homenajeado al lion King

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En un lugar donde el rugido de los motores solía ser el sonido dominante, el silencio era ahora la constante en el circuito de Interlagos

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En un lugar donde el rugido de los motores solía ser el sonido dominante, el silencio era ahora la constante en el circuito de Interlagos. Era un día nublado y gris, y la lluvia había dejado el asfalto aún mojado. La pista, habitualmente llena de vida y velocidad, parecía ahora un campo de recuerdo y duelo. Un año había pasado desde la tragedia que había arrebatado a Max Verstappen de la competición, y hoy se reunirían para rendirle homenaje.

Fernando Alonso y Lewis Hamilton estaban en el centro de atención, preparándose para realizar el acto simbólico que habían planeado. Era un ritual que recordaba los viejos tiempos, un tributo a su amigo perdido. Se les veía al borde de la emoción, sus rostros cansados y sombrios mientras ajustaban sus monoplazas para lo que venía.

—¿Listo, Lewis? —preguntó Fernando con una mezcla de tristeza y determinación en su voz.

Lewis miró a Fernando con una leve sonrisa que no llegaba a sus ojos. —No estoy seguro de estar listo para esto, pero sabemos que Max lo hubiera querido.

Fernando asintió, comprendiendo más de lo que las palabras podían expresar. Las carcajadas y los momentos de camaradería que habían compartido en la pista ahora parecían distantes y lejanos.

Los dos pilotos se posicionaron en la pista, y poco a poco, comenzaron a girar sus monoplazas, trazando círculos en la pista en una especie de danza con los vehículos. El sonido de los motores rompía el silencio, pero el estruendo no era el mismo. Había algo solemne en la forma en que los autos se movían ahora, como si el rugido estuviera de luto.

Lewis, conocido por su habilidad para mantener la compostura, no pudo contenerse. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas mientras giraba su coche, dejando que el dolor saliera a la superficie. Sus compañeros de equipo y otros pilotos miraban en silencio, con una mezcla de respeto y tristeza en sus rostros.

Fernando, por otro lado, mantenía su concentración en el ritual, pero se podía ver la lucha interna en sus ojos. A pesar de su esfuerzo por mantenerse firme, sus movimientos se volvían cada vez más erráticos, como si el peso de la pérdida estuviera afectando cada giro que daba.

—Nunca pensé que volvería a sentir esto —murmuró Fernando para sí mismo mientras realizaba otro círculo. La voz se le quebraba, pero continuaba, impulsado por el recuerdo de Max.

El lugar donde había ocurrido el accidente se había transformado en un altar improvisado. Las flores se amontonaban alrededor, y las notas de condolencia escritas a mano estaban cuidadosamente colocadas. Cada flor y cada mensaje eran testigos del profundo impacto que Max había tenido en todos los que lo conocieron. Los aficionados, algunos en silenciosa compañía, otros con la voz quebrada, observaban desde la distancia.

Toto Wolff, el jefe del equipo Mercedes, se encontraba al margen, un tanto alejado del grupo. Su mirada estaba fija en el suelo mientras colocaba un ramo de flores en el lugar del accidente. No había lágrimas en sus ojos, pero su expresión era la de un hombre que había perdido algo invaluable.

A medida que Toto se alejaba del altar, sus compañeros de equipo comenzaron a rodearlo, formando un círculo de consuelo. No era necesario hablar mucho; la presencia de cada uno de ellos transmitía el apoyo necesario. Toto, aunque no mostraba su dolor de manera abierta, sintió el peso de la empatía en los abrazos y las miradas compartidas.

El ambiente estaba cargado de una tristeza palpable mientras los pilotos se dirigían a la parrilla de salida. Esta vez, no habría celebraciones ni fuegos artificiales. El podio estaba vacío de alegría, ya que el trío dorado, que una vez había dominado la pista con su espíritu indomable, estaba incompleto sin Max.

El día se terminó sin el bullicio habitual, con la mayoría de los presentes alejándose en silencio. La pista de Interlagos, ahora un sitio de recuerdo, reflejaba el vacío dejado por Max. Mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte, una sensación de paz se asentó sobre el circuito, como si el lugar estuviera de luto junto a todos los que habían perdido a un amigo querido.

En la distancia, Fernando y Lewis se encontraban aún en la pista, inmóviles en sus monoplazas. La pista ahora desierta parecía hacer eco de sus sentimientos, y el rugido de los motores había sido reemplazado por un profundo silencio. La noche caía, y con ella, el consuelo de un día que, aunque lleno de tristeza, también había estado lleno de recuerdos y tributos a un piloto que siempre sería recordado.

A year in Mercedes WOLFFTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora