre. Masculla palabras que no entiendo, tomo una bocanada de aire y aprieto los párpados preparándome para el siguiente golpe que nunca llega. Escucho sus pasos alejándose y sale cerrando de un portazo.

Subo torpemente a la cama, me sepulto bajo las sábanas boca abajo y sumerjo mi cara en una almohada para ahogar los gritos y sollozos. Tengoraspaduras con sangre. La espalda, mi trasero y las piernas me arden. Me arde el cuerpo entero.

Papá me odiará cuando regrese.

Siento que acarician mi rostro y me despierto sobresaltada, la piel me escuece. La luz natural ha desaparecido, afuera está oscuro y la lamparita es lo único que me permite mirar la cara triste de mamá, sostiene un plato con pizza y una crema árnica. Mis mejillas se empapan de nuevo. Me revuelvo, no quiero que me toque.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora