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Capítulo 21: Cuestión de tiempo.

Jimin despertó de golpe, el cuerpo empapado de sudor y el corazón latiéndole desbocado contra las costillas, como si quisiera escapar de su pecho. Por un instante, no supo dónde estaba, sus ojos parpadeando rápidamente mientras intentaba reorientarse, deshacerse del espeso velo de terror que aún se aferraba a su mente. Las sombras en la habitación eran altas y distorsionadas bajo la tenue luz del sol que se filtraba por la ventana, y durante un breve segundo, pensó que aún estaba allí, atrapado bajo el peso de Seungri, con su aliento caliente y repulsivo recorriéndole la piel.

El asfixiante recuerdo del sueño lo envolvía como una niebla tóxica, y Jimin luchó por liberarse de ella, por recordarse a sí mismo que eso era solo un mal sueño, que estaba a salvo, en la casa de los Min, y que Seungri no estaba allí. Se obligó a respirar profundamente, aunque sus pulmones parecían negarse a cooperar, como si todavía estuvieran aprisionados por el miedo y la desesperación que sentía en su pesadilla. Cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Seungri se superponía a la oscuridad: su mirada fría, las palabras que goteaban crueldad y poder, y la certeza de que no había escapatoria.

No podía seguir así. Jimin llevó una mano temblorosa a su rostro, frotándose los ojos en un intento desesperado por borrar la imagen de su mente, pero las lágrimas que no había dejado salir en el sueño finalmente encontraron su camino, corriendo por sus mejillas en silencio. Se dejó caer sobre la cama, mirando al techo con la mirada perdida, su cuerpo entero temblando como si aún sintiera las manos de Seungri apretándolo, dominándolo, robándole el aliento y la dignidad.

¿Cómo era posible que, después de tanto tiempo, el pasado tuviera tanto poder sobre él? Seungri no había vuelto a aparecer después del cumpleaños de Yena, y aunque parte de Jimin se sentía aliviado por su ausencia, otra parte temía que fuera solo cuestión de tiempo antes de que el hombre regresara, de que irrumpiera en su vida una vez más para destrozar todo lo que había logrado. Era esa incertidumbre, ese constante estado de alerta, lo que lo estaba destruyendo por dentro.

Intentó calmarse, inhalando profundamente mientras cerraba los ojos, pero en lugar de serenarse, su mente volvió a revivir los últimos días, recordando cómo su propia ansiedad parecía haberse filtrado en todo lo que hacía. Los ruidos fuertes lo hacían sobresaltarse, el simple chasquido de una puerta o el grito de Yena jugando era suficiente para que su corazón saltara en su pecho. Los días transcurrían como si estuviera en un estado de trance, desconectado de la realidad, siempre esperando que algo horrible sucediera, siempre temiendo que él apareciera en cualquier momento.

Peor aún, sabía que Jihoo lo estaba notando. El pequeño parecía más irritable, más inquieto, como si estuviera absorbiendo todo el miedo y la angustia que Jimin intentaba ocultar. Cada vez que lo sostenía en brazos, cada vez que Jihoo lo miraba con esos ojos grandes y curiosos, Jimin sentía que lo estaba fallando, que no era lo suficientemente fuerte como para protegerlo. Y esa sensación de impotencia, de no ser capaz de brindarles a los niños la seguridad que merecían, era la parte que más le dolía.

Con un suspiro tembloroso, se levantó de la cama, sus piernas todavía débiles por el terror que lo había invadido momentos antes. Caminó lentamente hacia el espejo del cuarto, como si necesitara ver con sus propios ojos que estaba bien, que seguía entero. Pero cuando su reflejo apareció ante él, lo que vio le hizo apretar los labios para contener un sollozo. Parecía un fantasma de sí mismo. Las ojeras oscuras se marcaban bajo sus ojos, su piel estaba pálida y apagada, y había una fragilidad en su mirada que no había visto en mucho tiempo.

Se obligó a inhalar profundamente una vez más, apartando la mirada de su reflejo como si no pudiera soportar lo que veía. Tenía que ser fuerte. No por él, sino por los niños, por Yena, por Jihoo. Ellos lo necesitaban, y no podía permitirse desmoronarse, no cuando ellos dependían tanto de él.

I LOVE YOU, BOY | YOONMIN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora