Capitulo 44. Llegó

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Antoine se quedó mirando el hombre que tenía frente, traia puesta una camisa rojo vino, pantalones negros de vestir, estaba elegante, impecable. Su cabello oscuro peinado hacia atrás, su mirada acerada con los ojos azul oscuro, lo vio y de inmediato los ojos de él le recordaron a los de su madre.

—Marco — digo entonces pronunciando el nombre de su hermanastro.

Hermanastro. Esa palabra le resultaba grotesca, extraña, difícil de pronunciar.

Qué bueno que sólo estaba en su cabeza.

Antonio pronunció su nombre, con toda la mala intención que pudo.

El desconocido, ese hombre que probablemente estaba detrás de las maniobras manipuladoras de su madre, llevaba una botella en la mano de un vino que ni siquiera se molestó en curiosear.

—¿Me vas a invitar a entrar.... hermano? — esa manera de llamarlo le hizo apretar los puños de inmediato y querer lanzarse sobre su rostro y golpearlo hasta verlo sangrar, pero le había prometido a su esposa que controlaría su mal genio, que le daría una oportunidad a ese hombre que claramente intentaba aprovecharse de él, de su dinero, de su apellido.

—Por cordialidad debo invitarte a pasar...— la atención se sentía en el ambiente pero aún así se hizo un lado y le dejó el camino libre al hijo de su madre para que entrara a su apartamento su espacio Antonio cerró los ojos y los apretó con fuerza mientras cerraba la puerta dándole la espalda a Marco para que éste no Viera la desesperación y angustia Que se estaba apoderando de él.

¿ Será posible que Marco no sabía que era el hermano de él y de Joseph?

¿Había la posibilidad de que Marco fuera uno más de los hombres manipulados por su madre?

No. Se negaba a creer eso.

No podía pensar que él era un inocente en todo aquello.

Se le notaba en los ojos que el muy desgraciado supo desde un inicio a quién se acercó en el avión. Ana era demasiado inocente, tan buena, limpia de alma y corazón; lo suficientemente real y honesta como para ser manipulada fácilmente por un desconocido que se pintó como su amigo.

Eso era lo que más rabia le daba, que ese hombre se había aprovechado de la ingenuidad de su esposa.

Eso era cierto, le molestaba pero no era lo que más lo enfureció.

Lo que en verdad lo traía con los nervios de punta y los puños apretados era el saberse engañado y vilmente utilizado por su madre.

—¿Dónde está Ana?— preguntó Marco cuando él se giró y se cruzó de brazos frente a él.

—Annette, mi esposa. — corrigió el. —¿celos? ¿ira? Muy probablemente estaba experimentando todas las emociones en un solo segundo. —Mi mujer está en la cocina.

—Le dije que traería un vino para la cena, pero no estoy seguro de que quieres que me quede aquí.

—Lo sabía desde un inicio. Sabías que eras mi hermano y por eso te acercaste a mi esposa en ese avión.

—Directo al grano. — comentó Marco como si tal cosa no tuviera relevancia. — parece que la reputación que tienes realmente es cierta.

—¿Y cuál se supone que es esa reputación?

— Que eres un maldito desgraciado que no se anda por las ramas.

—No me ando por ninguna rama, ni raíz ni ningún tipo de juego. Soy lo que soy y punto.

—Deberías de estar entre los nobel con esa inteligencia y elocuencia.

—No me saques de mis casillas.

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora