16. Principito.

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16. Principito.

REGINA

Estoy recostada de la puerta del copiloto revisando mensajes en mi móvil de trabajo. Mashiro insiste en que no es buena idea exponerme mientras lo espero afuera de la camioneta, pero no me importa. Nadie me reconoce con la peluca rubia, las gafas oscuras Gucci, chaqueta de cuero, blusa cuello tortuga negra, vaqueros negros y botas de tacón.

Los niños de cuarto grado comienzan a salir y, atenta, guardo mi móvil. Quiero sorprenderlo. Me adelanto despacio cuando lo miro cruzar la puerta de la escuela para que no vaya hacia la parada de autobús. Frunzo el ceño. La velocidad de mis pasos aumenta apenas me fijo en sus gafas remendadas y barbilla morada.

—¿Quién fue? —Me acuclillo y tomo su rostro entre mis manos, buscando más golpes. Sus ojeras me crispan.

—Nadie —musita, afligido—. Me caí.

—Ryan, no me mientas. —Silencio—. ¿Dónde está Peggy? —Me encamino dentro de la escuela.

Sujeta mi mano con su poca fuerza, me obligo a detenerme.

—Regina, por favor, no lo hagas —suplica.

—Es intolerable. Quien te haya golpeado tiene que ser expulsado y quienes debían evitarlo, despedidos.

—Por favor.

—No me mires así. ¿En dónde está lo oficina del director? —Saco mi móvil personal y marco el número de Julius—. Demandaré a la escuela completa por negligencia y a los padres de quien te haya lastimado. ¿Así es como los educan? No quedará nada de ellos, ni para tapete servirán sus tristes vidas. ¿Julius? Necesito asesoría en...

—¡No! —Ryan ancla los pies al piso y yo pierdo la paciencia.

Rivers carraspea y me doy cuenta que estamos llamando la atención.

Estoy en medio de una reunión. —Julius me contesta igual en italiano—. Sé rápida. ¿Ahora qué pasó?

Cierro los ojos por cinco segundos para calmarme.

Espera. —Me quito las gafas oscuras y miro con severidad a Ryan que tira de mi mano para que retroceda—. Es inconcebible que me quede de brazos cruzados y espere a que te fracturen un hueso o te maten a golpes. No es la primera vez que ocurre y no será la última si no lo evitamos. No permitiré que te hagan daño. ¡No lo tolero! Dame argumentos lógicos para no ir con el director, Ryan. —Sus ojos me miran como ciervo frente a un camión.

—¡Me caí subiendo las escaleras de mi edificio! Los escalones estaban húmedos, tropecé y se rompieron las gafas. ¡Soy muy torpe!

—¿Hubieron testigos? —Niega desesperado—. ¿Me juras que esa es la verdad?

Pasa saliva y se queda en silencio. Mi lado demencial despierta. La sangre en mis venas peor que volcán en erupción. Detesto cuando se pone así. Sinceramente no sé qué hacer. No sé si pedirle a Rivers que lo sujete mientras busco al maldito director o...

—Vámonos, R, por favor —insiste, asustado.

Su carita suplicante es una jugada sucia. Masajeo mi sien. Siento que la cabeza me va a explotar. Trato de recordar nuestras sesiones en Equidae Potawatomi. Presionándolo sólo conseguiré que se cierre aún más. Quiero que se sienta en confianza conmigo.

—Tú ganas por hoy. Pero no vuelvas a referirte sobre ti mismo como torpe. Sólo eres algo despistado —suavizo mi tono sin perder seriedad y llevo el teléfono a mi oreja—. El asunto se complicó, reunámonos después, no daré detalles por aquí.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora