Capitulo 32. Todo sale a la luz

47 6 0
                                    


Ana llegó al apartamento de Pierre pasada las 7 de la noche, vestida con una falda que le llegaba hasta las rodillas de color azul topacio, con botones en los lados cerca del borde de la tela, una blusa negra le cubría los brazos hasta las muñecas y entallaba perfecto a su cuerpo delgado y esbelto. Su cabello rubio estaba atado en una coleta y se había dejado un poco de flequillo a los lados, después de colocarse un poquito de brillo en los labios se sintió un poco más preparada para ver a Pierre y cancelar de una vez por todas su efímero compromiso.

Tocó la puerta del apartamento dos veces y esperó a que él abriera, pues ella lo había llamado con anterioridad, diciéndole que estaba en la ciudad y que deseaba verlo.

Él se había mostrado feliz, efusivo y ella sintiéndose atroz, la peor persona.

Una persona desagradable que iba a finalizar su compromiso con un hombre que sólo había ofrecido su amor, su afecto, su cariño, uno que nunca había deseado lastimarla y que muy a pesar de ella, una pequeña parte de ella creyó que él era responsable por su separación con Antoine, ahora se sentía terriblemente avergonzada por esos pensamientos vanos y errados.

Maya era la responsable.

Eso le hacía incrementar el sentimiento de culpabilidad.

—¡Cariño mío! ¡has vuelto! —dijo él de inmediato al abrir la puerta.

Le sonrió abiertamente mostrando unos dientes perfectos aunque un poco amarillentos, Pierre tenía La mala costumbre de fumar una que a través de los años ella había intentado erradicar pero sin surtir efecto alguno.

Pierre venía de Una familia con cinco hermanos, él era el pequeño de todos y al que menos le habían prestado atención, Pues los padres de Pierre, con cinco bocas que alimentar se habían esforzado por darle la mejor calidad de vida, Aunque de manera escasa y equitativa, habían olvidado lo que era el amor y el afecto en un niño pequeño. El hermano mayor de Pierre le llevaba 17 años y el penúltimo de los hermanos tenía 40 y Pierre 28.

Ella era hija única, y por ende no fue hasta mucho tiempo después cuando comprendió que los hijos no deben tener tanta diferencia de edad entre ellos, pues eso afecta su afecto entre hermanos, y en ocasiones incluso con los padres.

Tal cual era el caso de su amigo.

—He vuelto— murmuró ella con las palabras golpeando sus dientes sin querer salir.

—Entra, entra.. —le dijo el abrazándola y cerrando la puerta.

Se alejó de ella pero dejó las manos colocadas en sus hombros, su calor infundiendoles la tranquilidad que los había rodeado durante años.

—Pierre, tengo que hablar contigo. —no se andaría por las tramas, no lo haría porque sabía que debía de tirar de la bandita que cubría la herida. Mientras más rápido lo hiciera lo mejor. Así que habló aceleradamente —no puedo casarme contigo. —soltó —no puedo hacerlo. He venido a romper nuestro compromiso.

Sacó el anillo de su cartera, un anillo que no había llevado a Francia, que no había querido usar porque sabía que Antoine se daría cuenta de su compromiso, eso ahora le parecía hilarante. Todos esos pensamientos que había tenido mientras se montaba en el avión con dirección a Burdeos.

—¿De qué estás hablando? —Exclamó Pierre. —¡Ana, por Dios! —él, nervioso dio Un paso atrás y se fue al minibar, sacó una botella de coñac y se sirvió un tragó, lo tomó de un solo sorbo y la miró con el ceño fruncido. —¿De qué estás hablando? —volvió a preguntar— fuiste a buscar los papeles del divorcio. Fuiste tú fuiste a... —tartamudeó el y dejó la copa sobre el desayunador. Se pasó la mano por el cabello oscuro y la miró con los ojos abiertos de par en par.

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora