Antoine llegó a su apartamento pasadas las cuatro de la mañana, hecho una furia, sintiéndose vagamente culpable, mejor dicho, sumamente culpable y avergonzado, responsable por las actitudes de su hermano, por las decisiones tan terribles que había tomado por esas que habían hecho casi que su hermano perdiera la vida.
Odiaba a su madre. ¡Dios! ¡la odiaba como Jamás había odiado a nadie! ¡como jamás creyó posible que pudiera odiara!
—Ella lo engañó— escuchó las palabras de su hermano repetirse una y otra vez mientras iba conduciendo el carro de regreso a su apartamento.
Llamó a su secretaria informándole que no regresaría la oficina y que quizás se tomaría el día siguiente, cosa que sorprendió a la señora y la hizo ahogar un grito.
—¿Está todo bien? —le preguntó a ella.
—Si, sólo necesito un poco de tiempo para asimilar... —titubeo un poco antes de responder—.. algunas cosas.
—Tómese todo el tiempo que necesite. Lo mantendré al tanto. —fue su respuesta reservada y honesta.
Y él sabía que ella lo haría lo llamaría en caso de que necesitar algún tipo de información.
Abrió el frigorífico y sacó un cartón de jugo de naranja, no había cenado absolutamente nada. Se sirvió un vaso y se lo tomó.
Ese día no había almorzado nada, la nevera estaba vacía, debía hacer compra de la semana pronto, decidió que le avisaría a su ama de llaves para que preparara todo.
Pero entonces pensó que quizás a Ana Le gustaría hacer las compras a partir de ese momento.
Annette no era igual que las demás mujeres con las que él había tenido contacto, con las cuales había tenido sexo ocasional. Ella era tan distinta, por ninguna había tenido esa conexión emocional que tenía con Annette, era sencilla, tan simple, tan práctica y a la vez tan compleja y tan peculiar, un ser de otro planeta, de otro mundo, uno en el que todo era felicidad y todos los sueños se cumplían.
—¡Maldita sea! —el vaso de cristal se estrelló en el suelo y Antoine maldijo una y otra vez golpeando la mesa del desayunador.
¿Cómo su madre había sido capaz de hacer tal maldad?
¡Había engañado a su padre! ¡le había sido infiel por años y el único que lo había sabido era su hermano!
Su madre lo había amenazado con quitarlo de la fortuna familiar, con desheredarlo, y su hermano no tenía conocimiento alguno sobre nada en la vida, verse sin dinero, si la protección del apellido Bourdeau era catastrófico para él.
Y Antoine lo comprendía.
Ambos hermanos se habían criado bajo la protección, tutela y manto de su apellido, así que no podía juzgarlo por aceptar el chantaje de su madre.
Sin embargo su hermano no había tenido la fuerza de voluntad para tolerar y para aguantar un secreto tan grande, uno que no le pertenecía. Sucumbió ante toda clase de vicio y adicción para olvidar lo que sabía.
Hasta que su padre falleció y entonces se sintió tan culpable por no contarle lo que su madre había hecho durante años, sacándole dinero de sus cuentas bancarias, dándoselo su amante amante.
Antoine aún no lo conocía, pues José No había querido darle el nombre.
Él conocía a su hermano, Antoine estaba seguro que así José le hubiese dado el nombre de ese malnacido, en ese momento, a esa hora de la madrugada, la historia fuera completamente distinta: él estaría en la cárcel y un hombre estaría desangrandose en el suelo de su apartamento lujoso, porque estaba seguro que su madre no se involucraría con alguien que ella sintiera inferior.
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AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)
RomanceAnnette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de co...