4. Relazioni Pubbliche.

494 116 43
                                    

4. Relazioni Pubbliche.

REGINA

Mi espalda se arquea cuando Jordan succiona con mayor intensidad mi clítoris. Sus manos mantienen mis piernas separadas con firmeza y sus ojos negros fijos en mi rostro. Gimo en cuanto su lengua traza círculos más rápidos, más violentos. Saca los dedos de mi vagina y lubrica mis labios con los fluidos, poco antes de volverlos a meter y embestirme con ímpetu estimulando mi punto G.

—Riquísima. —Besa mi pubis y vuelve a succionar mis pliegues.

Gimo y me remuevo de éxtasis.

—Suficiente —ordeno segundos después del orgasmo—. Acuéstate.

En cada extremo de la cama hay cadenas con esposas que ajusto a sus muñecas y tobillos. Tremendo banquete para mí solita. Un hermoso semental de piel bronceada, músculos angulosos y cabello azabache de corte militar. Acaricio el tatuaje de un dragón que bordea sus cuadritos y bajo mis dedos a su grueso empalme. Su polla rosada está hinchada y lista para mí.

Disfruto su mirada hambrienta y la sensación de poder al ocasionarla. No pierdo tiempo en más preámbulos y me penetro con lentitud hasta sentarme sobre su pelvis.

Lo monto suave y acelero provocando excitantes sonidos por el choque de nuestras pieles. Amaso mis senos, haciendo que mis pezones se endurezcan como diamantes. Me inclino sobre él para llevarlos a su boca y les da atención de inmediato.

El octavo orgasmo de nuestra sesión es arrasador y destruye cualquier vestigio del estrés que he acumulado por mi trabajo. Jadeo sintiendo cómo los temblores me recorren cada terminación nerviosa... pero unos golpes en la puerta me hacen ralentizar aún más los movimientos.

Nadie me molestaría por nada. Son órdenes estrictas. Saben que odio las interrupciones cuando estoy en mi cuarto de juegos.

Me levanto, percatándome que Jordan mantiene su gesto sumiso con deficiencia, sus ojos no procesan que lo deje sin terminar.

Lo ignoro y me pongo una bata de seda negra.

No puede quejarse, no puede hablar a menos que yo se lo permita. Le pago para darme placer, no para satisfacer sus necesidades.

—Madam, lamento la interrupción —se disculpa Mashiro en el umbral cuando abro, su tono neutro—. La señorita Cooper está en el recibidor.

Frunzo el ceño.

—Llévala al salón. Bajo en un momento.

Desato a Jordan en silencio. ¿Qué puede querer Peggy Cooper cómo para venir hasta mi casa? En un segundo mil escenarios se plantean y la ansiedad no es una opción para mí. Necesito estar serena si quiero tomar las mejores decisiones.

Me doy una ducha rápida en mi habitación y elijo un conjunto negro, ato mi cabello en una coleta alta de camino al salón. Peggy Cooper se levanta del sofá apenas me mira entrar. Su vestido rosa de florecitas blancas es tan anticuado que le suma unos ocho o diez años más.

—Señorita Cooper. —Aprieto su mano y tomo asiento frente a ella.

—Llámeme Peggy —pide con una sonrisa.

—Si me tutea también.

Asiente, sus manos inquietas. Está nerviosa y no entiendo por qué.

—Estoy aquí por Ryan —suelta y me enderezo.

—¿Qué pasa con él? —urjo.

De nuevo los miles de escenarios hipotéticos regresan a mi mente junto a diferentes métodos para controlar cada situación.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora