Antoine
La convenció.
Francois no esperó por una palabra de él, lo conocía lo suficiente como para entender que ya no había discusión alguna. Aunque él siempre supo que no iba a haber una discusión. Pocas personas se la negaban, escasas personas podían decir que le habían llevado la contraria y salido victoriosos.
—Antoine...—escuchó la voz sedosa y melodiosa de Annette y miró su rostro que estaba cerca del de él.
Había estado a punto de besarla, de sucumbir ante la tentación. Demasiados meses lejos de ella, siempre había sentido esa necesidad de poseerla, pero la había respetado, sabía que ella era virgen, lo notaba porque no conversaba, lo veía en su rostro al volverse rojo cuando él se había incinuado, cuando él se acercaba y ella dejaba de respirar. No tenía conocimiento alguno sobre relaciones sexuales, no tenía a su madre con ella para orientarla y tampoco una amiga que le hablara sin pelos en la lengua.
Por eso había decidido llevarlo con calma, su relación no debía pasar a un segundo nivel, no hasta después que ellos contrajeran matrimonio y que Anette se sintiera en la confianza de ser oficialmente suya, y así evitar los remordimientos a futuro.
Una sido una estupidez.
Porque al fin de cuentas las cosas no habían resultado como él las había pensado.
—No hay lugar para remordimientos, arañita. Ya has respondido y así se quedan las cosas. No puedes faltar a tu palabra.
—Yo no rompo mi palabra.
—Sin embargo, me dejaste en nuestra noche de bodas.
—Eso fue diferente... —comenzó ella a excusarse, peor él se lo impidió. No deseaba oír sus falsas palabras.
—No fue diferente. Me habías dado tu palabra ante un juez y ante Dios. Si le fallaste a ellos, no hay mucho que esperar para mi....
Ella guardó silencio y miró por la ventana.
Antoine sintió la incomodidad de Francoise pero la obvió.
Su chófer que prestará atención. Ala calle y no a sus problemas con su esposa.
—He hecho la reservación en el hotel... —escuchó que ella comenzaba a decir.
—La he cancelado mucho antes de que llegaras—le informó sintiéndose realizado.
Nunca tuvo intención de dejarla dormir en un hotel.
Ella era su esposa, eso significaba prestigio, un orgullo adquirido y por consiguiente, un respeto automático en la alta sociedad.
—Odio que hagas eso. — refunfuñó Annette.
—¿Hacer qué? —le preguntó. Aunque sabía perfectamente la respuesta que ella le iba a dar.
Annette había sido predecible desde qu ela conoció. A lo mejor por eso le había cautivado, no tenía esa incertidumbre constante de que ella fuer a asorprenderlo arruinando su relación y buscando aprovecharse de él.
Tla parecía que su buen juicio había fallado a lo grande.
Jamás se había equivocado tanto con una persona, como lo había hecho con su esposa.
No por mal estaba el refrán creado: en la confianza está el peligro.
—Que manejes mi vida a tu antojo.
—No es tu vida es nuestra. —objetó molesto.
En ese momento, el carro se detuvo y él miró por el retrovisor a Francois intentando entender el motivo de su parada.
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AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)
RomanceAnnette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de co...