31. La posta.

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31. La posta

REGINA

Nos vamos por separado del club para evitar especulaciones, sin embargo, diez minutos después, Enrique aparca la camioneta a un lado de la carretera rodeada por campos muy bien cuidados. Mientras le escribo un correo a Wallace para reunirnos antes de mi viaje a Alemania en mi IPad, mi móvil personal vibra en mi pierna. Busco el auricular en mi bolso y contesto la llamada.

—¡Gina! Voy subiendo a reunirme con los cerdos accionistas, así que tengo cinco minutos antes de entrar en la junta para escuchar cómo te fue con donador de esperma británico y el caballero caliente británico. ¿Arrasaste?

—Le arranqué el corazón. —Sonrío—. Empezó a temblar apenas me vio.

—¡Eres la puta ama!

—Soy la puta ama —coincido casi terminando el correo—. Una magnífica mañana más para mi racha de espectacularidad. Tengo otra empresa de tecnología y Alonso recuperó a sus mocosos.

—Un alivio para esa familia —suena genuinamente feliz—. Todavía me impresiona que él no perdiera los nervios contigo cuando se los llevaron tras el escándalo en su apartamento.

—Igual yo pero ambos coincidimos que fue culpa de la lagarta. Que no me culpe no deja de parecerme algo un poco tonto o masoquista pero... así me encanta. Me encanta que me elija sabiendo que no soy la mejor opción.

—¡Regina Helena!

—Sinceridad ante todo, querida.

Odio las cosas a la mitad. Siempre me comprometo al cien cuando me importa algo. Así que si él no da todo por mí, me devuelvo a la soltería. No espero menos. No merezco menos.

—¡Benditas sean las terapias de Sandra Croft! ¡Hacen milagros! —Ríe—. Ya, En serio me alegra muchísimo que resolvieras ese problema.

Envío el correo.

—Uno de miles. El único avance es el que te conté —censuro sobre Hannover—. Dorothy llamó hace un rato para avisarme que cancelaron una entrevista porque no daré buen rating. Sin noticias de la investigación al incendio. Sin poder ir a algún evento donde no me llamen zorra criminal para sabotear alguna negociación. Sigo sin tener la cabeza de Sullivan en una bandeja de plata o la de Joe Ruiz. —Aprieto el puente de mi nariz—. Me siento estancada, Lorena. Mi equipo no me deja quemar el mundo por la maldita discreción.

—Un paso a la vez...

—... como estrategias de ajedrez —completo.

—Eres la reina. La pieza con más movilidad que ganará el juego y se volverá tan asquerosamente billonaria que me regalará un apartamento lujoso en cada país que pises para abrir sedes de tus empresas —apunta y sonrío leve—. Sé que luchar con el hate cansa. Aprovecha que ahora tienes a un hombre muy feliz que podrás amarrar como tanto te gusta.

Giro mi cabeza para ver por el parabrisas trasero. La otra Range aún no aparece.

—Volverá a su apartamento —lamento—. Amo mi tiempo sola pero no tener a Alonso disponible reducirá el número de orgasmos.

—Lo que no significa que no te follará entre semana o los fines.

Alonso apenas respira entre los conciertos, las clases, el restaurante y sus bajones emocionales por el luto.

Luto por su hermana y Otto.

Él piensa que puede ocultarlo pero sé reconocer la oscuridad a la perfección. El miércoles irá a cita con el psicólogo. Tengo miedo de que sus sonrisas sean un rayo de luz pasajero en medio de una tormenta que no cesará con el regreso de sus sobrinos.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora