17 -JACOB HAUER

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Lion se despertó en la oscuridad. Se había dormido en el sofá mirando cómo las horas cambiaban el tono de luz, y aparecían algunas estrellas antes de ser diluidas por la contaminación lumínica de los edificios y sustituidas por las ventanas.

En cuanto entró en la ducha, los automatismos de despertarse en lugares extraños, tomó el control. En su cabeza se estaba preparando para un día de trabajo, hasta que se dio cuenta de que no tenía ropa para cambiarse. Siempre preparaba ropa y equipo por la noche. Pero no estaba en un hotel, ni estaba trabajando, estaba en su casa y pensó que en su cuarto encontraría algo que ponerse. Abrió el vestidor y ¡voilà!, había ropa de su talla. Estaba molesto, porque empezaba a aceptar todo lo que le pasaba desde que Eddy entró en su vida.

Cuando salió de la habitación vio que su móvil se había activado por un mensaje nuevo. Lo leyó con disgusto y fue a la cocina a prepararse el desayuno.

El mensaje era de Jacob Hauer: «Estimado Señor Lamarc, me pongo en contacto con usted como abogado de los socios y accionistas de Eduard Castle, para informarle que vamos a impugnar el testamento. No obstante, siendo usted heredero, creo que lo más apropiado es que pudiéramos hablar en privado, antes de iniciar las acciones legales. Le propongo que nos veamos en el Star & Steel, donde contaría con el apoyo legal de la abogada Valerie Mirren. Jacob Hauer».

Lion se llevó un café para tomarlo en la terraza con la esperanza de ver al Magort, pero había desaparecido. Quizá echaba de menos a Beth, que lo había estado cuidando hasta ahora. Beth. «La amiga de Eddy», se recordó Lion.

Había juzgado mal al viejo tiranosaurio, nadie puede ser tan malo, si consigue que dos de sus empleados muestren tanta devoción por él. Aunque no eligió ni a Whitaker, ni a Beth para la tarea de «cuidar de su hijo» y «restaurar la mansión».

Necesitaba respuestas y ya era tiempo de ver el contenido del diario. Lo abrió con cuidado y vio que había una tablet ocupando el lugar que correspondería a las hojas del diario. La tablet era un modelo que usaban algunos ejecutivos como planificador de tareas. Pero Castle decidió innovar y mandó a alguien soldar la tablet al metal. Observó que la tapa se podía pegar a la parte trasera, facilitando el agarre. Sin embargo, no se le ocurría qué motivo podría tener Castle para adornar una tablet de esa forma. De repente le saludó una voz femenina de tono neutro:

—Hola, señor Lion Lamarc. Me llamo Zoe. Hoy es 4 de abril de 2084. Ninguna tarea terminada. Quedan 172 días para completar sus tareas. Tengo un mensaje prioritario del señor Eduard Castle:

«Si oye esto, es que he muerto sin poder hablar con usted en persona. Quiero que haga algo por mí, acepte mi testamento y sabrá de qué se trata. No dispongo de tiempo para darle más detalles. Pero rellenará los huecos que faltan con la ayuda de esta tablet. Nunca se separe de ella. Le permitirá estar conectado y acceder a cualquier fuente de datos disponible».

Fin del mensaje... ¿Necesita ayuda?

—¿Qué tareas? —Preguntó Lion para asegurarse de no pasar nada por alto.

Zoe resumió las tareas con frases seleccionadas de Castle y uso la voz del propio difunto: «Cuide de mi hijo» y «restaure la mansión de los Steel».

—¿Dónde encuentro a su hijo?

—No tengo constancia de ningún hijo. —Respondió Zoe en tono profesional.

—¿Eduard estuvo casado?

—Estuvo casado una vez. Su esposa se llamaba Dorothy Steel.

Estaba embarazada cuando murió, pero el informe forense indica que perdió a su hijo.

—¿Eduard Castle tuvo algún otro hijo?

—No hay registro de otros hijos.

—¿Desde cuándo tienes datos de Eduard Castle?

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