Capitulo 25. El uno para el otro

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Antoine

Sorprendido era decir poco, estaba asombrado, triste, enojado...demasiadas emociones para describirlas en un solo segundo.

Sacó a la mujer casi a arrastras después que está se colocó la ropa y tomó la cartera que le entregó Ana desde la cocina.

La mujer pasó a su lado y lo miró con odio.

— Estás perdiendo tu tiempo con ella. Esa mujercita no es suficiente para ti.

—Tú no sabes lo que es suficiente para mí, Carola Dumont. No sé cómo diablos terminé en la cama contigo, pero nada de eso significó nada para mí.

—No asegures tan rápido las cosas, no sabes de lo que soy capaz.

Antoine se acercó a ella y la mujer pareció entender que estaba delante de una verdadera amenaza.

—Antoine.. señor Bourdeau... Antoine...yo...

—¿Ahora temes de mí? ¿ahora sientes pánico? ¿cierto? ¿Ya no soy tu cariño? ¿quieres salir corriendo? ¿quieres escapar porque no sabes con quién diablo te has metido?

A cada pregunta se pegaba a ella con la fuerza de león y el deseo de ver la sangre correr de un vampiro sediento.

—Usted es un señor respetable..no va ..no va a hacerme daño...

—¿Ahora me tratas de usted? ¿ahora te pesa el cargo que ocupo en este pais? ¡tú no eres nada, Carola! ¡no eres nada y nunca lo serás! no sé cómo diablos amaneciste mi cama. No recuerdo absolutamente nada de esa noche.— confesó él por primera vez en voz alta, sintiéndose estúpido.

¿Cómo había permitido que las cosas llegaran tan lejos?

Era cierto le había mentido a su esposa, pero no por gusto, no porque él deseara lastimarla como ella había pensado.

Se odiaba tanto que le dolía el pecho, No por haber sido descubierto, sino por no haber tenido el valor de buscar el momento correcto y contarle a su mujer sobre aquella noche.

—Vaya excusa. Esperaba más de un hombre como tú —dijo ella desdeñosa. —¿No te acuerdas tomaste conmigo? ¿Que me invitaste una copa? estabas en el Debrox..

—Sé dónde estaba. Me acuerdo perfectamente estar en el bar, mi hermano me acababa de informar que mi esposa se iba a comprometer con otro hombre.

¿Cómo iba a olvidar cuando Joseph lo citó para decirle que se había enterado de manera misteriosa que su bella arañita iba a casarse otra vez.

Que iba a unirse con ese al que ella le había presentado como un amigo de toda la vida.

Carola tuvo la delicadeza de sonreír con gesto triste.

—Yo me acerqué a ti y te invité una copa. Tu la aceptaste.

—¡Pero no recuerdo nada más!— le informó molestó, subiendo el tono de voz por la ansiedad que le provocaba tener ese hueco en su memoria. —ahora te pido..— dijo el abriendo la puerta—.. que te marchas de una jodidas vez de mi casa y de mi vida, y que no vuelvas a molestarme. No me importa lo que pasara esa noche entre tú y yo, no soy ese hombre y nunca lo seré. No soy lo que tú crees que soy.

—Por supuesto que lo eres, Antoine Bourdeau. Eres un hombre, igual que todos los demás.

Carola tenía un vestido negro que le enmarcaba el cuerpo esbelto y le llegaba hasta las rodillas, unos tacones plateados que subían hasta sus tobillos, y su cabello rubio lucía brillante, se notaba a leguas que esa mujer invertía bastante en su imagen personal. Tenía unos ojos azules bonitos, debía reconocerlo porque sería un hipócrita si no lo hacía. Veía en ella una mujer bella, la típica francesa de labios finos y mirada traviesa, pero la verdad era que no le gustaba, no se sentía atraído hacia ella, porque era una víbora, porque se estaba prestando para arruinar su relación y aquellas personas que se atrevían algo tan bajo, tan sucio cómo llegar al departamento de una pareja casada y vociferar a los cuatro vientos que el hombre se acostó con ella, con tan sólo el deseo de provocar daño de lastimar a la esposa y de hacerla creer que no era suficiente, una mujer así no valía la pena, por más hermosa que tuviera la fachada.

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora