Capitulo 4. ELLA ERA UN SUEÑO

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Antoine Bourdeu

Antoine entró en la limusina y se sentó al lado de su esposa. Ella podría decir lo que quisiera, gritar, saltar patalear, pero al final de todo, sobre el papel, ante la iglesia y ante su familia, Annette seguía siendo su mujer. La mujer que lo había dejado el mismo día de su boda, pero su mujer al fin y al cabo.

Se desabrochó el botón que tenía colocado en  la chaqueta para sentirse un poco más cómodo. Estar encerrado en una limusina con Annette después de seis largos meses sin verla, era sencillamente caótico.

Antoine siempre había sido un hombre calculador, cuadrado cómo solía decir su hermano menor Joseph.

No entendía como las personas podían cambiar de parecer de la noche a la mañana, como podian decir que algo le gustaba y al otro día decir que ya no les parece atractivo. Cambiar de parecer no estaba en sus planes, una vez que una idea se había creado y desarrollado en su cerebro y que este entendía que era lo correcto, lo que le convenía, ni con un cuchillo en su corazón podrían sacarle esa idea que se había vuelto intrínseca en su ser.

Él no era cambiante, él no era variante.

Si algo le gustaba, lo tomaba sin importar los medios ni el qué dirán.

Si deseaba comprarse un carro nuevo, lo hacía.

Habían vanalidades con las que él no perdía el tiempo, ni su dinero.

Cuando vio por primera vez a Annette su corazón le dijo de inmediato que deseaba tenerla, así no fuera por un tiempo definido. Al pasar el tiempo, al conocerla, se percató de inmediato que era una chica tranquila de pueblo, que no tenía esa malicia que caracterizaba a todas las mujeres con las que él se había visto involucrado, no tenía la necesidad de conseguir dinero a toda costa.

Annette  no había sido así, al menos no hasta que descubrió su verdadera personalidad y su verdadera cara.

—¿Adónde vamos? — preguntó su chófer. Francois tenía trabajando para él mucho tiempo, el suficiente para conocer cuando él se debatía entre un lugar y otro. Era discreto, silencioso y jamás cuestionaba ni salía a murmurar y comentar lo que veía o escuchaba.

Una vez ella  se hubo montado en la limosina, él comenzó a creer que todo sería más fácil. Solo quería convencerla de que debía obedecer a su papel como esposa. Respetar el papel después que ella había firmado y aceptado al casarse.

Él la miró de reojo para confirmar si  se había colocado el cinturón de seguridad, Porque al ser un hombre de negocios conocido y reconocido en todo el país y el mundo, siempre se podría dar el caso de verse en peligro ante personas que no compartían su opinión, o que no le gustaba su trabajo. Por ende, dada esa circunstancia de llevar una vida relativamente pública, le gustaba que todo fuese seguro para él y los que estaban a su alrededor.

Era dueño de el principal aeropuerto de Francia y estaba en proceso de crear una autovía para llegar más fácil de un punto a otro dentro del mismo país.

Se podría decir, según los periodistas y los medios informantes, que Antoine era definitivamente y sin lugar a dudas, uno de los hombres más poderosos e importantes de Francia.

—Buenos dias, Francoise, perdón que no te saludé antes. Estoy sorprendida de que vinieran a buscarme —se excusó su mujer, mientras se dirigía a su chofer. —¿Que tal está María y Mandy? Me imagino que ya saben bastante. Ella no tenía ese tono de voz acerado que empleaba con él.

—Buenos dias, Sra Annette. Me alegro tenerla aqui nuevamente. —Francois desde que conoció a Annette, siempre tuvo esa cercanía y camaradería. — Mis hijas nietas estan muy bien. Usted siempre tan linde e interesada por ellas.

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora