Era un día gris en Mónaco. Las nubes se acumulaban amenazando lluvia, pero dentro del elegante apartamento de Toto , el ambiente era cálido y acogedor. Las cortinas estaban entrecerradas, dejando entrar solo un poco de luz suave. En el sofá, Max yacía envuelto en una manta, su rostro pálido contrastando con el vibrante color de la tela estaba a punto de un colapso del cansancio que tenía
“¿Te sientes mejor, cariño?” preguntó Toto, dejando a un lado su laptop. Se acercó al sofá, la preocupación pintada en su rostro.
“Un poco, supongo,” murmuró Max, su voz ronca. “Pero no sé qué tengo. Solo me siento… mal.”
Toto se sentó en el borde del sofá, colocando su mano en la frente de Max. “No tienes fiebre. ¿Tienes hambre?”
Max frunció el ceño. “No. Solo quiero dormir. ¿Qué haces aquí, de todos modos? Tienes un montón de cosas que hacer.”
“Lo sé,” respondió Toto, con una sonrisa indulgente. “Pero ninguna de ellas es más importante que cuidar de ti mi pequeño Rubio.”
Max sonrió débilmente, sintiendo un calor en su pecho. Amaba ser el pequeño Rubio de toto, amaba a ser su pareja y amaba a ser el único en su vida
Desde que comenzaron su relación, Toto había sido su roca. Era increíble cómo alguien que parecía tan serio podía ser tan cariñoso cuando se trataba de él.
“Además,” continuó Toto, “si no me quedo aquí, ¿quién más va a asegurarse de que no te levantes y te vayas a la pista como un loco?”
Max rió débilmente, sus ojos brillando por un momento. “¿Crees que podría hacerlo?”
“Sin duda. Todos saben que eres el más terco de la parrilla,” dijo Toto, levantándose para ir a la cocina. “Voy a hacerte un poco de sopa. Necesitas algo caliente en tu estómago.”
Max se acomodó en el sofá, sintiendo cómo la manta lo envolvía en una burbuja de confort. Cerró los ojos por un momento, recordando cómo había llegado a este punto. Las semanas previas habían sido agotadoras: una serie de carreras que habían dejado poco espacio para el descanso. Su cuerpo finalmente había dicho basta.
Mientras Toto trabajaba en la cocina, el sonido del agua hirviendo y los utensilios chocando llenaba el aire. Max disfrutaba de esos momentos; el hogar de Toto siempre era un refugio. Y aunque la vida de un piloto de F1 era intensa, esos pequeños instantes de tranquilidad eran los que realmente valoraba.
“¡Max!” llamó Toto desde la cocina. “¿Quieres que le eche un poco de jengibre a la sopa? Se dice que ayuda con los resfriados.”
“Sí, suena bien... Pero yo no estoy resfriado estoy cansado,” contestó Max, abriendo los ojos. “Me me hará sentir más vivo?”
Toto apareció en la sala con una olla humeante y dos cuencos. “Aquí tienes. No quiero que me digas que no tienes hambre, porque huele increíble y me quemé como un loco las manos para hacértelo.”
Max se sentó un poco más erguido, tomando el cuenco que le ofrecía Toto. Al primer sorbo, una sensación de calidez se extendió por su cuerpo. “Está delicioso,” dijo, su tono más animado.
Toto sonrió, sentado en la mesa frente a él. “Lo preparé con amor. Cada cucharada es un abrazo un beso y otras caricias.”
“Eso explicaría mucho,” bromeó Max, sintiendo cómo la tensión se desvanecía lentamente.—
Mientras comían, Toto comenzó a hablar sobre la próxima carrera en España, intentando distraer a Max. “Creo que este año podrías tener una ventaja. Todos están hablando de las mejoras en tu auto, y ya sabes lo que eso significa… más competencia.”
Max se encogió de hombros. “Competencia o no, solo quiero sentirme bien otra vez. Este año está empezando a ser una locura.”
“Lo sé, pero también sé que eres fuerte. Has pasado por muchas cosas,” dijo Toto, su voz suave. “No te olvides de eso.”
“Es más fácil decirlo que hacerlo,” respondió Max, jugando con la cuchara. “A veces, solo me siento agotado. La presión… no es solo de la pista, ya sabes.”
Toto asintió, comprendiendo. “Es normal sentirse así, Max. Todos esperan tanto de ti, pero no puedes olvidarte de ti mismo en el proceso. Está bien descansar.”
Max miró a Toto, sus ojos reflejando gratitud. “Gracias por estar aquí. En momentos como este, me doy cuenta de lo afortunado que soy de tenerte a mi lado.”
Toto sonrió, un brillo cálido en sus ojos. “Siempre estaré aquí. Cuando ganes, y cuando te sientas como hoy. Eso es lo que hace la familia.”
Max se sintió tocado. La palabra ‘familia’ resonaba en él, era algo que nunca había tenido de verdad hasta ahora. Su relación con Toto era un refugio en medio del caos de su vida.
“Te prometo que cuando me sienta mejor, te llevaré a una de esas cenas elegantes que tanto te gustan,” dijo Max, cambiando de tema. “Con champán y todo.”
“¿Una cena elegante? No estoy seguro si tengo ropa para ese tipo de eventos” bromeó Toto, levantando una ceja. “Pero me encantaría.”
“Es una cita,” dijo Max, su voz firme. “Lo juro.”
Después de un rato, Max sintió que el cansancio lo envolvía nuevamente. Terminó su sopa, apoyándose en el respaldo del sofá. “Creo que necesito un poco de sueño,” murmuró, sintiendo cómo los párpados se le cerraban.
“Ve, duerme un rato. Estoy aquí,” dijo Toto, acariciando suavemente el cabello de Max.
Max cerró los ojos, sintiendo la calidez de la mano de Toto. “Te quiero,” susurró antes de caer en un sueño profundo.
Toto observó a Max dormir, sintiendo una mezcla de amor y protección. Sabía que la vida de un piloto era dura, pero siempre había estado decidido a ser su apoyo. No solo como su jefe, sino como su pareja. Había una conexión que iba más allá de la pista; era un lazo que se forjaba en los momentos más vulnerables.
Mientras la lluvia comenzaba a caer suavemente contra las ventanas, Toto se acomodó en el sofá al lado de Max, dispuesto a estar ahí hasta que despertara, protegiéndolo de cualquier tormenta que pudiera venir, tanto dentro como fuera de sus corazones.
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A year in Mercedes WOLFFTAPPEN
FanficPequeños one shots sin seguimiento (algunos) de este ship todo esquizofrénico