Capitulo 18. Fiesta

62 6 0
                                    

Tenía que estar loco si creía que se iba a quedarse toda la noche encerrada en su habitación, mientras él conversaba con Joseph.

Debía de estar loco si pensaba que se iba a quedar como una inocente mariposa encerrada en su habitación, una princesa sin un caballero que la salvara.

Ella iba a crear su propio caballero y sería ella misma.

Ana se vistió de prisa, sacó una falda con lentejuelas qué le quedaba bastante corta y un top negro que dejaba ver un poco de su ombligo hasta sus caderas. Ella no era así, jamás vestía de esa manera, pero por alguna extraña razón Había decidido aceptar algunas piezas de ropa que Maya le había ofrecido para el viaje. Su amiga que aunque era un poco más extrovertida que ella, Annette no se imaginaba verla vistiendo así, le había dicho que jamás debía salir sin algo para disfrutar de una fiesta. Aunque el propósito de su viaje era finalizar su matrimonio de una vez y por todas con Antonio, su amiga le había dicho que a lo mejor Después de firmar los papeles del divorcio, ella se antojaba de beberse unos tragos.

Y había tenido razón, no había finalizado el divorcio aún, se dijo.

Pero al menos podía tener la oportunidad de tomarse algo fuera del departamento de Antonio sin su constante vigilancia, sin el deseo de asesinar a Joseph.

Sin las ganas de cogerse a Antonio como si no hubiese un mañana.

Deseaba que la tomara, que le hiciera el amor de todas las maneras que sabía. Era obvio que con Antonio iba a disfrutar al máximo de hacer el amor, de tener sexo, de coger, cualquier apelativo que él quisiera colocarle, ella lo único que deseaba era tenerlo dentro, de sentir sus manos alrededor de su cuerpo, tal y como había sucedido minutos antes de que Joseph los interrumpiera.

Habían estado a punto de hacer el amor en la cocina, de no haber sido por la estúpida interrupción de ese hombre, que lamentablemente era su cuñado, allí hubiesen podido acabar con las ganas molestosas y desesperantes que se apoderaban del cuerpo de Annette.

Ella se desconocía. Ese fuego tan intenso que sentía en su vientre era algo nuevo, distinto, y solamente la inevitable compañía de Antonio de lo provocaba.

Pero lo iba a sacar de su sistema. Se iba a demostrar a sí misma que podía ser feliz sin él, al menos por unas horas.

Se perfumó con el perfume que normalmente utilizaba de la marca Chanel, se calzó con unos zapatos de tacón fino, rodeado de pequeñas imitaciones de diamantes en los tirantes y se maquilló suavemente, Sólo colocando un poco de rímel en sus pestañas y algo de un rubor en sus mejillas, aunque no necesitaba tanto de lo segundo, pues estando constantemente junto Antonio, el rubor era automático.

Pero ella no lo estaría esa noche. No esa noche disfrutaría, Se tomaría algo y buscaría la forma de distraerse, para así llegar solo a dormir al apartamento y no tener que darle razones a su marido.

O a lo mejor decidía irse a un hotel, así refrescar un poco su me te y sus ideas.

Sí, esa idea de repente le pareció la mejor opción.

—¿A dónde diablos vas así?

Annette soltó un grito y miró hacia la puerta de la habitación, levantándose de la silla de un salto.

Antoine llevaba un pantalón negro y una camisa del mismo color, estaba hermoso, y a la misma vez tan seductor y pecaminoso como cuando lo vio por primera vez.

Su boca se resecó y parpadeó para buscar concentración.

—¿Ana?

—Voy por ahí.

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora