Capitulo 20. Un rato mas

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Antoine la giró cómo se si de una marioneta se tratara y ella se dejó hacer.

¡Dios mío! ¡estaba deseosa de que él hiciera eso y mucho más con su cuerpo!

Tenía un deseo implacable de ser poseída por Antonio.

¿Será que ella no era normal? ¿era normal Sentirse así por un hombre? ¿Adicta?

Cómo si Antoine fuese una droga de la cual ella no se saciaba, una que ella había probado y ahora no sabía Cómo parar, como detener la ambrosía.

—Quédate quieta. —murmuró él con voz grave mientras la recostada del carro subía la falda despacio.

La mano de Antoine recorrió sus muslos subiendo por sus glúteos y quedándose allí, implacable, caliente, su cuerpo se erizó por completo, estremeciéndose tanto por el frío de la noche como por el cuerpo de Antoine tan cerca al de ella.

—Tienes un culo precioso. —murmuró él.

Nadie le había hablado así en su vida y ella le Gustaba. Descubriendo que aquello la ponía a dos mil, contoneó un poco más el trasero pegándole a el, rogándole una caricia silenciosa.

—¿Quieres que te toque? ¿quieres que te acaricie las nalgas? —Antoine sin previo aviso, le dio una nalgada haciendo que ella chillara. —Shh. — la mandó a callar. —no queremos que nadie se entere. Estamos en una calle principal y no quiero que salga un curioso.

—Dijiste que no te importaba.. —susurró ella, sintiéndose presa del pánico y la lujuria.

—No me importa que me vean. Por mí puedo salir a caminar desnudo y no me va a importar, pero por alguna razón, a ti te interesa, te importa. —se corrigió él.

Aquello era cierto, a ella le importaba. Le importaba demasiado lo que la gente pensara de ella, de su matrimonio con Antoine, de su relación caótica, de su matrimonio pendiendo de un hilo. Si, definitivamente le importaba lo que la gente opinara.

Pero eso lo iba a detener allí mismo.

Estaba harta de perderse buenos momentos por prejuicios del pueblo.

Se agarró la falda y se la subió hasta las caderas, hasta que dejó por completo sus nalgas al aire.

Antoine le dio un beso en el cuello seguido de uno más y agarró sus senos y comenzó a acariciarla despacio. Poco a poco su cuerpo fue perdiendo la tensión, lo que abrió paso a un calor que fue subiendo desde la planta de sus pies, hasta su vulva, atravesando su vagina y subiendo hasta sus peones erizado y duros ante las caricias de Antoine.

—Antoine, por favor.. Hazlo.. le pidió ella.

—Esto va a ser rápido, — murmuró junto a su cuello, mandándole una descarga eléctrica por todo su ser. —.... pero cuando llegamos al apartamento..

—No quiero ir al apartamento, quiero que me lleves algún otro sitio. Llévame a otro lugar lejos de aquí, lejos de todo.

Quiso decir lejos de donde estamos a punto de divorciarnos, lejos de tu familia que me odia, lejos del infierno que nos hemos hecho pasar estos últimos meses.

Pero se contuvo.

Un lejos de todo era suficiente al menos por ese instante lo creyó así.

—Tus deseos son órdenes para mí, arañita. —murmuró él.

Antoine se bajó por completo los pantalones y éstos quedaron en su rodilla, ella lo vio con el rabillo del ojo y seguido a aquello, las manos de su esposo comenzaron a acariciar su sexo lentamente, luego el centro de su calor, de su fuego uterino. Uno de sus dedos por su endidura y comenzó a trazar círculos sobre su clítoris, a lo que ella no se contuvo y comenzó a moverse como una poseída de un lado a otro, abrazando el calor que Antoine le estaba ofreciendo.

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora