42. Caos.
REGINA
La tensión en la sala de juntas confirma mi presencia. Al principio, los accionistas arrugados refutan por mi participación en la reunión de consejo de K-corp.
—Necesitamos un cambio de distribuidor de componentes —dice uno de los vejetes—. Nos retrasamos con las entregas por conservar a Alphagine. Es lamentable el incidente, pero debemos priorizar nuestras ventas.
Las miradas se intensifican en mí.
—Las ventas aumentaron después de que se renovaron los equipos con las piezas Alphagine —agrega otra persona.
—Disminuyeron un cuatro por ciento en los últimos dos meses —alega un tercero—. Cerraremos muy mal.
Charlotte está sentada en el extremo de la mesa, escuchando atenta las opiniones de su junta directiva.
—Alphagine se está levantando exitosamente. —Me pongo de pie, segura de mí porque sus caras de querer quemarme en la hoguera no me intimidan—.Con el resurgimiento de las cenizas, trae una nueva versión más ligera de los microchips que implementan en sus equipos. El rendimiento mejoró un once por ciento cuando nos eligieron como distribuidores. —Señalo una estadística—. Según las pruebas que se llevaron a cabo, se estima que el porcentaje aumentará el doble incluyendo mayor ahorro energético.
—La planta aún no vuelve a funcionar. No podemos esperar más tiempo a que los fabriquen.
—Las piezas están listas para ser distribuidas —corrijo.
Mis siguientes intervenciones les recuerdan a todos por qué me llaman la reina. Me reúno con Charlotte en su oficina poco después de finalizar la junta. Las punzadas en mi sien son intermitentes; sin embargo, cauta, no acepto el batido de papaya que me ofrece uno de los tres asistentes. Es un chico guapo de rasgos indios, usa un impecable traje que le marca los músculos.
—¿Necesita algo, madam? ¿Señora Keegan? —pregunta formal.
Charlotte me mira de forma sugerente y niego.
—Tiene una lengua larguísima, Regina —presume apenas nos sentamos en los sofás.
—Paso. —Cruzo las piernas.
—Qué extraño —comenta incrédula, sus cejas muy alzadas—. He conocido a muchas mujeres que disfrutan de un buen sexo, y me atrevo a decir que pocas tienen un apetito como el tuyo.
Me encojo de hombros.
—Mi novio me satisface.
—¿Alonso?
Ruedo los ojos.
—Obviamente.
—Para mí no, es difícil asimilar que ya no eres soltera. Menudo desperdicio. —Me mira con lástima—. Ignoré cada artículo sobre ustedes porque la prensa siempre inventa algo nuevo y porque me advertiste que era tu gigoló exclusivo. Jamás pensé que estuvieran tan involucrados. Debe ser buenísimo en la cama como para que te conformes sólo con él.
Enarco una ceja, mi paciencia llegando al límite.
—Lo nuestro es más que sexo, querida, pero no vine a cotillear sobre mi vida privada —zanjo severa.
—Oh, lo siento. Es que... me impresiona que alguien tan inteligente haya caído de forma sentimental por un hombre. —Arruga la nariz—. Es una pena, espero que recapacites pronto. —Suspira y revisa su reloj—. Tengo otros compromisos y sé que tú también, entonces, a lo importante: sabes que varias veces he preferido enlazarme contigo antes que con los socios escogidos por Bernand, quienes poco me respetaron en las ocasiones que mis opiniones diferían con él. Estoy dispuesta a enfrentarme con ellos para firmar contigo, Regina. Acabas de comprobar que tú tampoco eres muy grata a los ojos de la junta directiva. Leí sobre retomar tu expansión y lo que planeas con RAzzarelli, da por garantizado mi apoyo en tus proyectos. No seré exigente, sólo te pido que cortes relación con Eleazar Gastrell.
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Resiliente Fulgor ©
RandomBilogía Reina. Tomo II ¿Dominar el mundo? Quizá sea un objetivo muy ambicioso para el ciudadano promedio, pero para Regina Azzarelli, no. Su reputación quedó destruida después de un desfalco, muchos creyeron que fue suficiente para sacarla del juego...