parcialismo

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El día había comenzado tranquilo en el penthouse de Max Verstappen y Toto Wolff. Checo Pérez, el buen amigo de Max, había pasado por allí para charlar y relajarse después de una larga temporada de carreras. Todo era risas y anécdotas de la pista, hasta que la conversación tomó un giro inesperado.

—Sabes, Toto tiene un... talento especial —dijo Max de repente, su tono cambiando a algo más juguetón, y una sonrisa maliciosa asomando en sus labios.

Checo levantó una ceja, intrigado. —¿A qué te refieres?

Max se inclinó un poco hacia adelante, sus ojos brillando con picardía. —Sus chichotas. Son... perfectas. En serio, no puedo dejar de mirarlas.

Checo soltó una risa, claramente sorprendido pero entretenido por la confesión. —¿Estás hablando en serio? ¿Qué, te tienen así de loco?

—No puedo evitarlo, hermano. Son una obra de arte, y me vuelven loco. Y créeme, no soy el único que lo piensa.

Checo se llevó una mano al mentón, fingiendo pensarlo. —Nunca las he visto de esa manera, pero ahora que lo mencionas... —murmuró, echando un vistazo rápido hacia la cocina, donde Toto estaba sirviendo un par de cervezas—. Bueno, hay algo ahí.

Toto regresó al salón con las bebidas en la mano, ajeno a la conversación que acababa de tener lugar. —Aquí tienen, chicos. ¿De qué están hablando?

Max, sin vergüenza alguna, le lanzó una mirada directa a Toto. —De tus chichotas.

Toto se detuvo en seco, claramente sorprendido por lo directo de Max. —¿Mis chichotas? —repitió, sin poder evitar reírse un poco. —¿Qué pasa con ellas?

Max sonrió, disfrutando de la incomodidad divertida de su pareja. —Lo que pasa es que son perfectas. Y Checo está de acuerdo conmigo, ¿verdad?

Checo levantó ambas manos, riendo. —Oye, solo soy un observador aquí. Pero sí, Toto, tienes algo que no se puede ignorar.

Toto se rió entre dientes y se sentó en el sofá, dejando las cervezas en la mesa. —No sabía que mis atributos físicos fueran tema de conversación tan serio entre ustedes dos.

Max lo miró intensamente, acercándose un poco más. —No es algo que se pueda ignorar, Toto. Y te lo digo en serio, me vuelven loco. Deberías dejar que Checo las vea de cerca, para que entienda por completo.

Toto se inclinó hacia atrás, cruzándose de brazos, fingiendo estar pensativo. —¿Qué dices, Checo? ¿Te interesa un vistazo más... personal?

Checo se rió, claramente disfrutando de la atmósfera ligera y juguetona. —No voy a decir que no me da curiosidad. Si Max está tan obsesionado, tal vez hay algo que me estoy perdiendo.

Max sonrió ampliamente, sintiendo cómo la situación se volvía más divertida a cada segundo. —Vamos, Toto. Muéstraselas. No seas tímido.

Toto rodó los ojos, pero no podía evitar seguirles el juego. Se levantó lentamente, dándole a Checo una mirada evaluadora. —Bueno, si vamos a hacer esto, que sea bien hecho.

Con una sonrisa traviesa, Toto comenzó a desabotonarse la camisa, y Max no pudo evitar morderse el labio mientras observaba. Las chichotas de Toto, como él las llamaba, eran impresionantes, llenas de fuerza y masculinidad. Al abrirse la camisa por completo, Toto dejó que ambos pudieran ver claramente lo que tanto había fascinado a Max.

Checo soltó una carcajada. —Wow, Max, definitivamente tenías razón. No esperaba esto.

Max se acercó aún más, casi pegado a Toto, y dejó que su mano descansara en el pecho firme de su pareja, acariciándolo con admiración. —¿Ves lo que te decía? No es solo una cuestión de tamaño, es cómo se ven, cómo se sienten...

A year in Mercedes WOLFFTAPPEN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora