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𝗢𝗹𝗶𝘃𝗶𝗮 𝗞𝗲𝗲𝗻𝗲

—No todos tenemos que aprender a caminar dos veces—leía Miguel—. Pero todos hemos de aprender a levantarnos cuando caemos y a mantenernos firmes.

》Y al final aprendí que los primeros pasos que los primeros pasos son más difíciles al segundo intento. Espero que mi siguiente paso me lleve a la Universidad de Stanford.

—Qué orgullosa estoy—le dijo Carmen—. Voy a llorar.

Es brillante—continuó Rosa—. Es el mejor cuento desde Don Juan De Marco.

Ay, yo ahora estoy llorando también.

—Ve más directo a la yugular—aconsejó mi padre—. Te suplicarán que vayas.

—De acuerdo—respondió Miguel antes de mirarme—. ¿Tú qué opinas?

—Seguro que entras, Migue—dije—. Está muy bien.

Me sonrió antes de mirar a Robby.

—¿A ti qué te parece?

—Es genial—respondió mi hermano—. Aunque yo quedo como el malo.

—Cambiaré tu nombre—ofreció el moreno.

—No, te estoy vacilando—lo detuvo Robby—. Yo no solicitaré plaza en Stanford, ni en ningún sitio.

—Venga, Robby. Tenéis un gran futuro, los tres—animó papá—. ¿Tú qué harás, Olivia?

—Si admiten a Miguel en Stanford, miraré una cerca de allí—comenté—. Mi expediente académico no puede permitirse una universidad tan buena.

—Cuando ganemos el Sekai Taikai se nos abrirán todas las puertas—dijo mi padre—. Solicitad donde queráis, al menos intentadlo.

Asentí.

—¡Ay, mijo! ¡Ay, mijo!—exclamó Rosa abrazando a Miguel—. Qué orgullosa estoy.

—Tranquila, yaya, ya está—habló el moreno.

—Eh, eh, cuidado con los lagrimones—habló papá pues se estaba mojando el ordenador.

Pero las gotas resultaron no ser lágrimas, sino una gotera

En ese momento el techo comenzó a dar de sí causando que saliese un chorro de agua antes de que este se rompiera dejando ver la tubería rota.

—Trae cubos—le dijo Miguel a mi hermano.

—La tubería del váter—comentó mi padre—. Huele a mierda.

Robby trajó unos cubos que le pasé a Miguel para que pusiera donde caía el agua.

[...]

—Míralo por el lado bueno, estaremos juntos todo el día—le dije a Miguel mientras le ayudaba con algunas cosas que iba a llevar a mi casa.

Él y su familia se quedarían en mi casa en lo que arreglaban la tubería de la suya.

—Uf, no sé si aguantaré—bromeó haciendo que lo mirase ofendida.

—Siempre te puedes ir a dormir con mi hermano—respondí.

—Era broma, Liv—dijo—. ¿Cuándo he desperdiciado yo una oportunidad de dormir contigo?

Sonreí mientras abría la puerta de mi casa.

—Somos una familia de seis, casi de siete—se escuchaba a Carmen hablar—. Y ahora solo tenemos tres dormitorios.

》Miguel quiere ir a una universidad que no podemos permitirnos. ¿Cómo vamos a salir de esta?

—A eso me refería—respondió mi padre—. El campeonato lo arreglará. Nos traerá alumnos y patrocinadores.

—Faltan meses para el campeonato—contestó Carmen—. ¿Qué haremos hasta entonces?

—Te entiendo, pero yo lo solucionaré—dijo papá.

Miguel suspiró antes de entrar a mi habitación.

Lo seguí.

—No te sientas mal—le dije mientras dejaba la caja sobre mi escritorio—. He vivido situaciones económicas peores que esta y aquí estoy.

》Se solucionará.

—Quizá debería plantearme otra universidad—comentó—. Si no se puede, no se puede.

—Claro que se puede—afirmé—. Podríamos intentar buscar un trabajo para ayudar, y ya has oído a mi padre: el campeonato nos abrirá muchas puertas.

Él asintió.

》Stanford es tu sueño, no quiero que renuncies a él. Quizá podría buscar yo una universidad aquí en el Valle. Iré a visitarte cuando pueda y ya. Es un ahorro.

Me miró en silencio.

》Todavía no estamos en tan malas condiciones como para que tires la toalla.

—Gracias por apoyarme—agradeció con una pequeña sonrisa.

—Yo siempre te voy a apoyar, ya lo sabes—respondí de igual manera.

Me besó tiernamente, acariciando mi mejilla mientras lo hacía.

—Te amo—dijo entre el beso.

—Yo más, Migue—respondí.

18•08•2024

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𝗜 𝗸𝗻𝗼𝘄 𝗜'𝗺 𝗻𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗼𝗻𝗹𝘆 𝗼𝗻𝗲 || 𝗠𝗶𝗴𝘂𝗲𝗹 𝗗𝗶𝗮𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora