3. libertà

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3. libertà

REGINA

Antonio llega cinco minutos antes de lo estipulado a mi casa después de mediodía. No me abre la puerta, ni se baja del Audi perlado que le envié ayer para esta misión. Una vez guardo los bolsos en la cajuela y entro, tampoco arranca. Se me queda mirando con sorpresa y un diminuto destello de admiración.

Sonrío con suficiencia.

—Sincérate, estoy espectacular, ¿verdad?

Chasquea la lengua y arranca.

Estoy usando un conjunto deportivo gris, una peluca rubia ceniza y maquillaje diferente al que acostumbro. A simple vista, no soy Regina Azzarelli. Lo último que necesito es una foto mía en las redes.

Mis jugadas requieren discreción.

En la caseta de seguridad del club nos permiten el acceso con facilidad. Unas llamadas de Lorena como hija del estimado Tyler Specter y las membresías nos fueron otorgadas hasta con adulaciones. Antonio estaciona pero no quita el seguro automático. Gira la cabeza para mirarme.

—Accedí a venir con la mujer que fue condenada por falsificación de documentos. —Masculla. Entorno los ojos con advertencia. Puedo tolerar su idiotez, pero tengo un límite—. Eres una sensación en los medios que puede costarme muy caro mi imagen pública. Espero que tu plan funcione.

—Funcionará

—¿Cómo lo sabes?

Sonrío de medio lado.

—Confío en mi plan y confío en mí —Levanto el mentón—. Es suficiente.

—Perfecto —bufa y quita el seguro—. Nuestra garantía es tu overprecisión

Ignoro su tono desdeñoso y salgo del coche. Nos separamos en los vestidores. Pasar desapercibida se vuelve más fácil cuando renuncio a mi seguridad pero mi superlativa belleza obstaculiza el objetivo. Afortunadamente, el club es de élite y no me preocupa que pueda ocurrir un incidente.

En la sala de boxeo hay tres cuadriláteros, maquinas alrededor y sacos de diferentes tamaños. Noto que algunos hombres me siguen con la mirada. Es imposible culparlos. No existe persona en la faz de la tierra que no se gire a ver lo sensacional que luce mi culo en leggins. Muerdo el interior de mi mejilla cuando un hombre se equivoca en sus repeticiones a medida que me acerco al cuadrilátero del centro.

El hermano de Joshua está de espaldas, dando instrucciones a dos luchadores. Uno de ellos recibe un puñetazo en la cara por fijarse en mí.

—Archie —uso un perfecto acento francés.

Los tres me miran. Archie sabe quién soy, hablamos por la mañana. Está informado de mi vestimenta y mis intenciones de mantener un perfil bajo. Dirige unas últimas palabras a los hombres y baja del ring con agilidad.

—¿Su boxeador? —inquiere mientras caminamos hacia una de las zonas de calentamiento—. Fraser no será fácil de vencer.

—Puedo con él —asegura Antonio tras nosotros.

Sólo lleva pantalones cortos de algodón negros, los guantes rojos y las botas. Es inevitable que mi mirada se deslice por sus abdominales de acero y su musculoso pecho. No me reservo la sonrisa satisfecha cuando me mira con una ceja alzada.

Nunca he negado que Wallace sea comestible.

Durante los siguientes minutos, Archie lo hace calentar y darle como si no hubiera un mañana al saco. La misma noche que nos reunimos fuera del bar, le envié videos de las rutinas de Fraser. Antonio boxea por hobby. Posee la habilidad para dejarlo contra las cuerdas.

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora