24 -MISIÓN EN GRANHOLM(2)

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Lion sabía que era muy improbable que volvieran a atacar, pero la sobrexcitación lo mantuvo alerta hasta las seis cincuenta, hora en que bajó por la cuerda, lo recogió todo y siguió el sendero hasta el coche. Se puso el traje y metió lo imprescindible en un maletín de ejecutivo. Cuando estuvo listo condujo hasta el área de servicio de la carretera donde tomaría su café.

El bar ya tenía clientes, pero entre los coches, no vio a la furgoneta de residuos. Así que volvió a la carretera y dio vueltas hasta que localizó al furgón. La autopista estaba casi vacía y la furgoneta avanzaba a mucha velocidad. Lion tuvo que esforzarse por acortar distancias.

En cuanto el furgón aparcó cerca del bar, Lion hizo lo propio asegurándose de que la furgoneta le sirviera de parapeto. Después se agachó para colocarle un pequeño botón negro en la rueda delantera.

Entró en el bar y pidió un café mientras miraba a la clientela distraídamente... Tres camioneros en la barra, un par de hombres en la mesa de afuera y otros tantos distribuidos por las mesas interiores. El conductor del furgón estaba sentado en una mesa aislada. Calculó que disponía de unos cinco minutos. Esperó a que le sirvieran el café. Dio un par de sorbos y fue al baño para refrescarse. Terminó el resto de café de un trago, pagó y salió del bar.

Condujo hasta la residencia, pero aparcó fuera del recinto. Salió del coche y se acercó a los trabajadores que iban entrando. Se acercó al último y adaptó su paso para entrar antes de que se cerrara la puerta.

Una vez dentro, fue directo hacia el robot de la recepción y ordenó a Zoe que lo escaneara. Antes de que el androide pudiera verificar nada, Zoe consiguió crakearlo por fuerza bruta para insertar las credenciales de Lion en el protocolo de acceso, y cuando quedaron registradas, el robot le dio un pase de visitante.

Pero el robot quedó colapsado sólo unos instantes. Se reinició, y en un segundo detectó que Lion era un visitante fuera del horario de visitas. El robot usó el megáfono para informar a Lion que sólo podría subir a la habitación de Michael en cuanto alguien del personal del centro pudiera acompañarlo.

Lion obedeció la indicación de ir a la sala de espera un tanto frustrado. Tenía que aprender a usar a Zoe con más eficacia. Si la frase de Castle: «Zoe le permitirá estar conectado y acceder a cualquier fuente de datos disponible», era cierta, debería tener acceso a los datos de aquel robot desfasado.

No podía hablar en la sala para indicarle a Zoe que debía hacer para sortear al robot y fue tecleando comandos, hasta que por ensayo y error consiguió que Zoe entrara en la base de datos de la residencia.

Era una residencia de ancianos, tal como dijo Whitaker, a la que poco a poco se había añadido personal médico especializado para atender algunos casos como el de Michael Castle.

No le sorprendió que, entre los patrocinadores, estuvieran Eduard Castle y Lisa Stallman. Lion fue buscando entre las carpetas, detalles sobre el chico, fichas del personal, y los planos del edificio. Cuando Zoe terminó de copiar los datos, Lion le ordenó que se los enviara a Whitaker. Mientras tanto, aprovechó para sacar de las máquinas expendedoras un sándwich y un café.

El cambio de turno estaba a punto de completarse, y Lion iba comprobando los empleados que faltaban por llegar hasta que apareció la furgoneta.

Calculó el momento en que tenía que reducir la marcha antes de que se levantara la barrera de la entrada y activó el minúsculo explosivo que había pegado a la rueda. El conductor de la furgoneta no tuvo más remedio que frenar un poco para amortiguar el choque, y quedó atravesado en la entrada. Enseguida se formó un atasco porque el conductor con la rueda pinchada apenas tenía espacio para maniobrar. Lion aprovechó para ordenar a Zoe que reiniciase al robot de la entrada, y subió a la habitación de Michael.

A la luz del día, Michael Castle Stallman, lucía atractivo. Según el informe, había estado en coma durante doce años, pero su notable mejoría era debida a un tratamiento aplicado en el último año. Lion oyó pasos que se acercaban y se sentó en el butacón asumiendo su rol de visitante preocupado.

—Hola. Soy el doctor Clark. Me han dicho que usted quería visitar a Michael, pero veo que ya está aquí.

—Lion Lamarc. Le pido disculpas por haber subido por mi cuenta. Pero me acabo de enterar de que soy cotutor legal de Michael y quería asegurarme de que todo está bien. ¿Qué pronóstico tiene?

El doctor Clark dudó unos instantes. No le parecía bien hablar de Michael sin la presencia de Lisa Stallman y volvió a mirar la nota que confirmaba que Lion era tutor de Michael antes de responder.

—Es un chico fuerte y está evolucionando bien gracias a un nuevo tratamiento. Todos los detalles se los contamos a su madre, la señora Stallman. ¿Ha hablado con ella?

—Sí, me contó que Michael había mejorado mucho, pero tenía dudas... ¿Esperan que se recupere del todo?

—Bueno, en estos casos nunca podemos ser del todo optimistas. Si el muchacho sale del coma, aún tendría por delante más de un año de rehabilitación antes de poder moverse y hablar con normalidad.

—Está bien. No le dé esta información a nadie más. Michael es el hijo de Eduard Castle, patrocinador de esta residencia...

—Pero aquí sólo nos consta como hijo de Lisa Stallman...

—También es hijo Eduard Castle y yo estoy al cargo de proteger a Michael, es una de las cláusulas que debo cumplir como heredero y aquí no puedo protegerlo como es debido.

—Pero trasladarlo implicaría un riesgo. —Dijo el doctor temiendo perder el control sobre su paciente.

—Bien, entonces le pondré vigilancia las veinticuatro horas. ¿Es posible alquilar la habitación de al lado para acomodar a mi personal? —Zoe envió una señal de alarma y Lion comprobó que Jacob Hauer estaba subiendo por las escaleras a toda prisa.

—Tendré que comunicar su petición al director del centro —contestó el doctor.

—Sobre todo, quiero discreción. Nadie debe saber que el hijo de Castle está aquí. Ahora discúlpeme, tengo que atender una visita.

Cuando el nervioso facultativo salió, Lion encaró a Jacob.

—Tengo un montón de fotos de su sicario. ¿Se imagina lo que podría hacer un investigador competente con esas fotos?

—No sé de qué me habla. Pero lo que estoy viendo es otra prueba de la locura paranoica de Castle: Michael Castle está en coma, pero en excelentes condiciones y recibe todos los cuidados que necesita. Todo está en su contra.

—Como yo lo veo, prueba que Castle tenía razón en pedir que cuidara de su hijo, porque usted lo quiere muerto. Y también prueba para mí, que el testamento de Castle es legal.

—Hay muchas cosas que aún no ha entendido: El apellido de soltera de Valerie es: Steel. ¡Es una Steel! Y para Castle, todos los Steel son enemigos. ¿No le parece de locos que contratara a una Steel para hacer testamento? Créame, la propia Valerie Mirren testificará a mi favor.

—Es posible. Pero mientras viva el hijo de Castle, usted no dormirá tranquilo, y la seguridad de Michael ahora es mi responsabilidad y a partir de ahora usted ya no es un visitante autorizado. ¡Fuera de aquí!

Jacob iba a replicar, pero un hombretón de unos cincuenta años se presentó en la puerta, anunciando con sencillez:

—Soy Cooper. Whitaker me dijo que lo encontraría aquí señor Lion. Me incorporo al turno de día

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