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𝗢𝗹𝗶𝘃𝗶𝗮 𝗞𝗲𝗲𝗻𝗲

Habíamos ido a cenar con los LaRusso, también habían venido Carmen y Miguel. Sería otro punto que añadir a mi lista de por qué pienso que mi padre y ella se traen algo.

—¿Hablaste con mi hermano?—le pregunté a Sam aprovechando que Miguel había ido al baño.

—Se podría decir—respondió—. Estaba muy molesto conmigo.

—¿Y eso?

—Se pensaba que estaba con otro—respondió—. Solo porque me vio con un amigo de toda la vida, ni siquiera dejó que le explicara.

—A mí tampoco me deja hablarle—mencioné—. Tan solo explota contra mí porque salgo con Miguel. Entiendo que se enfade por lo de que apenas fui a visitarlo pero, en este punto, dudo ya que sea por eso.

》Si tan solo pudiera sentarse y hablar conmigo tranquilamente. Seguro que el que esté así es culpa de Kreese. Le habrá lavado el cerebro.

—Es una pena—comentó.

—Pues sí.

Miguel apareció en la habitación, de nuevo.

—Chicas, nos llaman para cenar—informó.

Asentí y me levanté ofreciéndole mi mano a Sam.

Bajamos a la sala y me senté en la mesa entre Sam y Miguel.

La cantidad de comida en la mesa era increíble. Dudaba haber visto algo parecido en una cena tan normal.

—¿Cómo va el negocio?—les pregunto Carmen a los LaRusso.

—El concesionario va mejor que nunca—respondió Daniel—. Funcionará prácticamente solo cuando Sam tome el relevo, ¿eh?

—Papá...—dijo Sam.

—¿Te harás cargo?—cuestioné hacia la rizada—. Qué bien.

—Bueno...—respondió ella.

—No, es broma—mencionó Daniel—. Cuando era pequeña, se paseaba por el concesionario como si fuera la jefa.

—Era lógico—comentó Amanda—. Prácticamente se crió en ese local. Casi nace allí.

—Será ella la que decidirá lo que hacer con su vida—habló el señor LaRusso—. Si decide estudiar cerca y sacarse su máster en la USC, la UCLA...

—Oye, chicos, ¿qué tal el instituto?—cambió Amanda de tema mirándonos a Miguel y a mi.

—Bastante bien—respondí.

Por primera vez en mi vida eso era cierto.

—Genial, la verdad—habló Miguel.

—Todo sobresalientes—comentó su madre.

Lo miré con una sonrisa.

—Vaya—habló Amanda, impresionada.

—Vaya empollones—se burló mi padre.

Rodé los ojos, divertida.

—Con notas así, se puede estudiar donde quieras—comentó Daniel.

Ni siquiera había pensado en la universidad, honestamente.

—Sí, me gustaría ir a Stanford—informó Miguel.

—Ah, pues es muy buena universidad—dijo el señor LaRusso.

—Sí, creo que es la sexta del país—mencionó Miguel—. Y el campus es precioso. Es...

—Es una de las opciones—interrumpió Carmen a su hijo—. Pero, madre mía, lo que cuesta... También pensamos en la universidad de Santa Mónica.

𝗜 𝗸𝗻𝗼𝘄 𝗜'𝗺 𝗻𝗼𝘁 𝘁𝗵𝗲 𝗼𝗻𝗹𝘆 𝗼𝗻𝗲 || 𝗠𝗶𝗴𝘂𝗲𝗹 𝗗𝗶𝗮𝘇Donde viven las historias. Descúbrelo ahora