Capitulo 1. VUELO TRISTE Y ANGUSTIOSO

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–Señoras y señores, bienvenidos a Burdeos, por favor, mantengan colocado su cinturón de seguridad hasta que aterricemos por completo.

Annette se quedó leyendo su libro concentrada como si fuese una orden de vida o muerte. No quería mirar por la ventanilla, se lo había estado repitiendo desde que salieron de New York esta tarde. No quería mirar porque temía ver la ciudad en la que había compartido tantos recuerdos bonitos, donde se había sentido querida y valorada.

Llevaba seis meses intentando olvidar, iniciar una vida donde ella fuera la dueña de sus acciones.

–Querida, ¿Está usted bien? – la mujer en el asiento de al lado le tomó la mano y la apretó ligeramente. – ¿Miedo a volar?

–¿Qué? ¿Miedo a ...? – repitió Annette, mientras miraba a la mujer, extrañada por la pregunta.

–Es lo que imagino, pobrecita, no ha soltado ese libro en todo el vuelo. ¿Nunca ha venido a Francia? Habla muy bien el francés.

–Si. Yo...– no conocía a esa señora de nada, y su padre siempre le había dicho que aun las caras más bonitas e inocentes, podían ser víboras de cascabel. – soy francesa.

–¡oh! No lo pareces querida. –La mujer se sorprendió por saber que ella en realidad era de allí y que no era una extraña llegando a un país desconocido. – le decía a mi esposo que parecías americana. Tienes unos ojos muy bonitos. Te vimos cuando íbamos a abordar. ¡Es que pareces modelo!

–Vaya...yo...gracias – ella nunca había sabido responder ante halagos, tampoco era la primera vez que le decían aquello.

Tenía los ojos color verde esmeralda, herencia de sus padres, y su cabello rubio platino, que muchos pensaban que era pintado en peluquería, pero en realidad, había heredado eso de su madre.

Su madre.

¡como extrañaba a su madre! Seguro que ella le habría dicho qué hacer ante situaciones como aquellas.

–¿Es buena la novela?– preguntó la señora, mientras Annette sentía que el avión terminaba de aterrizar. – la has agarrado como si estuviera bastante entretenida.

Allí se dio cuenta que había estado todo el viaje con la página veinte, sin moverla, sin pasarla, sin leer.

No tenía idea de que iba esa novela, a pesar de ser una de sus autoras favoritas, Agatha Christie en esa ocasión, no había podido aliviar su dolor, su desasosiego, su incertidumbre.

Miró la mujer con abrigo de plumas color rojo, un color que a diez metros se notaba a leguas. Si alguien fuera a matar a esa señora, ella se lo pondría fácil para ubicarla.

–¿La novela? Pues, buena. –No podía responder otra cosa. La señora la miró con los ojos marrones fijos en ella.

Sin entender a qué venía, su cerebro quiso confesar a la extraña pasajera, a que había regresado a esa ciudad. Sus ojos verdes no podían ocultar la tristeza. Eso le decía su padre.

–Bueno, ya estamos aquí. Creo que, aunque no tengas miedo a volar, algo te preocupa. Pocas veces se estrellan estos aviones. – Ella le sonrió y le señaló la ventanilla. –mira que hermoso esta el día. Nuestro cielo es uno de los más bellos.

–Gracias. Así es, cada vez que estoy lejos, pienso en mi pequeño pueblo y me tranquilizo un poco, aunque la nostalgia siempre está.

–¿de que parte eres? – preguntó la señora mientras se quitaba el cinturón, puesto que ya cabina había notificado haber aterrizado sin problemas.

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora