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Capítulo 9: Tiempo


Yoongi sostenía a Yena en sus brazos mientras ella lloraba desconsoladamente, su pequeño cuerpo temblando con cada sollozo. Estaba sentado en el sofá de la sala, tratando de encontrar una manera de consolarla. Jimin había salido a la farmacia para comprar algunas cosas mientras los niños dormían, pero el despertar de Yena había sido abrupto y angustioso.

Desde la reciente visita al médico, hace una semana, Yoongi había estado más preocupado por Yena. El doctor había dicho que estaba en perfectas condiciones de salud física, pero su apego a Jimin era inusual y había recomendado derivarla a un psicólogo sin más. Ahora, sin saber qué hacer, Yoongi intentaba calmar a su hija.

—Shh, cariño–murmuraba Yoongi, meciendo a Yena suavemente. —Estoy aquí. Todo está bien.

Pero sus palabras parecían no tener efecto, y los sollozos de la pequeña solo aumentaban. Yoongi sintió una mezcla de impotencia y dolor al ver a su hija tan angustiada y vulnerable. Finalmente, decidió preguntar.

—Yena, ¿por qué lloras? ¿Qué te pasa, amor?

Yena levantó la cabeza ligeramente, sus ojos grandes y llenos de lágrimas, su voz temblorosa mientras intentaba hablar.

—Extraño a Jimin. Extraño su aroma.

Yoongi sintió una punzada en el corazón al escuchar esto.

—¿Su aroma? ¿A qué te refieres, cariño?

Yena asintió, sus labios temblando.

—Sí, el aroma a leche de Jimin, como el de mami.

Yoongi se sentía devastado por las palabras de su hija. Cada lágrima, cada sollozo de Yena era una herida abierta, un recordatorio doloroso de la ausencia de su esposa. Él también la necesitaba desesperadamente, y ver a su hija buscar consuelo en Jimin solo profundizaba su propio dolor. Era como si Yena intentara encontrar en Jimin lo que su madre ya no podía darle, y eso lo destrozaba por dentro.

Cuando Jimin llegó, se encontró con una escena desoladora. Yena, con los ojos hinchados de tanto llorar, corrió hacia él con una desesperación palpable. Jimin, aunque preocupado y un poco desorientado, la recibió en sus brazos, acunándola con ternura.

—No te vuelvas a ir, por favor— suplicó Yena, su voz temblando mientras se aferraba a Jimin.

Yoongi cerró los ojos por un momento, luchando contra sus propias lágrimas.

Jimin, sin entender del todo lo que estaba sucediendo, comenzó a liberar un poco de su aroma para calmar a la niña. Sus caricias eran suaves, y sus besos en la cabeza de Yena eran un intento de transmitirle seguridad y amor. Sin embargo, su preocupación aumentó al ver los ojos aguados del alfa, reflejando un dolor profundo y silencioso.

Yoongi no pudo soportar más. La escena frente a él era demasiado para su corazón herido. Se levantó, sus movimientos torpes y llenos de angustia, y se dirigió al jardín de la casa. Necesitaba aire, necesitaba un momento para recomponerse, lejos del dolor que lo envolvía dentro de esas paredes.

El jardín estaba tranquilo, un contraste marcado con la tormenta emocional que se desataba dentro de él. Yoongi se dejó caer en un banco, apoyando los codos sobre sus rodillas y cubriéndose el rostro con las manos. Las lágrimas finalmente encontraron su camino, deslizando silenciosas por sus mejillas.

Cada sollozo de Yena resonaba en su mente, y las palabras que había dicho, "el aroma a leche de Jimin me recuerda a mamá", eran como puñaladas en su corazón. Se dio cuenta de que su hija estaba buscando desesperadamente una conexión que él no podía ofrecerle, una conexión que solo su madre podría haberle dado. Y eso lo hacía sentir terriblemente impotente.

I LOVE YOU, BOY | YOONMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora