Beth oyó cómo el beeper vibraba sobre su despacho, y alargó la mano para atender la llamada. Era Jacob otra vez. Beth pulsó sobre el nombre, e inmediatamente el mensaje se almacenó como leído y tarea pendiente a las 22:14. Jacob Hauer ahora le exigía que le llevara el informe sobre un tal Morgan Ramírez. Sospechaba que la estaba castigando por facilitar que Lion firmara el testamento. Jacob, abusaba de su poder como socio mayoritario, añadiéndole trabajos fuera del horario de oficina. En esto, Valerie Mirren no podía ayudarla porque ella misma estaba sometida a una presión parecida. Beth estaba atrapada en el Star & Steel, por los 'privilegios' de estar en la planta 702. Gracias a Castle consiguió ascender a ayudante personal de Mirren con derecho a despacho y apartamento, sin embargo, su vida se estaba diluyendo en un horario sin fin del que no podía escapar.
Beth estaba llevando los dossiers de Morgan Ramírez al despacho de Jacob Hauer, cuando de nuevo, vibró el beeper. Era Lion. Beth tuvo que meterse en un despacho vacío para contestar.
—Tengo que comentarle un asunto urgente —dijo Lion
—¿No puede decírmelo por teléfono? Tengo que entregar un informe crucial para un juicio que se celebra mañana.
Lion se aseguró de vocalizar bien:
—He descubierto que el hijo de Eduard Castle está ingresado en una residencia.
—¡¿Un hijo?! ¿En una residencia?
—Baje la voz. Los detalles prefiero decírselos en persona. Iré a recogerla en media hora ¿Le va bien?
—De acuerdo. Espéreme si tardo un poco
Beth estaba asombrada ¡Castle tenía un hijo!
El beeper volvió a sonar. Esta vez era Mirren. Iba a contestar, pero Jacob la esperaba en la puerta de su despacho muy atento a sus movimientos. Beth, prefirió teclear un mensaje: «En cuanto pueda te llamo».—¿No contestas a Mirren? —Preguntó Jacob con una sonrisa lobuna.
—Quería dejar primero las carpetas de Ramírez en su despacho, y comentarle que falta un documento. Acabo de pedirlo a la oficina del fiscal. Seguro que llegará en un par de horas.
Jacob permitió que Beth entrara en su despacho y dejara los dossiers, pero cuando iba a salir le cerró el paso, y le preguntó:
—Así que te falta un documento... Pensaba que gracias a tu talento para investigar... eras buena encontrando cosas perdidas. De hecho, encontraste a Lion Lamarc en la puerta del bufete antes de que pudiera hablar con nadie. He revisado las cámaras y no tuviste ninguna duda. Parecía que sabías quién era y en qué momento iba a llegar. La explicación más lógica es que formabas parte del complot que sacó a Lion del aeropuerto sin que mis hombres pudieran verlo y otra...
—Es que Mirren lo vio llegar conectándose a las pantallas de recepción y entonces me mandó que fuera a recibirlo. —Dijo Beth con rapidez y convicción. Jacob pareció ceder.
—Quiero el documento de Morgan Ramírez en mi mesa. Si no lo veo por la mañana, tu insolencia y falta de cooperación quedarán reflejadas en un informe. Y te daré un trabajo acorde con tu talento: bajarás a la recepción del edificio y podrás recibir a todos los nuevos clientes que lleguen.
Al volver a su despacho, Beth, comprobó que el estado de descarga del documento de Morgan Ramírez seguía al 0%, y se desalentó. Le esperaba otra noche en vela. Miró el reloj, solo faltaban cinco minutos para que Lion viniera a recogerla y como no le daba tiempo de nada más, cogió el ascensor hasta la planta cero.
Lion llegó diez minutos antes y había aparcado el coche a cierta distancia. Cuando Beth salió del bufete, a pesar de la noche y el traje de chaqueta corporativo, la reconoció enseguida porque Beth caminaba dejándose llevar por una cadencia interna ajena a todo lo que la rodeaba. Cuando se paró junto a las cristaleras laterales del edificio y las luces recortaron su silueta, Lion no quiso hacerla esperar más. Aparcó al lado de la chica, y salió imitando a un chófer abriéndole la puerta del pasajero. Sin una palabra, Beth se dejó llevar por la simulación y se acomodó en su asiento.
—Vamos al distrito de la Costa —anunció Lion y le indicó con un gesto suave que mantuviera silencio. Beth respondió con ademanes impacientes, y él le indicó con calma que mirara detrás del respaldo. Beth se incorporó y cogió una bolsa grande. Era de Stallman Fairs, dentro había una gabardina y unos zapatos a juego color crema pálido. Lion mantuvo los ojos al frente mientras la chica se cambiaba. Cuando terminó de ajustarse el cinturón, se puso los zapatos, lo miró. «¿A dónde me llevas?», pensó Beth.
Llegaron a la entrada de un restaurante y Lion presentó una tarjeta al portero. Enseguida los condujeron, atravesando el bar, por una puerta estrecha que daba a una escalera de caracol. Descendieron hasta una sala, y Lion activo la puerta con su acreditación. Una vez dentro, la puerta se cerró y quedaron aislados en una bóveda de color metálico.
—Gracias por la gabardina y los zapatos. ¿Cómo has sabido qué pie calzo?
—Soy bueno con los detalles —dijo Lion con sencillez.
—¿Lo supiste mirándome el pie?
—Eso es.
—Pero es una gabardina y unos zapatos... carísimos. ¿Por qué...? —Lion hizo un ademán para que no terminara la frase.
—Estuve de compras y me acordé de ti. Eso es todo.
—Vale, vale. Gracias... —Beth se lo quedó mirando un momento, pero enseguida recapacitó—: Dime ¿por qué me has traído aquí?
—Porque esto es una «sala segura» y nadie podrá oír lo que tengo que decir.
—Que Castle tenía un hijo. ¿Qué más?
—Está en la residencia Granholm. ¿Conoces el testamento de Eddy?
—No, aparte de ti... creo que solo lo conocen Mirren y Jacob.
—Me gustaría que oyeras las condiciones que me impuso Castle —de nuevo, Zoe transmite el mensaje de Eduard Castle. Al finalizar, Beth preguntó:
—¿No dice el nombre del hijo?
—Esa es la cuestión. Pero hay más, por lo visto este hijo quedó en coma tras un accidente de coche y no hay datos oficiales.
—Entonces, ¿cómo has conseguido toda esta información?
—He conocido a la madre del chico.
—Y tampoco me dirás su nombre ¿no?
—Lo importante es que Castle mantuvo este asunto en secreto para proteger a su hijo, y si Jacob consigue impugnar el testamento, tendré las manos atadas.
—¿Y en qué puedo ayudar? —dijo Beth impaciente por acabar y volver al trabajo.
—Hay que ponerle protección al hijo de Castle.
—¿A qué te refieres?
—Si el dinero no es problema, necesito contratar a un equipo de agentes para protegerlo. Castle me eligió porque temía por su hijo.
—¿Pero está en coma? —dijo Beth incrédula.
—Sí, ya sé que no parece tener sentido, pero Castle tendría sus razones y es una cláusula que debo cumplir.
—No tenía ni idea ¿Y cómo vas a hacer eso?
—Pensaba pedirle ayuda a John Whitaker.
—Está bien, te lo mandaré.
—Preferiría que hablaras con él ahora.
En ese instante el beeper volvió vibrar. Era Mirren.
—Lo siento, tenía que haberla llamado antes, pero me olvidé y...
—¡Un momento! No deberías haber podido recibir ninguna llamada.
Arrastró a Beth fuera del local y pidió un taxi al portero. Cogió a Beth por los hombros para decirle:
—¡El hijo de Castle puede estar en peligro inminente! Dame el número de Whitaker, yo hablaré con él, y tú volverás al Star & Steel en taxi. Contesta a la llamada de Mirren desde allí y sigue con normalidad con lo que estuvieras haciendo.
Beth estaba consternada por la brusquedad de Lion. Sin mediar palabra, le dio el número de Whitaker. Se cambió de ropa en el Abarth y le devolvió la gabardina y los zapatos. Mientras Lion hablaba con Whitaker, Beth se alejó en el taxi.
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REFLEX
Science FictionSiempre que nos acercamos a una ventana miramos a través de ella, pero nunca nos fijamos en el cristal. _ 2021© -2024© Safe Creative