13 -JHON WHITAKER

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Lion recogió su maleta y cuando llegó a la recepción le sorprendió que Beth estuviera esperándole.

—¿Cómo ha conseguido llegar antes que yo?

—He usado el ascensor privado de Mirren.

—¿Va a ser usted... algo así como mi contacto?

—No. Se ha olvidado estos sobres: hay un móvil, una nota, documentación y una tarjeta con crédito ilimitado. No me llame a no ser que tenga una emergencia. Ahora he de volver antes de que Mirren me eche de menos—. Y desapareció.

Estaba dispuesto a pedir un taxi, cuando vio a un chófer abrir la puerta de una limusina.

—¡Señor Lamarc! Hola, me llamo John Whitaker y estoy aquí para llevarlo a su casa.

—¿Qué casa?

—Digamos que tengo que llevarlo a su ático. —Dijo John sonriendo.

—Así que tengo un ático en Ciudad Capital.

—Eso es.

—Está bien, veamos que tal es 'mi casa'.

El chófer inició la incorporación a la gran avenida con suavidad. Era un negro cuyo porte, altura y corpulencia, indicaban que era un agente haciendo labores de chófer. Lion decidió centrarse en los documentos y el contenido del sobre que le había dado Beth. Primero, echó un vistazo al testamento, y fue bajando la vista hasta encontrar las cláusulas que debía cumplir: cuidar del hijo de Castle y restaurar una mansión en Winterlander, que al parecer estaba en un lejano pueblo de pescadores. Si cumplía las condiciones se le mantendría una línea de crédito y el ático. Tal como sospechaba, más que una herencia, aquello parecía un cambio de trabajo. Vació el sobre de Beth en el asiento de al lado, y cayeron un móvil y una nota que decía: «Dele de comer al pájaro...» Observó con detenimiento el móvil: era un modelo muy exclusivo, pero ya lo había visto por ahí. Acarició el lateral y la pantalla se desplegó al doble de su tamaño. Dos pulsaciones en los lugares apropiados, y pudo ver el plano de la ciudad. Tecleó la dirección del ático que había leído en el testamento y una línea roja en el mapa le indicó que el chófer lo llevaba en la dirección correcta. Whitaker le preguntó:

—¿Todo en orden?

—Sí, señor Whitaker.

—¿También se dedicaba a esto?

—Más o menos. Mi jefe me mantenía vigilando edificios para que no le diera problemas. Hasta que le pegué al compañero equivocado y me quedé sin trabajo.

—No se anda usted con rodeos.

—Seguro que no digo nada que usted no sepa.

—Ya estamos llegando... Es ahí mismo—. El edificio que señalaba Whitaker también se perdía en el cielo, pero desentonaba, porque la mayoría de las plantas a la vista estaban sin terminar. Whitaker se bajó del coche y esperó a Lion.

—Así que tiene orden de llevarme a casa —dijo Lion al ver que Whitaker, no le ayudaba con el equipaje, ni se despedía.

—No se extrañe, yo también vivo aquí. Solo quiero estar seguro de que llega bien —. Whitaker fue hacia la entrada, y se paró frente a la puerta dejándole poco espacio. La puerta consistía en varias planchas metálicas que se entrecruzaban. Por lo que había oído de aquel mecanismo, era virtualmente impenetrable. Nada a la vista que indicara un sensor, o una cerradura. Whitaker se estaba divirtiendo.

—¿Me permite? —Dijo Lion, poniendo la maleta delante de él. Los paneles se plegaron sin ruido dejando espacio para una persona. Whitaker lo siguió hasta el ascensor y lo enfrentó con cara de pocos amigos.

—No me gustó que llamara «tiranosaurio carroñero» a Eduard Castle—. El chófer arrastró las palabras para que calaran en el cerebro de Lion. Sus ojos eran dos tumbas negras. Imposible saber qué le rondaba por la cabeza. Lion le aguantó la mirada lo mejor que pudo.

—Castle mandó a mi casa a dos gorilas y me raptó, así que no voy a disculparme por lo que dije —. Whitaker apenas inició una sonrisa con los ojos.

—Me lo habían contado y no me lo creí. Eduard Castle no consentía que nadie le hablara así. De hecho, nunca necesitó a nadie para solucionar «los pequeños problemas» que en este oficio tenemos que lidiar. Ni siquiera al final, cuando ya lo había consumido la enfermedad. Por eso tiene mi respeto—. Se alejó hacia la entrada que seguía abierta, y se giró—. Pero no se equivoque, cambie de vida, y cumpla. Si no lo hace, perderá algo más que su parte en la herencia. 

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