Antoine.
¿Qué había hecho?
Comenzó a preguntarse desde que escuchó el sonido de la puerta al cerrarse tras él poner un pie fuera del cuarto de baño.
Cerró los ojos fuertemente, estaba definitivamente en shock.
¿Cómo pudo ser tan tonto como para creerle a su hermano? ¿Cómo pudo ser capaz de hacerle algo así a la mujer que tanto quería? ¿A la única que en verdad había querido en toda su vida?
Desde niño había tenido una rivalidad fuerte con su hermano Joseph, pero jamás creyó que él pudiera llegar a tal punto, de mentirle, de hacerle tanto daño.
Se fue corriendo hasta el escritorio donde guardaba las fotos que su hermano le había traído, tiempo después de contratar a un detective privado, para formar un supuesto caso y pruebas para que Antoine se diera cuenta que su esposa lo traicionaba.
¿acaso me han sido falsas? ¿habían sido un montaje?
Se miró su cuerpo desnudo, su miembro marchito, sólo un pedazo de carne que había violentado el cuerpo de una mujer, esa mujer que era su esposa y que ahora lo odiaba. Que lo odiaba con toda su razón.
Ella era virgen. ¡Virgen en cuerpo y alma! Tan inocente como lo había sido una vez cuando la conoció, y tan inocente como seguía siendo, hasta que el tomó su virginidad, solo estuvo por escasos segundos dentro de su cuerpo y eso había sido más que suficiente para temblar por dentro, para provocarle escalofríos, y más que nada, para darse cuenta de la triste realidad: Annette era virgen y él se había aprovechado.
Cegado por la ira, y por el odio de una supuesta traición y vergüenza por su orgullo pisoteado.
Corrió deprisa, estuvo a punto de caerse pero sus pies estaban pegados al ideal de buscar las fotos y confirmar que no estaba loco. Abrió las gavetas acelerado y buscó el sobre entre todos los documentos que guardaba. En su estudio, allí era donde pasaba la mayor parte del tiempo cuando no estaba en la oficina. Su estudio estaba repleto de documentos sobre compras de terrenos, pago de impuestos, acuerdos con empresas, contratos millonarios, todo lo relacionado lo guardaba metódicamente sobre un arsenal de folders con toda clase de etiquetas.
—¡Aquí está!¡ aquí esta maldita sea! ¡aquí está! —abrió el sobre manila, y sacó una a una las fotos, eran tres en total, y tuvo un Dejavu.
En ella descubrió que seguía intacta la imagen. Su hermosa Annette con el vestido rosa que tanto le había gustado, meses atrás el mismo se lo había regalado. Sintió la ira otra vez, pero esta vez diferente, una ira distinta que iba decidida y enfocada hacia su hermano.
¿Qué clase de broma de mal gusto era esa? ¿ Qué clase de hombre tan despreciable se había vuelto a su hermano, que estaba dispuesto a destruir, a arruinar la vida de una joven inocente con tal de hacerle daño a él?
Jamás creyó que su hermano llegara a tal punto, a uno donde lastimara a Annette.
Pero él no fue que la lastimó, fui yo. su cerebro le lanzó el pensamiento como un dardo con sedante para caballos, su pecho se oprimió, se dejó caer así como estaba, desnudo de pies a cabeza, sobre la silla, tirando todo el peso de su cuerpo desprovisto de emoción, la misma crujió al recibir sus casi 90kg de pura musculatura y fibra.
Más que el arrepentimiento y la vergüenza, lo que sentía era rabia con el mismo.
Él nunca había sido un hombre violento, sólo violento con palabras, Jamás había golpeado o abusado una persona, al menos no sin merecerlo.
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AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)
RomanceAnnette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de co...