7. Minerva.

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7. Minerva.

REGINA

Muerdo con fuerza el interior de mis mejillas apenas pongo un pie fuera de la oficina del rector de Oxford. Mantengo la compostura. No hago evidente mi satisfacción. Tarde o temprano, siempre obtengo lo que quiero y hoy no será la excepción. Una chica me conduce por los pasillos llenos de historia hasta uno de los auditorios donde imparten charlas para los estudiantes.

Merda.

Frunzo el ceño y mis labios con aversión. La sala está más llena de lo que imaginé. Incluso hay personas de pie escuchando a Natsuki Hanazawa hablar sobre células madre. Mashiro me sigue hasta una esquina donde puedo evitar compartir el mismo aire que los otros graduados y posdoctorados. Exceso de seres humanos. No entiendo por qué es tan difícil percibir que el planeta tiene sobrepoblación.

Entre bufidos, me concentro en evaluar al hombre tras el podio. Rasgos asiáticos como los de Mashiro, piel blanca, cabello azabache recortado y acento británico, no japonés. Viste una simple camisa de lino blanca. El doc se ha negado a cada oferta de Clifford. Ayer, después de instalarme en el hotel, llamé personalmente a su despacho para invitarlo a cenar y su secretaria lo negó. No es indispensable. Si agota mi escasa paciencia, cazaré a mis otras opciones; sin embargo, no me rendiré tan fácil.

Según mi investigación, es el mejor para mi proyecto.

Giovanni también lo cree, así que de aquí no me voy sin pelea.

Espero a que la sala se vacíe cuando termina la charla y bajo las escaleras para enfrentarlo. Un grupo de personas lo rodea. Odio esperar.

—Joseph —pronuncio.

Sus hombros se tensan y gira lentamente, su expresión confusa. En sus ojos molestos hay reconocimiento. No uso disfraz, uso un enterizo negro cuello tortuga Balenciaga que resalta mi busto, mi cabello suelto enmarca mi rostro, nada de joyas, sí tacones y labial rojo. Mi concepto de sencillez es equivalente al de fantástica que posee la gente común.

Natsuki Intercambia unas palabras para deshacerse de mis obstáculos y viene solito hacia mí.

—¿Cómo sabes mi segundo nombre, italiana? —grazna.

—¿Tu madre ya no te dice así? Es lindo. —El color le salta al rostro y me adelanto cuando abre la boca para despotricar—. Me gusta leer. Padre japonés, madre inglesa, ambos se casaron en Inglaterra y te tuvieron en Inglaterra. Legalmente eres inglés. Tienes un apartamento en el centro de Londres. Perdiste la pierna izquierda en un accidente de tránsito a tus diecinueve años y después de eso, cambiaste la carrera de pediatría por ingeniería biomédica. Sé que basas tu vida en estudiar soluciones médicas tecnológicas y comer galletas de avena. —Me encojo de hombros—. Puedo continuar todo el día recitando tu biografía. La información es poder y soy una mujer muy poderosa con los recursos para llevar tus investigaciones a niveles superiores.

Su máscara de indiferencia es tan barata que oculta muy mal su nerviosismo. El pantalón y sus mocasines no delatan que tiene una extremidad de acero.

—¿Tu gente no te lo dijo? Pierdes tu tiempo. No estoy interesado en trabajar para nadie.

—¿Los otros que te han ofrecido financiamiento tenían grafeno? —Ladea la cabeza, poniéndose lívido—. Quiero que trabajes conmigo, no para mí.

Me mira receloso.

—¿Por qué de todos los ingenieros y doctores que cuentan con mayor reconocimiento, vienes conmigo?

—Alguien en quien confío leyó tus trabajos de regeneración celular. Yo también revisé algunas de tus publicaciones. Necesitas las herramientas para hacer tus hipótesis una realidad. A tus veintiocho años, no eres una celebridad de la ciencia, no aún, pero tienes el conocimiento que casualmente requiere mi proyecto. En unos años o quizá menos, tu aporte podría cambiar el mundo. Te invitaría una malteada en tu lugar favorito, The Crunchy, para hacerte la propuesta, pero nuestra conversación requiere que veas a lo que me refiero. Será rápido, sé que no tienes mucho tiempo —me esfuerzo por sonar diplomática y no amenazante—. Yo tampoco podría darme el lujo de procrastinar si tuviera que ir a mi cuchitril de laboratorio en el complejo de rehabilitación Hussey

Resiliente Fulgor ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora