La habitación de las chicas estaba sumida en una penumbra cómplice. Mal, Evie, Jay y Carlos se reunieron, sus rostros iluminados por una luz tenue que apenas alcanzaba para revelar sus expresiones satisfechas y conspiradoras. Habían logrado lo que parecía imposible: el plan de la poción de amor en las galletas había funcionado a la perfección.
—¡No puedo creer que haya funcionado tan bien! —dijo Jay, dejándose caer en una de las camas—. Ben está completamente bajo el hechizo. ¿Viste cómo no puede apartar la vista de ti, Mal?
Mal rodó los ojos, claramente irritada. —Sí, y es francamente agotador. No puedo dar un paso sin que quiera saber dónde estoy o qué estoy haciendo. Es como tener un perrito faldero pegado a mis talones.
Evie soltó una risita. —Bueno, ese era el objetivo, ¿no? Ahora estás más cerca que nunca de la varita mágica. Nadie sospecha nada, y pronto serás la novia oficial del príncipe Ben.
Carlos, que había estado jugando con su cabello blanco y negro, asintió. —Exacto. Cuando estés en la coronación, podrás acercarte lo suficiente a la varita para tomarla y romper la barrera. Nuestros padres estarán libres, y Auradon será nuestro.
Mal sonrió con malicia, pero su mirada se desvió hacia la ventana. —Sí, pero debemos ser cuidadosos. No podemos permitir que nadie arruine nuestro plan perfecto. Especialmente no esa irritante Soleil.
Evie se mordió el labio, pensativa. —Sí, he notado que nos observa mucho. Y su amiga Morven también. Pero mientras Ben esté bajo el hechizo, no hay mucho que puedan hacer sin levantar sospechas.
Jay se estiró, dejando escapar un suspiro satisfecho. —Lo importante es que nadie sospecha de nosotros. Ahora, necesitamos planear cómo sacaremos a nuestros padres de la Isla de los Perdidos una vez que tengamos la varita. No podemos perder tiempo.
—Primero, romperemos la barrera mágica —dijo Mal, su voz firme—. Una vez que eso esté hecho, nuestros padres podrán salir por sí mismos. Tenemos que asegurarnos de que la varita esté en nuestras manos antes de que alguien pueda detenernos.
Carlos asintió con entusiasmo. —Sí, y cuando nuestros padres estén libres, Auradon no sabrá lo que les golpeó. Este reino caerá, y nosotros seremos los que lo gobernemos.
Sin embargo, la duda se reflejó en los ojos de Carlos por un momento. —¿Están seguros de que esto es lo que realmente queremos? —preguntó, su voz llena de incertidumbre—. Quiero decir, ¿qué pasa si hay otra manera?
Jay se volvió hacia él, con una expresión severa. —No se trata de lo que nosotros queremos, Carlos. Se trata de lo que nuestros padres esperan de nosotros.
Evie asintió, su voz suave pero firme. —Exacto. Lo importante es demostrarle a nuestros padres lo malos que podemos llegar a ser. Eso es lo que ellos valoran, y eso es lo que debemos hacer.
A pesar de sus palabras, una sombra de duda cruzó los rostros de Jay y Evie. Parecían preguntarse si realmente estaban haciendo lo correcto, pero Mal no les dio tiempo para reflexionar.
—¡Basta de sentimentalismos! —exclamó Mal, fulminándolos con la mirada—. No podemos permitirnos dudar ahora. Esto es lo que hemos estado planeando desde que llegamos aquí. Si no lo hacemos, todo lo que hemos trabajado se irá al traste. ¿Es eso lo que quieren?
Los tres chicos bajaron la mirada, avergonzados. Sabían que Mal tenía razón, pero la duda persistía en sus corazones. Sin embargo, ninguno se atrevió a contradecirla.
—Lo siento, Mal —dijo Carlos, su voz apenas un susurro—. No quise...
—No importa lo que quisiste decir —lo interrumpió Mal—. Lo importante es que nos mantengamos firmes. Esta es nuestra única oportunidad de demostrarles a nuestros padres que somos dignos de ellos. No podemos fallar.
Se miraron unos a otros, compartiendo una silenciosa promesa de lealtad y ambición. Sabían que el camino no sería fácil, pero estaban dispuestos a enfrentarlo juntos. La varita del Hada Madrina sería suya, y con ella, la libertad de sus padres y el control de Auradon.
Mientras la noche se alargaba, siguieron discutiendo los detalles, afinando cada aspecto de su plan. Nadie podría prever lo que estaban tramando. Y cuando llegara el momento, tomarían lo que era suyo por derecho. La coronación de Ben no solo marcaría el inicio de su reinado, sino también el comienzo de una nueva era en la que ellos, los hijos de los villanos, reclamarían su lugar en el mundo.
Cuando Jay y Carlos finalmente se retiraron, Evie y Mal se quedaron solas en la habitación. Un silencio tenso se instaló entre ellas antes de que Evie hablara, sus palabras llenas de preocupación.
—Mal, ¿estás segura de que esto es lo que realmente quieres? —preguntó Evie, mirándola fijamente—. Quiero decir, ¿realmente la aceptación de Maléfica es tan importante para ti?
Mal la miró con dureza, sus ojos brillando con una intensidad feroz. —Evie, he pasado toda mi vida tratando de demostrarle a mi madre que puedo ser tan mala como ella. No puedo permitirme fallar ahora. Y tú deberías querer lo mismo en lugar de estar coqueteando con Doug, el hijo de Tontín.
Evie se sonrojó ligeramente, pero mantuvo su mirada firme. —No es tan simple, Mal. A veces me pregunto si realmente queremos ser tan malos como nuestros padres. ¿No podemos elegir ser diferentes?
—No, no podemos —replicó Mal, su voz fría y tajante—. Este es nuestro destino. Y debemos demostrar que somos dignos de él. Así que, deja de soñar con cuentos de hadas y enfócate en lo que realmente importa.
Evie asintió, aunque la duda aún nublaba sus pensamientos. Sabía que Mal tenía razón, pero no podía evitar sentir que algo en todo este plan estaba terriblemente mal. Pero, por ahora, decidió seguir adelante. Después de todo, no podía permitir que su mejor amiga enfrentara este desafío sola.
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Herederos del destino | Ben Bestia.
Fanfiction|| PRIMER LIBRO COMPLETO. || SEGUNDO EN PROCESO. En el brillante y encantado reino de Auradon, dos príncipes, cada uno con un legado poderoso, han estado en una constante rivalidad desde que tienen memoria. Ben, el heredero carismático y noble del R...