Capitulo 10. Una decision que tomar

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—¿Qué diablos haces? ¿qué pretendes? —exclamó molesta por la invasión. —¡lárgate de una buena vez! ¿¡no ves  que estoy desnuda? —volvió a repetir.

—Ya te lo dije, Annette. Me gusta lo que veo y voy a quedarme aquí, creo que mejor debería buscarme algo de tomar para disfrutar de la vista.

—¿Cuándo te volviste tan cínico ?

—Cuando decidiste dejarme por otro hombre.

—¡Yo no te deje por otro hombre! ¡tú me utilizaste!

Se sentía incómoda, vulnerable, intentando cubrirse con sus pequeñas y delicadas manos sus partes íntimas más obvias. Se pegó al azulejo intentando cubrirse, para evitar que Antoine viera de ella más de lo que ya había tenido la dicha de observar.

—¡En serio eres asqueroso!

—Puedo hacer todo lo asqueroso que quieras, pero fuiste tú quien decidió venir en mi busca.

—¡vine en tu maldita búsqueda porque no quisiste firmar los papeles del divorcio! de haber sido por mí lo firmas desde hace seis meses.

Antoine  subió la cejas y la observó mientras comenzaba quitarse despacio el traje, seguido de la camisa, ella no perdió movimiento de sus dedos.

—¿qué.. qué estás haciendo? —tartamudeando le preguntó —Antoine.. Antoine, ¿Qué diablos haces?

—Ese lenguaje... no sabía que tuvieras un lenguaje tan florecido— dijo el sarcástico —Aunque debo decirte que me calentó bastante cómo te enfrentaste a los periodistas hace un rato. —Así que voy a compensarte.

—¿¡te estás volviendo demente? ¡no quiero nada de ti!

—viniste hasta mi apartamento, eres mi esposa, es más que obvio que podemos tener sexo.

—¡sexo! – exclamó con los ojos abiertos de par en par.

Aquello no podía estar pasándole. ¿qué tan tonta había sido como para entrar en territorio del enemigo?

Antonio Bourdeu ahora mismo era su enemigo más fuerte e implacable.

El que le llevaba la contraria Antoine salía bastante mal, ella lo sabía, y aún así, por su corazón, por su tonta inocencia, y por salvaguardar lo poco que le quedaba de vergüenza, había decidido colocar los papeles del divorcio y separarse de él de una vez por todas.

Pero viéndolo allí desnudándose, quedándose como Dios lo trajo al mundo, como Adán en el paraíso, con un cuerpo que era tan perfecto, repasó cada detalle, y absorbió con sus ojos cada parte de su piel.

Su miembro viril estaba levantado apuntando hacia ella con la punta roma rojista y humedecida.

Mierda, deseaba poner sus labios allí donde ella sabía que podía ocasionarle placer.

Apartó la vista avergonzada.

—Puedes mirarme. No me molesta. —le dijo él adivinando sus intenciones y haciendo que por un segundo se olvidara de su pudor,para ser  sustituido por la rabia.

—Eres un desgraciado...

—No. La desgraciada eres tú que nos prohibiste, que nos obligaste a no consumar nuestro amor.

—¿Amor? —ella casi escupió las palabras—¿ le llamas amor a  haber comprado la compañía de mi padre y haberme obtenido a mí como oferta? ¡soy una maldita esposa de adorno! ¿eso es lo que se usa en tu círculo social, No? –preguntó furibunda sus ojos humedecidos y su garganta ronca. Estaba a punto de echarse a llorar. Lo iba a hacer, no  iba a poder evitarlo. —¡soy una esposa adorno! como esas de las novelas, como esas que arreglan canapés y preparan bandejas, decoraciones para sus esposos y sus reuniones. De las que se visten con ropas caras y usando tiaras...

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora