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Max Verstappen había crecido con un deseo ardiente por las carreras. Desde pequeño, solía observar a su padre, Jos Verstappen, mientras recorría circuitos de Fórmula 1, con la esperanza de algún día estar en el mismo lugar, pero bajo su propio nombre.

Sin embargo, lo que comenzó como un sueño inocente pronto se convirtió en una fuente de dolor y sufrimiento.

Jos nunca fue un hombre fácil de complacer. Su transfobia era un secreto a voces dentro de la familia.

Cuando Max empezó a expresar su verdadera identidad, Jos se mostró cada vez más distante. Las constantes críticas y la presión para que Max participara en carreras sólo para obtener su aceptación se convirtieron en una tortura emocional. “Tienes que demostrarme que eres lo suficientemente bueno,” le decía Jos, “solo así podré aceptarte.”

Max tenía apenas 10 años cuando comenzó a competir en karting. Cada carrera se sentía como una batalla por su propia identidad, por demostrarle a su padre que podía ser quien realmente era y, al mismo tiempo, ser el piloto que él esperaba.

Pero los años pasaron, y a pesar de todos los trofeos y logros, Jos nunca llegó a reconocer a Max por lo que realmente era: un joven trans que había luchado arduamente para llegar allí.

A los 17 años, Max conoció a Toto Wolff, el CEO de Mercedes-AMG Petronas. Toto era conocido por su carisma y su enfoque comprensivo hacia todos los miembros de su equipo. Fue en una presentación en el paddock de Mercedes donde Max, aún un joven prometedor, se acercó a Toto con la esperanza de obtener una oportunidad. Lo que comenzó como una simple conversación sobre carreras pronto se transformó en algo mucho más profundo.

El primer encuentro entre Max y Toto fue electrizante. Toto había visto el talento de Max y le ofreció una oportunidad para demostrarlo.

Sin embargo, la conexión entre ellos no se limitaba al ámbito profesional. Toto, al percibir la vulnerabilidad y la pasión en los ojos de Max, también notó una chispa que iba más allá del deporte.

“Eres increíble en lo que haces,” le dijo Toto una tarde después de una sesión de entrenamiento. “Pero también veo algo más en ti, algo que no se refleja solo en el volante.”

Max, asustado pero esperanzado, tomó un profundo respiro antes de responder. “No quiero que pienses que estoy buscando algo que no puedo tener. Solo... quiero que me des una oportunidad para demostrarme a mí mismo, y tal vez a ti, que puedo ser más que solo un piloto.”

Toto le sonrió con comprensión. “Estoy aquí para darte esa oportunidad. Solo quiero que seas tú mismo.”

A medida que pasaban los años, la relación entre Max y Toto se volvió más cercana. Toto, con su presencia constante y su apoyo incondicional, se convirtió en una fuente de fortaleza para Max, quien comenzó a ver en él algo más que un mentor.

La admiración de Max por Toto creció hasta convertirse en algo más profundo, un amor que temía expresar, temiendo ser rechazado, especialmente con el dolor de su relación con su padre todavía presente.

El giro en la vida de Max llegó a los 27 años. Después de años de luchar en Red Bull, Max decidió cambiar de equipo y unirse a Mercedes.

Fue una decisión que no solo marcó un cambio en su carrera, sino también en su vida personal. La noticia de la muerte de su padre fue el cierre que Max necesitaba para liberarse de la sombra de su pasado.

La muerte de Jos significaba que ya no había nada que lo atara al pasado doloroso; era libre para ser quien realmente era.

Una tarde, después de la carrera que había marcado el inicio de su nueva etapa en Mercedes, Max decidió confesar sus sentimientos a Toto. En el despacho de Toto, lleno de trofeos y recuerdos, Max se encontraba nervioso, pero resoluto.

“Toto,” empezó Max con voz temblorosa, “he pasado mucho tiempo ocultando lo que siento. No solo por miedo a ser rechazado, sino también porque siempre creí que no era el momento adecuado. Pero ahora, siento que tengo que ser honesto contigo.”

Toto levantó la vista de su escritorio y vio la sinceridad en los ojos de Max. “Dime, Max.”

“Me enamoré de ti hace mucho tiempo,” confesó Max, su voz un susurro. “No solo por lo que has hecho por mí en el trabajo, sino por cómo me has tratado como persona. Por cómo me has hecho sentir aceptado y valorado. Siempre he tenido miedo de que eso cambiara si te decía cómo me siento.”

Toto se acercó a Max y, con una mirada llena de cariño, tomó su mano. “Max, desde el primer momento en que te conocí, vi algo en ti que era especial. No solo como piloto, sino como ser humano. Me has mostrado una fortaleza y una autenticidad que admiro profundamente. Lo que siento por ti también ha crecido con el tiempo. No necesitas tener miedo de decirme lo que sientes.”

Las palabras de Toto llenaron a Max de una sensación de alivio y esperanza. Se abrazaron, dejando que la conexión emocional que habían construido a lo largo de los años se manifestara en un beso tierno y significativo.

La relación entre Max y Toto floreció en una hermosa historia de amor. Juntos, enfrentaron los desafíos de la vida profesional y personal, encontrando en el otro un refugio de amor y comprensión. Max, finalmente libre del dolor de su pasado, descubrió en Toto un compañero con quien compartir su vida y sus sueños.

El circuito de la vida había dado un giro inesperado, y Max había encontrado en Toto no solo a un amor, sino a alguien que había creído en él desde el principio. Juntos, no solo enfrentaron el mundo de la Fórmula 1, sino que también construyeron una vida en la que Max pudo finalmente ser él mismo, libre y amado.

A year in Mercedes WOLFFTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora