La situación era más complicada de lo que él pudiera explicarlo. Annette, su esposa, no parecía entender cómo iban a ser las cosas a partir de aquel momento.
¿La amaba?
No tenía una respuesta clara para eso, pero debía enfocarse en la realidad del momento: iba a tenerla en su vida por una semana.
Aunque el deseaba tenerla en su vida por mucho más tiempo.
Calculó todas las opciones, evaluó el territorio mentalmente.
Ella iba a quedarse la semana completa. Estaba dispuesta a hacerlo, el problema era que su hermano Joseph había saltado con una serie de estupideces horribles, sobre como él estaba perdiendo el tiempo con esa mujer, una que no era de su mismo estatus social.
¿Qué diablos tenía que ver el dinero con su matrimonio? ¿por qué la gente se fijaba en las diferencias sociales? ¿acaso el dinero era importante?
SÍ, se dijo molesto. Claro que era importante, el dinero le permitiría ayudar a fundaciones sin fines de lucro, ayudar a niños con alopecia, su mujer no lo sabía, no sabía que él donaba millones de dólares cada año para ayudar a niños de escasos recursos. Para ella, él era un insensible y un malnacido.
Aunque por momentos se daba cuenta que Ana quería algo más de él, que Ana creía que él podía ser más, deseaba demostrárselo, quería de enseñarle que él no era como su hermano ni como su madre. En su familia nadie toleraba a Annette, lo sabía, lo supo desde que el les habló por primera vez de ella, y aún así no comprendía la razón de por qué tanta rabia por una mujer que no le había hecho daño a nadie.
—¿Estás seguro de querer manejar? —le preguntó a ella.
—Sé conducir Annette. —le respondió mientras se colocaba el cinturón y la observaba indicándole que hiciera lo mismo. —Si no te pones el cinturón, lo haré yo mismo.
—No quiero ir en el carro contigo.
—¿Qué prefieres? ¿que maneje Francoise?
—No me parece mala opción.
—Son las 11 de la noche, Annette. Francoise debe de estar durmiendo.
—Pensé que lo utilizabas a cualquier hora sin importarte...
—¿Sin importarme qué? ¿que él tenga familia? ¿que esté descansando? No soy tan desgraciado como tú crees. No soy tan frío.
Ella frunció el ceño se colocó el cinturón y miró hacia otro lado. Ahí estaba. Esa era la respuesta que él ya sabía: Ana no creía que él fuera una buena persona.
¡Y demonios! él tampoco estaba interesado en demostrarle que era o no era.
Se contradecía una y otra vez mientras encendía el carro. La situación era irrisoria. ¿Desde cuando era el quien estaba detrás de las mujeres?
Su hermano tenía razón en algo, ciertamente había cambiado desde que meses atrás conoció a Annette.
—¿A dónde me vas a llevar?
—Dónde me plazca. —respondió y no pudo evitar sonreír al escucharla soltar un bufido. Se sentía empoderado, agarró con fuerza el guía del carro, estaba decidido a complacerá a Annette.
En esa ocasión no iba en el vehículo de oficina en el que normalmente se ha transportaba, Había decidido coger el Porsche descapotable de color plateado que tenía en el parqueo y que en pocas ocasiones utilizaba.
Antonio vivía en una torre bastante lujosa, en la mejor zona de la ciudad de Burdeos, por eso todo el mundo, todos los periodistas, los caza fortunas y chismosos sabían donde ubicarlo. Odiaba tener su vida pública, pero así había sido desde que había tomado el control de las empresas que su padre y madre con tanto afán habían creado y él después de muchos años había aprendido a manejarlas.
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AMANTE DEL FRANCES (EN EDICION ORTOTIPOGRAFICA)
RomantizmAnnette Maréchal a sus veinticuatro años, ha entendido por fin la diferencia entre: ser amada y ser utilizada. Al conocer a Antoine Bourdeu, creyó que su vida iba a estar finalmente completa. Contrajo matrimonio con él, a los dos meses después de co...