— ¿Quién es? – preguntó Cecile Bourdeau y Annette respiró profundamente antes de responder.
— Soy Annette.
—¿Annette? – preguntó su suegra como si no conociera a ninguna mujer con ese nombre.
O peor aún, como si conociera a tantas que le fuera sumamente difícil saber con cual hablaba.
Se inclinaba tristemente por la segunda opción.
Cecile Bourdeau no hacía nada sin pensar maquiavélicamente.
—Ya sabes quién soy– no iba a darle el gusto de explicarle con pelos y señales quien era.
—Ah, eres tú. ¿Qué quieres? – sin disimular su desidia y falta de amor por su nuera, Cecile hablo como si ella fuera una particular y no la esposa de su hijo.
—Necesito hablar con usted...sobre...
—No tengo tiempo. – la interrumpió Cecile sin dejar que terminara la primera frase.
—No le he dicho día.
—¿Que día te viene bien, querida? – pregunto falsamente.
–¿Puede ser hoy?
–¿Qué crees? – preguntó Cecile burlonamente.
No iba a ponérsela fácil, se daba cuenta de ello.
—No lo se, Cecile. ¿Qué pasa?
—Estoy ocupada hoy.
Annette se levantó de la cama y se dirigió al cuarto de baño. Seguía desnuda, tal como se había dormido la noche anterior, después de que Antoine le hiciera el amor con la boca sobre su sexo.
Que pervertida.
Sonrió.
Pensando en el hijo de Cecile, en su esposo.
La forma en como su boca recorría su piel, como su lengua la penetraba...
—¿Sigues ahí? – preguntó su suegra y Annette se sonrojó frente al espejo al darse cuenta que se había humedecido entre las piernas con tan solo recordar lo que había disfrutado la noche anterior.
—Lamentablemente si, sigo aquí.
—¿Para que llamaste? ¿qué es lo que quieres? Ahorráme el tener que verte. – finalmente la mujer dejó caer la máscara detrás de la línea y demostró con su tono arisco su verdadero sentir sobre Annette. – ¿que buscas? ¿quieres dinero? ¿pretendes dejar a mi hijo finalmente?
Annette colocó el celular en altavoz y miró al techo.
¿Qué diablos había hecho para merecer a una suegra así?
¿será cierto y confirmado que todas las suegras eran malas y dejaban mucho que desear?
ciertamente la suya no ayudaba a cambiar esa idea.
—No. –respondió calmada, intentado que su mal genio no le ganara. Estaba harta de los prejuicios y de que la madre de Antoine no le diera ala oportunidad.
Es que incluso su cuñado le había dado una oportunidad, y en Joseph había encontrado alguien con quien hablar, alguien que tenia buenas ideas y que hacia que la conversación fluyera sin lucir forzada.
—¿Entonces, que quieres? –Se imaginaba a Cecile con sus unas pintadas de color pastel y su traje de vestido y chaqueta hecha a medida. —No te creas que puedes ahora consultarme todo lo que se te antoje. No somos amigas ni mucho menos familia.
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AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)
RomanceAnnette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de co...