15. Negligenza.

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15. Negligenza.

REGINA

Cuatro de la mañana marca mi reloj.

He dormido cinco horas.

Reflexiono mientras observo la galaxia que se proyecta en el techo. La melodía de WhispersIn The Dark se escucha en volumen muy bajo desde la esfera que me obsequióAlonso. Antes de acostarme, repasé los libros de psicología afectiva. Me esfuerzo por planear estrategias que me permitan acercarme al sexy Friketto y ganar su confianza de una forma sana sin toxicidad; no obstante, es como si mi cerebro se bloqueara, dejándome en blanco, sin ideas o capacidad para analizar. Deslizo mi mano por el lado vacío de mi cama y, por primera vez en mi vida, imagino cómo sería despertar acompañada. 

Entro en mi closet por pantalones de montar, un top deportivo, zapatos Nike, guantes y mi casco. En la cocina tomo una botella de agua y una manzana que mordisqueo de camino al establo. Sólo él podrá apaciguar mis raras emociones. Nerón y yo crecimos juntos, sufrimos y aprendimos juntos. Somos más que ama y caballo. Somos familia y eso nadie lo entenderá.

La playa está desierta permitiéndonos privacidad. El sonido de las olas es maravilloso. Mi chico rebelde acelera el paso justo cuando lo llevo a la orilla, levantando arena y agua por igual. Extiendo mi mano derecha para sentir las gotas en mi brazo. Apreciar el amanecer mientras corremos es un lujo que últimamente no puedo darme. Mis problemas desaparecen, el mundo se detiene y la tranquilidad mental que experimento es gloriosa.

Pagaría el precio que sea con tal de sentirme así más seguido.

Regresamos por el sendero rodeado de árboles que se conecta con la parte trasera de mi casa. Mi día será un dolor de cabeza. El detective Bruce Collins nos citó a Zack y a mí para hablar sobre los avances de la investigación. Quedamos para almorzar en Alphagine. Mi intención es recargar energías pasando gran parte de la mañana con Nerón, bañarlo, alimentarlo y cepillarlo hasta que luzca como sacado de un libro de fantasía; sin embargo, mis planes se truncan cuando relincha inquieto y escucho pasos apresurados.

Bianca se aproxima con tableta en mano, su expresión medio divertida me confunde y llena de curiosidad.

—¡Mira esto! —cuchichea sin aliento y me muestra la pantalla.

Che diavolo?

Es un directo de la cámara de seguridad de mi entrada.

Un hombre trajeado está peleando contra una botarga de corazón, Enrique y Rivers tratan de separarlos. Varios tipos a su alrededor miran incómodos la escena. Los que vienen con la botarga usan camisas con mi cara estampada, en sus manos hay cajas con lazos, pancartas con corazones y ramos de girasoles. El otro grupo de hombres usa camisas formales, sostienen instrumentos musicales y ramos con flores exóticas.

Mis vecinos también han salido a fisgonear. Merda. Un niño sobre una bicicleta está grabando con su teléfono.

—¡Regina, sólo tengo ojos para ti! —grita el trajeado.

—¡Ella será mía, imbécil! —replica la botarga y el grupo con mi cara en sus pechos lo vitorea.

Arrugo la nariz.

—Llama a la policía —ordeno con frialdad—. Informaré a Julius para demandarlos por perturbar el orden público e invasión de la propiedad privada.

—¿Al menos sabes quiénes son? —Inquiere Bianca, aguantando la risa. Niego—. Ay, eres toda una rompecorazones.

Hace lo que le pido con una mueca. Vuelvo con Nero, el circo no merece que le dedique mi valioso tiempo.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora