7 -HABÍA MÁS HUMANOS

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 El Reflejo entendió que en un tiempo anterior él ya estuvo en la oscuridad protegido por las maderas que cubrían la ventana. Pero no tuvo conciencia de nada hasta que la luz inundó, y con ella llegó todo lo demás como un viento solar.

Cuando se acostumbró a la claridad, distinguió sombras, siluetas que se acercaban y emitían sonidos extraños. Ahora sabía que aquellos sonidos identificaban a Lucy y su madre, Castle y Lion... criaturas humanas con las que le hubiera gustado interactuar y saber más de ellos, pero todos abandonaron la mansión, dejándolo atrás. Sin embargo, en Winterlander había más humanos.

Humanos que recelaban de la mansión, y que tenían curiosidad por saber qué había estado haciendo Castle en ella. Sobre todo, después de que se comentara que las mujeres, la madre y Lucy, que acompañaban a Castle, no quisieron pasar ni una sola noche en el caserón, y que una semana después, Castle salió huyendo con un herido que tuvo que ser trasladado en helicóptero.

Para aquellos hombres todo encajaba, la mansión estaba maldita y Castle era la maldición... También el causante de La Edad de Hielo, el asesino de Dorothy Steel, el exterminador de los Steel, y el culpable implícito de cualquier cosa que se les torciera en sus vidas.

Y ahora alguien del pueblo había visto luces...

Durante los primeros días, el Reflejo, no era capaz de superar la barrera de una puerta o ventana cerrada, y cuando supo hacerlo, no llegó a salir.

El Reflejo no se dio cuenta de que lo espiaban hasta que cayó la noche y empezaron a encender luces. Cuando lo vieron a través de los cristales de la puerta principal, empezaron a gritarle amenazadores. El Reflejo no podía saber que aquellos hombres ni se planteaban abandonar la seguridad de las rocas, y les cogió miedo. La actitud de aquella muchedumbre gritando y agitando luces, le recordó el final de la película que miraba Lucy, cuando rodean al monstruo en un molino y le prenden fuego. Y se escondió de ellos.

Se estableció así un espacio infranqueable de miedo entre los hombres y el Reflejo.

El Reflejo encontró una extraña estructura hecha con ramitas y palitos en las estanterías del armario. No supo su origen, hasta que vio dos aves muy atareadas construyendo un nido. Era la primera vez que el Reflejo las veía tan de cerca. Eran palomas, pero no podía saber su nombre ni sus costumbres. Cuando intentó acercarse, huyeron por el ventanal y descendieron al piso de abajo. El Reflejó se asomó y ellas lo miraron expectantes, y percibió que volverían. No podía entender el comportamiento extraño que tenían las cosas vivas, y decidió esperar para aprender.

Cuando volvieron, el Reflejo se mantuvo transparente para observarlas, pero un leve destello bastó para que huyeran por la ventana. Tuvo que aprender a ser paciente, hasta poder predecirlas. Pero siempre que intentaba tocarlas resultaban demasiado rápidas para él y una consiguió escapar. La otra se internó en la mansión atravesando puertas y bordeando escaleras. Pero en la mansión no había ninguna abertura al exterior y la paloma volvía tratando de eludir al Reflejo y volver al torreón.

El Reflejo intuyó que primero tendría que acorralarla en un lugar que él pudiera cubrir con su cuerpo, por eso, cuando la paloma salió de nuevo al pasillo de abajo, agrandó su tamaño y se extendió para impedirle la retirada. La paloma voló entonces hacia las luces del fondo de la puerta y las ventanas que dan al jardín, pero no había salida. Desesperada ante la proximidad del Reflejo, volteó por encima hacia las escaleras que llevaban al piso superior. Sobrevoló la balconera que presidía el salón y giró hacia una puerta abierta que conducía a las habitaciones.

El Reflejo no tuvo más remedio que seguirla escaleras arriba y cruzar la balconera, pero no la vio. Su intuición le dijo que la paloma se había internado en el laberinto de habitaciones y que la vería salir en cualquier momento. Extendió su cuerpo para tapar todo hueco posible y se deslizó hacia la puerta del pasillo interior, pero cuándo pensaba que ya la tenía, el ave surgió a toda velocidad en dirección a la biblioteca. Esta vez, la paloma le había sacado una gran ventaja, pero cuando llegó a la habitación de los espejos, quedó cegada por los múltiples reflejos y tardó un segundo en orientarse hacia la puerta que llevaba a la libertad.

El cuerpo del Reflejo se aceleró cambiando de forma y se impulsó en el aire hasta lograr tocarla antes de que la paloma traspasara la ventana del torreón. El ave quedó fulminada ardiendo en el marco y la inercia la hizo caer a la calle.

El Reflejo no se dio cuenta de que había aumentado la temperatura de su cuerpo hasta ese extremo. No podía saber si la paloma se recuperaría o no, sin embargo, al verla en llamas, entendió que tocar a otras criaturas podía causarles mucho daño... y recordó como quedó Lion, el hombre del suelo, cuando trató de interponerse en su camino: también cayó fulminado y cuando Castle se lo llevó, no se movía...

Quizá se había corrido la voz de lo que le ocurrió al Hombre Caído... por eso se habían ido todos dejándolo sólo, y quizá por eso también, los hombres del pueblo lo acechaban desde las sombras.

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