No paró de preocuparse por Antoine , el hecho de él apenas responderle por teléfono no lograba tranquilizarla ni un ápice. Los días pasaban y la ansiedad consumiéndola, haciéndola pensar que Antoine le pasaba algo y no quería contárselo, al tercer día no se aguantó más compró el ticket y se sube al avión con toda la intención de resolver el misterio de una vez por todas.
—¿Nerviosa? — le preguntó el hombre entrado a los treinta sentado a su lado en el avión.
Lo observo con cara de pocos amigos, levantando las cejas, intentó descifrar si podía o no confiar en el.
Entonces recordó que no tenía porqué confiar en un completo desconocido. Lo cierto era que solo le había realizado una pregunta. no tenía porqué planificar una manera de atacarlo.
—No. — mintió aunque se moría de los nervios.
— Vas a arruinar ese collar si sigues retorciéndolo.
—Oh..— dijo dándose cuenta que él tenía razón. El collar estaba entre sus dedos, con más de cuatro vueltas y a punto de dos cosas: ahorcarla o romperse.
Estaba casi segura que sería la primera.
—Gracias. — lo soltó y miró por la ventanilla.
el hombre tenía los ojos marrones claro, nariz ligeramente puntiaguda, un lunar en la mejilla, el cual captó su atención de inmediato. Su cabello estaba atado en una coleta en lo bajo de su cuello, era de un color ligeramente cobrizo al igual que sus cejas.
—¿No eres de Burdeos?
Parecía un deja vu.
Justamente semanas atrás una mujer le había hecho esa misma pregunta.
Sentía que había pasado un siglo desde que esa mujer le preguntó por el libro de Agatha que ella inútilmente había intentado leer aquel día.
—No. Tienes razón, no lo soy, pero pretendo quedarme aquí.
—Bien. Es una ciudad hermosa. Quia podamos..
—No— lo detuvo ella dándose cuenta por el camino que iban los pensamientos de su compañero de vuelo. —no me interesa. Estoy casada, felizmente casada.
El sonrió y la observó con los ojos brillando y los dientes relucientes y blanco. Tenía una sonrisa hermosa, y ella se sintió culpable por admitir que aquel hombre era bien parecido.
—¿Por que será que las mujeres siempre creen que una invitación a un café es la insinuación de querer sexo?
—¿Será porque los hombres normalmente no invitan a una para tomar un simple café? No a menos que deseen algo más.
—Es un poco tonto seguir pensando que todos los hombres... que todos los seres humanos tienen el mismo modus operandi.
—Ustedes no ayudan.
—¿No tienes amigos hombres?
—Si. —pensó en Pierre y se dio cuenta que aunque era su amigo, él se había enamorado de ella. —...bueno...tengo un amigo que fue mi prometido.
Se sintió extraña al decirlo en voz alta.
Pero era la verdad.
Había sido su prometido y pretendía que volviera a ser solo su amigo.
Muy pronto.
—¿Tu prometido? ¡Vaya! Tienes muchas historias por contar a tan corta edad. ¿Cuantos tienes? ¿Veinte? ¿Veintidós?
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AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)
RomanceAnnette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de co...