Annette
Antes de que pudiera darse cuenta estaba presa de los labios de Antoine. Contuvo el aliento el sentir la suavidad de sus labios que la fuerza con que sus brazos la rodearon
—Annette... —el pronunció su nombre como si fuera una delicia en sus labios. Pero más que nada, como si fuese un susurro adolorido, una suplica.
La única respuesta que ella pudo darle, fue girar la cabeza para alejar sus labios de los de él.
No podía sucumbir ante la tentación. No ahí, en plena calle, donde se sentía completamente expuesta.
Después de un rato, con los ojos de Antoine mirándola fijamente, intensos y llenos de deseo, volvió a respirar relativamente a su ritmo normal.
Su cuerpo estaba pegado al de ella. Sentía la erección de él chocando su cuerpo y por un momento tuvo miedo, sabiendo que aquel era un territorio peligroso y desconocido para ella. Era virgen y pensaba seguirlo siendo hasta que llegara el matrimonio con Pierre.
No importaba lo excitante y maravilloso que pudiera parecerle hacer el amor con Antoine. Él no la amaba, por ende, no harían el amor, tendrían sexo.
Él solo se aprovecharía para conseguir placer a costa de su amor por él.
—No puedo hacerlo— le dijo— No puedes besarme como si nada hubiera pasado entre nosotros. Esto no puede volver a suceder .
—¿Qué pensabas cuando te dije que me dieras una semana, que nos concedieras una semana? —él se metió la mano en los bolsillos de los pantalones y la miró con la ceja levantada. —¿pensabas que te estaba proponiendo meternos en una capilla a resar todos los días? —se burló de ella y esto la llenó de ira.
—No sé en qué estaba pensando cuando te dije que sí —él extrajo una de las manos del bolsillo y a abrió la puerta entra el auto.
—Vamos a averiguar en lo que estabas pensando—Antoine se inclinó sobre ella y la besó delicadamente en la frente. Anette contuvo el aliento al sentir su contacto.
Tenía 24 años y jamás había sentido en su vida lo que por Antoine le provocaba.
Sentía esa presión en su pecho y el temblor en sus manos, eso jamás lo sintió con nadie, no al menos de aquella manera.
La sensación de tenerlo acerca era maravillosa, pero deseaba más y estaba segura que él no iba a darle aquello.
—Voy a meterme en el carro porque estoy cansada he tenido un vuelo pésimo y necesito dormir. —aseveró intentado que la voz no le temblara—no voy a entrar porque tu me lo estés ordenando.
—Vas a meterte en el auto porque es la única opción que te queda.
—¿Sabes algo Antoine? ¡estoy harta de que quieras manejar mi vida! —se sorprendió por la profundidad de sus palabras. Tal cual eso era lo que él hacía, manejar su vida su antojo, aún sin tenerla a su lado, él sabía cada uno de sus movimientos, y aquello, al enterarse momentos atrás, le había demostrado que ella jamás había estado alejada de él, al menos no físicamente.
¿Enorgullecerse de saber que no había salido de su mente? era probable.
Pero la verdad era que ella quería continuar con su vida, y estar con alguien que en verdad la amara.
Anette bajo la vista y se sorprendió mirándole la entrepierna Antoine como si le fascinara. Deseaba tocarlo, no entendía en verdad Por qué esa reacción a su cuerpo.
¡Era virgen por el amor de lo prohibido!
No debía de estar pensando en sexo. ¿qué diablos estaba pensando? ¿porque sentía todo aquello?
—no sé cuándo vas a entender que me perteneces. Eres mi esposa y hay detalles que no van a cambiar. Entrada al auto, Annette. Vamos a casa.
—Vamos a tu casa. —le corrigió ella. La casa de él jamás sería la suya.
—Vamos a mi casa. A la tuya, a la de quien sea pero vas a entrar al maldito auto ahora mismo.
Seguido de sus palabras, Antoine estampó le puño en el capo y el carro vibró.
Iba a entrar al auto.
No tenía otra opción.
De momento.
—No voy a acostarme contigo.
—No faltes a tu maldita palabra, Annette. Eso es lo único que tienen el hombre
Diez minutos después, estaban subidos en el ascensor, con dirección al sexto piso donde se encontraba el apartamento de lujo de Antoine.
—¿Dónde está mi maleta? Te dije que ahí están mis cosas...
—Es una maleta pequeña, seguro que no vas a echarla en falta.
—Es mi maleta. —refunfuñó.
—Deja la niñada.
Antoine le lanzó una mirada irritada y abrió la puerta del apartamento.
Annette miró fijamente el inmenso apartamento que tenía frente a ella.
Antoine se quedó observándola, absorbiendo cada detalle, pestañeo y respiración de ella.
—¿No vas a pasar? — dijo después d run incomodo silencio —Estoy seguro que debes descansar. Djiste estás bastante cansada del vuelo y puedo hacerte un café si prefieres. Sé que te gusta el café negro.
—Gracias— intentó ella a expresarse sin sonar más asombrada de lo que se sentía.
Anonadada, era una mejor expresión.
El apartamento era como un campo de fútbol, amplio y con alfombras de pelo largo en color negro, adornando una sala con un juego de sofá y mesa con tope de cristal, completamente elegante y sofisticado, así como era su esposo.
Exudando dinero, tanto que molestaba.
Por lo menos a ella le irritaba, porque inconscientemente,se sentía al menos.
Ella era oriunda de un pueblo pequeño y sin mucho lujo, más aún después que su padre quebró la empresa.
—Annette —con tono duro y carente de emoción, Antoine volvió a llamarle.
—Voy. —Sentía que estaba entrando a la casa del lobo feroz.
Y que no iba a salir con su corazón intacto.
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AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)
RomanceAnnette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de co...