12. Partita di polo.

368 95 27
                                    

12. Partita di polo.

REGINA

Gran parte de la mañana se va en una videollamada encriptada con Giovanni. Trata nuevamente de convencerme usar sus gafas de realidad aumentada para no perder la oportunidad en Dubái y me niego. Aún no están listas. O vamos con todo, o no vamos. Natsuki me acusa de estafarlo, pero luego me cuenta sus avances. Al principio se mostró reacio al confinamiento, pero aprendió a sobrellevarlo internándose en los laboratorios y descubriendo que poseen todos los juguetes que jamás imaginó manipular.

Hugo... Hugo ni me saluda, pero sus resultados son satisfactorios.

Llamo mil veces al presidente de Kraptio para pedirle almorzar juntos y hablar sobre mi nuevo proyecto; sin embargo, no contesta. Por el número de la oficina, su secretaria declina mi oferta alegando agenda llena. Me remiten con un arquitecto como si fuera una cualquiera.

Antonio aún está disgustado conmigo.

Me reúno con Fletcher Deutch en el sport bar de Clifford. Le presento mi idea al arquitecto para la campaña de mi nueva fundación benéfica y acordamos reunirnos en Alphagine con Zack para detalles de la reconstrucción de la planta de ensamblaje. La investigación del detective Collins aún no nos permite comenzar con las reparaciones.

Por la tarde, después de otras dos reuniones más, Rivers me lleva al club Keegan. Mi estómago se revuelve a medida que atravieso el laberinto de setos junto a él y Enrique.

Charlotte me espera bebiendo té en la mesa bajo la cúpula, el mismo lugar donde Alonso me folló por primera vez. Me estremezco por las corrientes de aire. Keegan lleva puesto un vestido marfil manga larga y sombrero con flores. Me sonríe y se levanta para recibirme.

Odio que me abracen, así que la esquivo y miro con escepticismo.

—Perdona. Siempre lo olvido —suspira—. Sentémonos, Regina. Hace un año que no nos vemos y quiero que nos pongamos al día.

Rechazo las galletas y acepto el batido de papaya.

—¿Bernand agoniza? —inquiero con burla.

—Lamentablemente se encuentra mejor de lo que me gustaría —contesta con desdén—. Se queda en casa para evitar emociones fuertes que afecten su corazón, pero luego le ves merodeando a la enfermera.

—Ansiosa por la lectura del testamento —deduzco sin sorprenderme.

—Ansiosa por mi libertad —puntualiza—. Mi marido saludable me era útil, ahora es un peso muerto con el que no deseo cargar. Las cosas como son. Ambos impusimos nuestros términos cuando nos casamos. Fue un acuerdo para mutuo beneficio. A mí no me heredarían sin alianza, él necesitaba por igual herederos y las conexiones en Francia con mi abuelo. —Bebe de su té a la inglesa—. Somos mujeres autosuficientes, pero no sobra que aprovechemos las oportunidades de la vida. Si yo tuviera tu figura, probaría otra vez seducir a un magnate al que destronaría luego.

Bufo, cínica.

—No necesito casarme para destronar y aniquilar imperios.

—Claro que no, pero es un método. Los hijos serán el plus que evite la extinción de tu linaje. —Me mira de abajo arriba—. Has construido lo que tienes tú sola. Más razón para asegurar tu reinado por generaciones. ¿O es que piensas heredarle el esfuerzo de tu vida a Nerón?

—Es una posibilidad. —Miro el alrededor.

—¿Te gusta el cambio? Estoy ansiosa por ver este lugar repleto de flores —comenta, percatándose en mi repaso—. Se volverá idílico cuando arribe la primavera.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora