Nada había cambiado
Ana no se lo pensó dos veces, los ojos de Antoine centelleaban. Comenzaba a perder la paciencia, él era un hombre de armas tomar y si ella no se montaba en La limusina, fácilmente, él podía cargarla y meterla dentro ponerle el cinturón y sentarse a su lado como si nada hubiese pasado.
Miró a todas partes, las personas pasaban a su lado sin percatarse de la incertidumbre que estaba apoderándose de su ser.
—Tengo reservación en el hotel, no voy a irme contigo, si gustas me dejas allá, pero no voy amanecer contigo Antonio.
—Una cosa es lo que tú quieras, pequeña y otra cosa es lo que realmente se hará. Estás haciéndome perder el tiempo. Ya sabes que mi tiempo es oro.
—Sí, ya lo sé. Es lo único en lo que piensas.Tienes que aprender a dejar de intentar manejar la vida de los demás, — comentó molesta y derrotada. No quería hacer una escena, ella no era esa clase de mujer, por eso le irritaba tener que ceder ante Antoine —porque eso es lo que haces, quieres manejar la vida de todos a tu antojo, a tu gusto, por lo que te conviene, siempre buscando tu propio beneficio.
—Ana, no me hagas perder la paciencia. Sabes muy bien que la tengo contigo pero estás a un paso de hacer que te meta en la limusina y haga contigo lo que se me antoje.
—Tú no eres así. Al menos el hombre que conocí hace ocho meses no era asi, era un hombre delicado. ¿qué te pasó?
Qué se estaba mostrando tal cual era, se presentaba ante ella como el verdadero Antoine y no como el hombre que había intentado enamorarla, seducirla, cortejarla.
No ese con el que había soñado tantas veces, muchos trasnocho, pensando en él día tras día, ese que la había llevado de vacaciones a Venecia,el que se había reído con su padre de sus chistes malos, el que le había puesto un anillo con una piedra enorme en su mano, del mismo color de sus ojos, y le había prometido amarla para toda la vida, sonriéndole a la cara, mientras el sacerdote pronuncia las palabras.
Su Antoine y éste que tenía enfrente, eran dos versiones totalmente diferentes, distintas una de la otra, pero su amigo Pierre se lo había dicho, se lo había repetido y ella no le había creído. Pensó que él estaba celoso, aunque no comprendía porqué si su relación se había basado simplemente en una amistad simple y sincera, pero algo le decía que Pierre estaba detrás de algo más y lentamente comenzó a darse cuenta que él tenía razón.
Lo escuchó con sus propios oídos, cuando lo encaró de frente y le dijo lo que había escuchado de boca de Pierre y Maya.
Antoine, él no lo negó.
—Déjame en hotel — le dijo finalmente, mientras entraba la limusina y se sentaba con las piernas cruzadas.
Le dejó la maleta en el pavimento y mirando a Antoine, le dijo:
—Por favor, entra la maleta en el carro — con indiferencia fingida.
No podía volver a caer en sus brazos, no podía dejarse seducir por sus hermosos ojos grises, debía de ser pragmática y realista, su situación no era la más perfecta en ese momento y su cerebro y su corazón, tenía ideas diferentes sobre su relación con Antoine: su corazón le pedía a gritos que lo escuchara, que le diera una segunda oportunidad, pues ella lo amaba, aún después de todo esto, debería de reconocer que seguía teniendo sentimientos muy fuertes por su esposo.
Aunque él la despreciara, Aunque para él ella no fuera más que una muñequita, un trofeo, un plus en su negociación por la empresa la de su padre.
Era como el juego de: compra una empresa y te llevas una esposa totalmente gratis.
Ella había caído en la trampa y ahora se arrepentiría el resto de su vida de haber confiado en el hombre equivocado.
Con Pierre, ella no tenía que preocuparse, podía ser simplemente ella, él no le corregía nada, no le criticaba sus acciones, no le decía que ropa era mejor colocarse, siempre estaba dispuesto a llevarla a donde ella quisiera, no con la cantidad de lujos que Antonio podría ofrecer, pero ella nunca le había interesado el dinero, mucho menos si no era su propio dinero. Por eso, con Pierre ella creía que podía ser feliz. No lo amaba. Eso lo tenía claro y aceptado. Pero siempre había escuchado que primero iba el respeto y la preocupación y empatia, y el amor se cultivaria con los años venideros.
Ella había prendido a sobrevivir después de la muerte de su madre, con pocas cosas, no porque su padre no pudiera brindarle un mejor futuro, no porque no tuviera la mejor situación económica, sino porque Annette siempre fue independiente, y creyendo que podía seguir sus valores y principios fielmente, no necesitaba ningún hombre para ser feliz, aunque al conocer Antonio todo su mundo se removió, sus piernas comenzaron a flotar en una nube de amor y de deseo, y al descubrir su traición había caído desde lo alto y dado contra el pavimento.
Él no la amaba y nunca la amó simplemente fue un medio para llegar a un fin.
Por eso estaba deseosa de que ya le firmara el divorcio y pudiera alejarse y dejar a Antoine en su pasado, una vez y para siempre.
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AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)
RomanceAnnette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de co...