Capitulo 33. Eso no es amor

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—No es eso lo que quise decir...— dijo él levantando el rostro y mirándola con los ojos acerados, enfurecido y a la vez tristes— tú sabes que no es eso a lo que me refiero .

—No, no sé nada.— Ana tiró el bolso en la butaca que estaba al lado del sofá, donde había una mesa de madera color caoba con un tope de cristal y una bandeja llena de flores disecadas.

Había ido varias veces al apartamento de Pierre, pero en ese momento miró nerviosa el lugar intentando concentrarse en otra cosa que no fuera de el rostro féretro y apunto de desencajarse de uno de sus mejores amigos.

¿por qué le dolía tanto el pecho? ¿por qué sentía que no podía respirar? ¿porque sus pulmones fallaban en aquel momento, justo cuando necesitaba más fuerzas para enfrentarse a la verdad?

Miró las paredes pintadas de un blanco beige, la alfombra que estaba debajo de la mesa de un color rojo vino intenso, las dos butacas combinas con el sofá, todo organizado, limpio.

El apartamento de Pierre era pequeño pero acogedor, en el lado derecho tenía el juego de comedor de 6 sillas, cosas que él no recibía a ninguno de sus familias en New York, Pues todos vivían en Francia, y no parecían querer saber mucho del menor de los hijos. Pierre se había mudado allí sólo, seguido de Maya y ella, ahora todo aquel momento en el que ella había escapado de Antoine parecía tan lejano e irrisorio.

Ella volvió a posar sus ojos en Pierre y se acercó a él lentamente, se sentó a su lado y colocó una mano en su espalda.

—No quiero lastimarte, pero he querido ser honesta contigo, he querido verte a los ojos y decirte que te quiero, que te adoro..

—Por favor, no lo repitas...

—Es necesario que entiendas que nunca he querido lastimarte no ha sido mi intención.

—Tan sólo ha pasado una semana desde que te fuiste, Ana, una semana. Sólo fuiste a buscar el divorcio, los papeles firmados, todo para comenzar una nueva vida conmigo. ¡Yo te amo! estado enamorado de ti toda mi vida, cada fibra de mi ser te ama, con una fuerza que tú no tienes idea. Crecí viéndote leer, viéndote caminar en el campo, subiéndote en árboles como si fueras una pequeña y traviesas monita. He estado ahí en cada momento. Tú y yo siempre hemos estado juntos. Fui tú padrino en tu graduación —el colocó una mano en su rodilla y el calor le hizo cerrar los ojos un momento, una milésima de segundo.

Sólo eso bastó para que Pierre se lanzara hacia ella y agarrara su rostro entre sus manos y comenzara besarla a la fuerza.

Ana lo empujó aunque sin surtir un gran afecto, comenzó a manotearlo en el pecho y en la cabeza, Pero Pierre no se alejaba.

Ella tenía los labios cerrados pero sentía la lengua de él intentando penetrar en su boca.

—Por favor —gruñó— por favor— dijo entre dientes.

Pierre se alejó de ella y la miró espantado.

—Annette, yo.. ¡Oh Dios mío! ¿Que hice? Ana... Necesito que te vayas. ¡ahora! ¡vete, Ana! ¡vete y sé feliz con ese hombre!

—Pierre.. —ella se colocó la mano en los labios enrojecidos por la fuerza que él había ejercido en ellos, ella no le había correspondido, no pudo hacerlo porque no lo quería de esa manera, porque Jamás había sentido ese deseo carnal por él, un deseo que sólo se encendía cuando estaba cerca de Antoine.

Ahora que ella sabía lo que era la diferencia entre desear, Amar y querer.

Se daba cuenta que había estado perdida durante mucho tiempo.

AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora